viernes, 25 de septiembre de 2009

Historias de Ewal- La salvación y la reina


Otro capítulo más de Historias de Ewal! (Con esto celebro las 100 entradas que llevo en este blog *O*) Qué decir, que falta poco para el final para nuestro joven héroe, pero también he de decir que aún le esperan conflictos que resolver!

Como puse en FanFic, la escena de la coronación es la primera que escribo, así que si no os gusta comprendedme =D


Desde la desaparición de mi aldea, he podido considerarme como un ser solitario. No me gustaba estar con gente, me hacía recordar tiempos pasados. La única compañía que aceptaba era la de Antares, mi caballo. Siempre había estado desde pequeño conmigo, por eso le guardo un gran cariño. Huí de las Tierras del Norte y me adentré en Ewal para poder buscar al asesino de mi pueblo. Cuando me alojé en casa de una anciana muy amable, escuché la propuesta del rey para acabar con los bandidos. Me pareció una magnífica idea para comenzar mi búsqueda, ya que no conocía Ewal y estaba perdido.
Ahí fue donde comenzó todo, con esos ojos azules y esa cabellera de oro, ella abrió de nuevo mi corazón. No la conocía de nada, solamente la salvé por un impulso extraño, pero ese recuerdo quedó grabado en mí. Ahora ella seguramente está corriendo peligro por culpa de los bandidos.
No pude protegerla. Aunque haya vencido físicamente a Vam, él me ha derrotado mentalmente. Me ha dejado en un estado lamentable y aquí estoy, en la más completa oscuridad. Ahora sí que puedo decir que estoy solo. Cuando no tienes ni una luz en la que apoyarte, te sientes mal.
Todo el cuerpo me duele, ya no sé donde está mi cabeza, ni mi cuerpo, ni mis pies.
Oigo voces a mi alrededor, de mujeres que sufren por sus maridos muertos, de niños que lloran la muerte de sus mascotas; de Fer que está callada delante de mí sin poder creerse que esté muerto. Me gustaría levantarme y decirle cuanto lo siento, deseaba protegerla. Deseaba tenerla en mis brazos para que no corriera más peligro, pero ya es demasiado tarde. ¿O tal vez no?
Cuando no hay luz, te sientes solo; pero ahora delante mía veo una luz tan pura que aparta toda la oscuridad que me envolvía. Oigo la voz de ella, me está llamando. Es esa luz. Es esa luz que aparta toda oscuridad. Alzo mi brazo hacia aquella luz, quiero atraparla y salir de esta nada. ¿Y si ella fuese la salvación de Ewal?
Fer llevó el cuerpo herido de Aery a una habitación especial donde le pudiesen curar, aunque tuviese otros compromisos, la reina se quedó a su lado todo el tiempo en el que estuvo inconsciente. Algunas veces le contaba cosas de su vida en voz baja, otras veces en cambio le daba ánimos para que siguiese adelante y cuando al noche caía dormía encima de él. Quería ver de nuevo aquellos ojos violeta que le cautivaron. Por esa razón, decidió atrasar el entierro de su tío.
Sus sirvientes se preguntaban entre ellos por qué tanta preocupación por un extraño. Enseguida entendieron que era lo que ocurría, y pusieron todo su empeño en ayudar a su querida reina. Cada hora, iban a cambiarle los vendajes para que no se infectasen las heridas y cada dos horas iban a cambiarle un paño que le habían puesto en la frente para que le bajase la fiebre.
Fer susurraba el nombre de Aery a su oído. Quería que despertase, y entonces algo milagroso ocurrió. Lentamente y con mucho esfuerzo, el joven iba abriendo los ojos. La reina se estaba quedando anonadada, no se lo podía creer. Al fin había despertado. Sin pensárselo dos veces, lo abrazó fuertemente. El chico estaba confuso, no sabía donde estaba, pero reconoció a la chica que le estaba abrazando. Era aquella dama que le daba la luz para salir de la oscuridad... Él le correspondió el abrazo. Después se separaron, desde hacía mucho tiempo, Fer era tremendamente feliz. Su pelo azul brillante y sus ojos olor tulipán, los estaba viendo de nuevo.
Por otro lado, el joven no comprendía como había podido llegar hasta ahí. Entonces se le ocurrió una explicación, Antares, en su empeño por salvar a su amo. Tenía ganas de verle y agradecérselo. Pero ahora, quería estar con la chica que más apreciaba en este mundo. Su corazón se agitaba de emoción y alegría. Cerró los ojos y acercó poco a poco su cara hacia la de ella. Ella no dijo nada, también cerró los ojos y dejó que el chico se acercara a ella. Los dos podía oler el aliento del otro, como la mejor fragancia que se hubiese hecho, la respiraban con ahínco. Sus labios estaban a punto de tocarse y expresar lo que sentían en el uno por el otro, cuando de repente Loaw entró en la habitación, interrumpiendo la mágica escena.
-Señora, los preparativos están... Oh, ha despertado.
Los dos se alejaron, apartaron sus caras ruborizados. Fer miró a la chica y le dijo:
-¿Qué ocurre con los preparativos?
Loaw tosió levemente, y tras hacer una reverencia explicó:
-Quiero decir que los preparativos para el entierro de su tío están preparados, y lo mismo ocurre con los preparativos de su coronación.
Al escuchar esas palabras, Aery observó atónito a Fer. Habían ocurrido demasiadas cosas en su viaje. Por lo que daba a entender la sirvienta era que el rey de Ewal había muerto, y que ahora la reina era Fer. Se mordió la comisura del labio, ¿y si el rey de Ewal había muerto por culpa de los bandidos? Apretó sus puños, ahora Fer corría más peligro que nunca.
Tras retirarse Loaw, dejando de nuevo a solas a Aery y a Fer, la nueva reina observó la reacción del muchacho. Le agarró suavemente con sus finas manos la muñeca derecha vendada, el joven aflojó sus puños. De nuevo se volvieron a mirar a los ojos. No sabían que decirse.
-Es decir que... Don Qel ha muerto.
-Si, por culpa de su enfermedad- dijo tristemente Fer.
Aery dejó pasar un suspiro, ahora estaba más tranquilo. No había sido por culpa de los bandidos. Aún así no había que bajar la guardia, habían muchos peligros fuera de este castillo.
-Además...
El chico volvió a mirar a la joven dama.
-¿Además qué?
Parecía avergonzada, y él no quería forzarla a decirlo si ella no quería.
-Me gustaría que te quedases hasta el momento de la coronación, y que también asistieses al entierro de mi tío. Es muy importante para mí. Sé que tienes mucho por hacer aún, pero solamente te lo pido...
-Me quedaré, pero en cuanto vea que puedo moverme con libertad porque las heridas se me han curado, me iré.
En Daoquil habían llegado las temporadas de lluvia, y todos los habitantes se preparaban para la lluvia de aquel día. El cielo estaba nublado y ningún rayo de Sol traspasaban las nubes. Yuipte se tiró a la hierba del jardín de Verne, había hecho una increíble mejora en su jardín. Ahora parecía más alegre incluso. Con las mangas de su camisa, se limpió el sudor de la frente. La adivina le había estado observando desde el día que comenzó, había trabajado duro, se merecía un premio. No sabía que hacerle, nunca había hecho un regalo. Sabía lo que le depararía el futuro, y no era muy agradable. Salió de su casa a tientas, y le dijo a Yuipte:
-Gracias Yuipte, han quedado muy bonitas las flores que has puesto.
El joven se quedó algo confundido. Creía que era ciega la adivina, de repente Verne se toca la nariz, indicándole que olía las flores que había puesto. Un trueno estalló en medio del cielo, Yuipte se asustó por unos momentos.
-Tranquilo, suele pasar, es para anunciarnos las lluvias.
La chica dejó pasar a Yuipte dentro de su casa y cerró la puerta con todos sus cierres. El hogar se quedó a oscuras. De nuevo, los relámpagos y los truenos hicieron del chico un ser vulnerable. No le gustaba aquel clima, estaba acostumbrado al de su hogar. Cálido, con mucha luz y con pocas lluvias regulares.
Comenzó a caer agua del cielo, para algunos la lluvia era símbolo de que el mundo estaba triste, para otros en cambio significaba que quería saciar de sed a todos los seres vivientes. Para Yuipte la lluvia era algo que necesitaban las plantas y los ríos. Las gotas iban empañando los cristales de la casa. El joven observaba medio adormilado por el cansancio la ventana, al final quedó dormido. Verne notó el ambiente muy calmado, se dirigió hacia la ventana y sintió a Yuipte. Le tocó el hombro para saber si estaba despierto, sonrió. Cogió una manta de lana y le tapó con ella.
-Descansa ahora que puedes...
Al decir eso, la mano de Verne tembló, un escalofrío recorrió su espalda. Ewal estaba pasando por una época de cambio y ni su poder de clarividencia podría saber si iba a ser bueno o malo ese cambio.
En el castillo de Ewal habían muchas salas y habitaciones, pero una de las más impresionantes era la sala del trono. Aery solamente había estado ahí una vez y no había captado todo su esplendor. Ahora con gente y soldados a su alrededor hacía de la sala poderosa. Del techo colgaban lámparas de gran tamaño, y entre ellas las unía un lazo rojo sangre. El rojo era el color de la corona, significaba valor. Las puertas de la sala estaban abiertas, y los habitantes de Ewal iban entrando. Cuando alguien importante entraba, uno de los soldados que Aery había descubierto que se llamaba Haijol, anunciaba su llegada en voz alta.
El muchacho estaba cabizbajo, el día anterior fue el entierro del anterior rey de Ewal. Aunque no lo hubiese conocido muy a fondo, sabía que fue un hombre honesto y un buen rey.
El muchacho aún no había visto a Fer, estaba dentro de una habitación contigua a aquélla. No debía de salir de allí hasta que no sonasen las flautas que anunciaban el comienzo de la coronación. Aery debía de tener cuidado con su comportamiento, aunque estuviese ataviado con ropas de noble, aún tenía esos modales que ningún noble tendría. Se encontraba sentado en primera fila, en una silla de madera. A su lado aún no se había sentado nadie, esperaba que fuese algún vasallo o algún soldado que conociese, porque sino se sentiría bastante solo. En esos momentos echaba de menos a Antares.
Observaba a su alrededor como algunos pueblerinos se encontraban con viejos conocidos y se saludaban y se sentaban juntos. Comenzaban a hablar de recuerdos lejanos y se contaban cosas que les habían ocurrido, algunas tristes y otras alegres.
-Si, mi quinto hijo ha nacido- escuchó Aery a un hombre.
-¿El quinto? Eres alucinante...- le respondió el amigo.
El murmullo era inquietante, pero el muchacho estaba relajado metido en sus pensamiento. Se toqueteaba los dedos nerviosamente esperando al sonido de las flautas. De repente escuchó una voz tímida que le había dicho una cosa que él no había alcanzado a oír:
-Umm, ¿disculpa?- dijo la voz desconocida.
-Eh, si si, perdona estaba distraído.
Al girar su cabeza hacia el origen de la voz, descubre que es Loaw, la chica que se había encargado de sus heridas mientras estaba inconsciente. Intenta sonreírle de la manera más verdadera, y ella le correspondió.
-¿Le importa si me siento aquí?
-No no, que va- dijo señalando su asiento libre.
Loaw hizo una reverencia y se sienta a su lado. Parecía nerviosa, algo que el joven nunca llegaría a entender. Los dos miraban a lados opuestos tímidos por no saber que decir. Entonces, la chica saltó con un tema.
-¿Qué tal llevas las heridas?
-Mejor... Aún no me puedo mover con la misma agilidad que antes, pero pronto seguramente...- no parecía estar muy seguro, pero debería creer en las pequeñas esperanzas que tenía.
-Perdona por la pregunta, pero... ¿De qué os conocéis Fer y tú?
-De hace unas semanas, cuando vine aquí por primera vez. Me ofrecí voluntario a enfrentarme a todos los bandidos que estaban ocupando Ewal, sí, yo solo. A la primera sala a la que entré fue a ésta, y después ella apareció como un pájaro caído del cielo, con sus cabellos dorados y su sonrisa. Me llevó ante el rey y le comenté lo que quería hacer. Después Fer quería enseñarme mis aposentos, cuando un bandido que había conseguido meterse aquí nos atacó. Yo la defendí y la rescaté de sus garras. Partí hacia el norte de Ewal y desde entonces no la había vuelto a ver.
En los siguientes momento, Aery le siguió contando a Loaw las aventuras que había estado viviendo por el reino. No le interrumpía, le escuchaba muy interesada. Cuando acabó, la joven se quedó anonadada con todo lo que había vivido el chico y aún estaba vivo. Después soltó una risita picarona y dijo:
-Con razón le gusta a la reina...
-¿Qué?
De repente, las flautas comenzaron a sonar y el murmullo que había en la sala del trono desapareció. Todos se levantaron y colocaron su mano derecha en el corazón, Aery tuvo que hacer lo mismo, debía de seguir las tradiciones. Entonces, por la puerta por la cual habían entrado todos los habitantes de Ewal y sus nobles, entró la próxima reina. Aquella acción significaba que la reina era igual a todos sus súbditos. Un acto muy noble.
Llevaba un largo vestido blanco, era muy ajustado, lo que hacía marcar todas sus partes femeninas. El vestido tenía la manga derecha larga y la otra en cambio, era en forma tirante. El cuello del vestido era muy simple, de la parte de atrás caía una especie de capa corta que le llegaba por la cintura. El pelo lo tenía recogido en una extraña coleta, la forma de la coleta le hizo recordar a Aery el movimiento de una serpiente en posición de ataque. El maquillaje de su cara era blanco como el vestido, hacía relucir sus ojos azules aún más. Todos los presentes se quedaron cautivados por la belleza de la reina, era el ser más hermoso de Ewal
Iba a paso lento, con la mirada al frente, serena. Cuando llegó al asiento del trono, todos se sentaron. Ella tomó asiento y de entre el público apareció el soldado Haijol. Iba caminando recto, alzando la cabeza con orgullo. Llegó a trono, se arrodilló ante Fer y comenzó a leer el juramente que debía hacer la reina. Tras aceptarlas todas, dos chicos muy alegres llevaban entre sus manos una corona transparente, de un material que Aery no supo identificar. Se la entregaron al soldado y éste se la colocó en la cabeza a la reina.
-He aquí, a la nueva reina de Ewal.
La gente comenzó a aplaudir con mucha alegría, algunos incluso vitoreaban. Aery en cambio se encontraba sentado, aplaudiendo débilmente, ya que no podía dejar de mirar a Fer. Tenía luz propia.
Fer se levantó de su asiento, con las manos dio a entender que podían dejar de aplaudir y sentarse. El silencio reinó en la sala esperando a las palabras de la reina. Ella cerró los ojos por un momento y después dijo:
-Sé que Ewal está pasando una época dura por culpa de los bandidos extranjeros, pero yo, igual que mi tío, prometo poner todo lo que esté bajo mi poder para conseguir expulsar a todos los bandidos que nos están causando tanto daño. No tenemos un ejército muy numeroso, pero sí poderoso. No quiero entrar en guerra con ellos, pero cuanto más empeño pongamos, seguro que podremos derrotarlos y que la prosperidad llegue de nuevo a Ewal.
Aery bajó la cabeza, lo había decidido, por ella y por todo su reino, iba a encontrar al jefe de los bandidos. Había descubierto su punto débil, creía que trabajaban por separado, pero en verdad trabajan como uno solo, es decir, tenían a alguien que los dirigía. Si encontraba al jefe y lo mataba, los bandidos se desmoronarían y huirán al lugar del cual proceden. Un sentimiento y un recuerdo le invadió su cuerpo, las palabras de Vam. ¿Y si su padre era en verdad el jefe? Apretó los puños y pensó:
“Es imposible”.
Hacía frío, aún así el chico de cabellos azules quería ir de excursión en medio de la nieve. Agarraba fuertemente la mano de su padre, y lo llevó a un lugar donde se observaban las estrellas perfectamente. Aery se fijó en una en concreto, era espectacular y tenía una luz que ninguna de ellas tenía. Alzó su brazo señalándola y dijo:
-Papá, ¿cómo se llama esa estrella?
-Sirio, tiene una luz muy bonita, ¿verdad?- el chico asintió- Es como si iluminara nuestra oscuridad...

-Fer es como el Sirio de Ewal, o algo más...

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