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viernes, 15 de junio de 2012

Crónicas de Ewal- El Árbol Milenario (II)



Relid trotaba, trotaba por el bosque dejando llevarse por el viento, por el cantar de los cuervos y por el sonido del agua al caer estrepitosamente contra el suelo. Se encontraba en plena tormenta, pero éso al centauro poco le importaba. Su melena roja como el fuego parecía arder en mitad del agua, sus ojos azules se confundían en aquella noche, parecían dos destellos que se movían y movían. Estaba en la cima de su vida, en pleno éxtasis, y por éso, aceleró el ritmo, llegando a correr a velocidades inhumanas.
Pocas criaturas podían sentir lo que él estaba experimentando en aquellos instantes. Lo disfrutaba al máximo, lo sabía. Estaba feliz, porque había tenido el Sueño. No había sido uno normal, al fin le había llegado el mensaje, su media naranja. Aún así le pareció extraño, puesto que había recibido poca información. Recordaba y recordaba unos cabellos verdes que se confundían con el bosque, estaba cantando, ¿o acaso era el sonido de los árboles? Poco le importaba a Relid, su canción era hermosa.
Había llegado el momento de abandonar su hogar y seguir el camino marcado por el Sueño.

En el otro lado del bosque, Folwas y Hairen estaban cobijándose de la fuerte lluvia por petición del humano. La ninfa estaba acostumbrada a esa fuerza del agua, pero el hombre había insistido tanto que le fue imposible soltar una negativa.
Hairen tocaba los troncos de los árboles, acercaba su oído a ellos y asentía. Escuchaba sus voces, escuchaba sus cantares. Folwas seguía a la ninfa, como había estado haciendo durante los últimos días. Su curiosidad hacia ella había ido en aumento y más cuando se percató de que quizá iba a encontrar objetos preciados durante su viaje. Cuando Hairen hablaba con los árboles, Folwas se apartaba, temiendo que su sola presencia causara interferencias o algo parecido.
Las gotas de lluvia comenzaban a hacer daño a Folwas, quien con su débil cuerpo humano, acostumbraba a estar en lugares con techo cuando sucedían esos fenómenos atmosféricos. Porque él no era un cazarrecompensas corriente.
Puede que por su aspecto no lo pareciera, pero antes de que naciera esa afición suya por la búsqueda de objetos inútiles para la sociedad se encargaba de la economía de un noble, un noble que vivía por el sur, donde todo era hielo. Con una paciencia pocas veces demostrada por los de su raza, Folwas trabajaba y sirvió a aquel noble desde su adolescencia y pronto, su cabeza se acomodó a esos complicados términos, a las complicadas operaciones, a la vida tranquila que poseían los nobles.
Había leído desde pequeño apasionantes novelas de aventuras, pero le aburrían y las leía simplemente para poder mantener conversaciones normales con las bellas jóvenes sirvientas del hogar del noble. Poco a poco, con el paso de los años, consiguió ahorrar un pequeño capital viviendo de forma austera. Se podría decir que Folwas era el segundo hombre más rico de la villa helada. Muchas de aquellas jóvenes sirvientas fueron tras él, tras su pequeña fortuna, sus ahorros.
En la memoria del hombre apareció la imagen de aquella bruja, aquella bruja que le había leído el destino. “Un objeto, dos objetos... Tres objetos. Para cumplir con tu misión necesitarás tres objetos. Necesitarás plasmar todo lo que sabes y más. Necesitarás viajar y aprender. Necesitarás encontrar tu verdadero hogar”. Hacía meses que Folwas no pensaba en aquellas palabras, y desde aquel momento se había dedicado en ir en busca de objetos despreciables, recorriéndose todo el sur y dirigiéndose hacia el norte.
Folwas estornudó por el frío y al fin entró en aquel árbol que les había permitido la entrada. La ninfa lo observó y silbó, silbó una canción que durmió al cazarrecompensas. Poco a poco en su mente se fueron formando palabras, como si en verdad la muchacha estuviera cantando.
Tierra árida, tierra triste.
Tierra con vida, tierra de mi alma.
Me plantaré allí
y moriré contigo.
Cuando Folwas despertó, Hairen ya no se encontraba en el interior del árbol. Estaba fuera, con los brazos extendidos hacia el sol, como si estuviera recibiendo su calor directamente. El hombre la observó maravillado. Con lentitud, Hairen fue adquiriendo una tonalidad cada vez más y más clara, su pelo se asemejaba a las hojas de los árboles y su piel blanquecina parecía haber desaparecido. Ella comenzó a respirar entrecortadamente y volvió a la normalidad.
-Perdona, estaba alimentándome.
Agarró la manta de lana que había adquirido por una estafa y se la enrolló por los hombros, como si de una bufanda se tratara.
-¿Continuamos?
Y los árboles les abrieron el camino hacia ninguna parte, porque después de todo, ellos no tenían idea alguna de su destino. ¿O quizás sí?  
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Sí, parecía que había abandonado el blog, pero ahora que he terminado PAU y tengo un verano por delante, por supuesto que lo voy a retomar!! Espero que disfrutéis con esta segunda parte donde se os presenta a un tercer personaje (ya está formado al trío protagonista). Por otro lado tengo una buena noticia que anunciar (más o menos xD): he ganado el concurso de relatos cortos de la revista de mi instituto... Era la historia de Calles de Londres, y aunque me hace ilusión verla en la revista, me habría hecho más ilusión haber ganado con Conversación entre un caballero y un soldado D: 
¡Saludos!
Espero que todo os vaya igual de bien que a mí :3

miércoles, 25 de abril de 2012

Crónicas de Ewal- El Árbol Milenario (I)



-¿Como que me pide tres monedas de oro por esta manta de lana? -Hairen tocó la tela, áspera, pero suficientemente gruesa como para cobijarla del frío-. Como mucho cuesta una moneda de cobre.


-Nos encontramos en una época extraña, bella joven. La mitad del rebaño de mi hijo desapareció, y la mitad de esa mitad murió debido a una plaga y... -el mercader hizo amago de continuar con sus explicaciones, pero Hairen le indicó con una mano que podía callar.

A regañadientes, Hairen sacó su saquito de monedas para colocar dos de oro sobre la mano del hombre. Antes de que se percatara de la falta de una moneda, Hairen agarró la manta descolorida y salió corriendo del mercado. Pudo escuchar sus maldiciones, pero ella pensó que no se podía estar más maldita de lo que ya estaba.

En aquel pequeño pueblo, el físico de Hairen no pasaba desapercibido. Después de todo, las ninfas no salían nunca del bosque, mandaban a sus sirvientes, los duendecillos, para las cosas que necesitaban. Sus cabellos verdes como la primavera, largos, recogidos en una larga trenza, ondeaban al compás del viento como si bailasen una preciosa danza. Sus ojos violetas, curiosos, observaban cada detalle de su alrededor y cuando se fijaba en un ser, parecía como si reconociera su propia esencia. Sus labios blancos, finos, se confundían con el resto de su piel, también blanca debido a su encerramiento en el bosque, acogida por las múltiples ramas de los árboles. Iba ataviada con telas marrones, que conformaban un traje cómodo y apropiado para el viaje al que se había visto sometida.

Continuó corriendo, como si aquel mercader hubiera decidido perseguirla. Mientras corría, metió aquella áspera manta que tanto la iba a proteger de la fría noche en su bolsa de piel. De la poca atención que estaba prestando, chocó contra algo muy fuerte, tan fuerte, que cayó al suelo de culo. Se percató entonces de que no necesitaba correr, no tenía prisa, había que llevar su viaje con paciencia y por éso, sin decir nada, se levantó y se quitó la arena que se había posado sobre su ropa.

-¿Se encuentra bien, dulce doncella? -el hombre le había tendido la mano, pero se había quedado con las ganas de tocar la suave piel de la ninfa.

-Sí, gracias caballero...

-¿Caballero? De eso nada -negó con la cabeza a la vez que se quitaba su sombrero viejo-. Verá señorita, soy un cazarrecompensas. ¿Le interesaría alguno de los productos que le pueda ofrecer? ¿Quizá un arma para hacer caer las hojas de los árboles? -preguntó mientras sacaba una extraña herramienta de un gran maletín.

-¿Y para qué quiero yo que las hojas caigan de los árboles? Me gustan dónde están... -respondió confusa Hairen.

Aquella pregunta pareció descolocar al cazarrecompensas, quien agachó la cabeza pensativo y guardó su extraño artilugio. Luego, volviéndolo a intentar de nuevo, sacó lo que parecía una lágrima de troll sujetada en un círculo de metal. Lo único que pudo hacer Hairen fue soltar un grito de sorpresa, de entusiasmo. Nunca, ni siquiera en el bosque había visto nada igual.

-¿Te interesa, eh? Lo encontré en un yacimiento al sur... Donde todo es hielo y...

-¿Para qué sirve? -lanzó la pregunta a la vez que observaba el objeto desde distintas posiciones. Hizo amago de tocarlo, pero enseguida, el hombre apartó el extraño objeto.

-Cuidado, cuidado... Verás, con ésto... -se colocó la lágrima de troll delante del ojo y éste repentinamente creció. Su ojo, de un color grisáceo, se veía grande, redondo. Hairen no pudo hacer otra cosa que aplaudir, como si todo fuera un espectáculo-. Puedo ver las cosas más grandes... -el hombre agarró una hoja del suelo y colocó el artilugio sobre él, mostrando todos los seres que habitaban en aquella minúscula hoja-. ¿Ves?

-Pero si quiero ver a esas criaturas, ¿no será mejor agacharme y observarlo por mí misma?

El cazarrecompensas se quedó sin habla de nuevo. La ninfa no se había percatado de ello, pero justo estaba haciendo las preguntas exactas para hacer callar a aquel rufián, ya que esos objetos no tenían valor alguno en la tierra que habitaban. Al ver que aquel humano no iba a seguir entreteniéndola, Hairen continuó con su paso tranquilo pero constante, siguiendo el camino que una extraña marca e su brazo le dictaba.

Pronto, el cazarrecompensas acompañado por la curiosidad, siguió desde lejos a la joven, preguntándose, lanzándose miles de teorías sobre su origen. ¿Acaso era una noble? ¿Una danzarina del lago? Lo desconocía, pero deseaba saberlo, no por atracción hacia ella, sino por su espíritu aventurero, que le impulsaba a explorar los nuevos e inexplorados rincones del mundo. A Hairen no le molestó su presencia, simplemente andaba y andaba hasta que salió de toda civilización y salió al prado sin caminos.

La joven paraba en pocas ocasiones para descansar, parecía impasible ante el calor, ante la luz procedente del cielo. Su apariencia no desmejoraba con el transcurso de los días, no como el cazarrecompensas, quien había descuidado su aspecto. Había veces que se quedaba dormido por la noche y tenía que seguir las huellas de la ninfa, descubrirlas entre la hierba y alcanzarla a grandes zancadas. Pero ninguno de los dos hablaban, ya que en realidad no viajaban juntos.

Pasó una semana y al fin el cazarrecompensas pudo sobrepasar a la ninfa de cabellos verdes. Cansado y entre gotas de sudor, le tendió su callosa mano.

-M-Mi nombre es... es.. Folwas -dijo entre jadeos.

-¿Y qué es lo que quieres?

-M-Me gustaría saber que... adonde te diriges más bien.

-¿Es que acaso tu destino no era el mismo que el mío? -preguntó inocente la ninfa a la vez que se quitaba un mechón verde del rostro.

-Soy un... un aventurero, así que si no te importa, me gustaría... acompañarte en tu viaje... -Folwas retiró la mano al ver que la joven no hacía amago de responderle al gesto.

-¿Tienes oro?

-¿P-Perdona?

-Yo me he quedado con pocos recursos y pronto tendré que comprar nuevos... -explicó con una nueva voz, casi hosca, casi como el temporal que se estaba acercando por la zona sur.

Y así fue el extraño comienzo de la relación de la ninfa Hairen y el cazarrecompensas de nombre Folwas. Pasados diferentes, razas diferentes, ¿un mismo futuro?
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Este es el spin-off de Historias de Ewal del que os hablé unas entradas atrás. No llevo mucho, pero viendo que no tengo mucha inspiración para escribir sobre mi vida o reflexiones, he decidido dejaros este spin-off. Sí, cierto, no colgué Historias de Ewal al completo, pero comprobé primero que los capítulos que subí aquí fuera el número suficiente como para entender el spin-off. De todas maneras, esta historia (como su nombre indica) se puede leer sin haber leído antes nada sobre Ewal.
En esta primera parte del spin-off (sí, serán cortas para hacer la lectura más sencilla y para ver si la gente se anima a leer D:) se presentan dos de los tres protagonistas. Una ninfa de la tierra y un cazarrecompensas de objetos inútiles. ¿apuestas para el tercer integrante de este extraño grupo? ¿Más apuestas para la misión que van a emprender?

viernes, 8 de enero de 2010

Historias de Ewal- Cuando tú me dijiste que te creyera y me mentiste

Bueno, lo prometido es deuda (aunque lo prometí para unas entradas más cercanas). Nos vamos internando más en la historia de Kaili y Kot, y ¡vaya! aquí aparece un personaje muy querido por mí ;D
PD no pongo imagen porque ando con prisa xD
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El dragón alado sobrevolaba el cielo, y encima suya iba una joven de cabellos negros recogidos en una larga trenza. Llevaba encima de su cabeza un pañuelo rojo, y vestía ropas más de hombre que de mujer. Sus ojos miraban con alegría el mundo de “abajo”, aún no se podía creer que estaba volando junto con Kot.
Traspasaron la frontera de Dal, y se adentraron al reino pacífico de Ewal. Todo era de color verde, y a la lejanía; la joven trobadora pudo ver un gran pueblo formado por muchas casas. Llegó la noche, y con él, el frío propio de la temporada. Tuvieron que aterrizar cerca del pueblo, Kaili metió a Kot en su pequeño bolso y se adentró en el pueblo, que más bien parecía ciudad. Habían casas modernas, y por las ventanas se podía ver la luz de las velas.
Aquéllo le daba a Kaili una sensación de cariño. Vio un pequeño banco de madera y decidió pasar la noche ahí. Se tumbó y de su pequeño bolso sacó un mantita. Kot salió del bolso y se abrazó a Kaili. Hacía mucho frío, pero ya habían pasado por cosas peores. De repente, vieron como una sombra se les iba acercando.
Era un hombre mayor, de larga barba y de ojos azules.
-¿Tienes lugar donde dormir?
Kaili se quedó confusa, y tras unos segundos se levantó y le respondió que no.
-Pues entonces vente a mi casa, que dormir en la calle es malo.
Y así hizo la joven. Siguió al anciano a su casa, ésta no se parecía en nada a las demás. Tenía algo especial, que la hacía diferente. Tal vez fuese por su jardín lleno de flores alegres, o por su pintura en la pared que le daba un sentimiento de acogida a Kaili. Llegaron a la puerta y el hombre la abrió con una sonrisa. La habitación principal era de aspecto oscuro, tenía unos muebles que hacían sentir melancolía. A la luz de las velas, Kaili tomó asiento en una silla y el anciano hombre se sentó en la silla frente suya. La joven se toqueteaba los dedos, seguramente el hombre comenzaría a hacerle preguntas, aquéllo hizo que se pusiera algo incómoda.
El anciano soltó un suspiro y dijo:
-Bueno, me deberé de presentar, ya que tú no te has presentado. Mi nombres es Yuipte y tú eres...
-Kaili, señor.
-Bonito nombre Kaili, perdona ahora por mis preguntas pero sabrás que tendré que hacértelas. ¿Cómo una jovencita como tú estaba durmiendo en los bancos de Daoquil?
Concentrándose, la chica preparaba sus respuestas. No iba a mentir a aquel hombre, era muy bueno y amable.
-Verá soy trobadora y he de viajar por todo el mundo. Tras pasar por Dal, decidí parar aquí ya que esta ciudad es muy conocida. Además de que busco algo muy importante para mí...
Kot salió del bolso y desperezándose, se subió a la mesa. En un principio, Yuipte se sorprendió, pero después se relajó. Los dragones eran muy normales por aquel lugar. Acarició con sus arrugadas manos a Kot, quien aceptó ese trato.
-¿De dónde vienes? Llevas ropas extrañas, seguro que no eres ni de Ewal ni de Dal. ¿Acaso has huido de Dicta Bevut? ¿O vienes del reino Cafty?
La chica negaba con la cabeza.
-Provengo de las islas escondidas, lejos de la costa del Desierto Draco- el anciano se sorprendió de verdad- He traspasado todo el mar ya que fui desterrada de mi villa por unos motivos y ahora he de ganarme el pan.
-Comprendo. Por cierto, siento ser cotilla, pero antes has mencionado que estabas buscando algo, ¿puedo saber el qué? Soy muy veterano en Ewal, y aunque no haya viajado mucho puedo ayudarte.
Kaili dudó por unos instantes, tal vez él supiese donde se encontraba aquello que buscaba. Acarició la cola de Kot y susurró:
-La sabiduría eterna...
Varios segundos de silencio, nadie mencionó nada. Yuipte miraba serio a Kaili y tras ese momento de tensión sonrió y preguntó:
-¿Para qué quiere una chica como tú la sabiduría eterna?
-Al hacerme esa pregunta me estás confirmando que existe...
-Claro, ¿cómo no iba a existir? Pero respóndeme.
-Quiero saber del mundo, cómo se formó, todo sobre él.
-Una chica curiosa, cada vez me gustas más. Verás, tal vez esto no te sirva de ayuda, pero tengo cierta información que puedo compartir contigo para ayudarte con tu búsqueda- se aclaró la voz- Comencemos.
Yuipte se encontraba oliendo las flores recién crecidas, la época de recogida de uvas había terminado y acababa de volver a casa de Verne. La joven ciega se encontraba sentada en una silla de madura, sintiendo lo que hacía el chico. Simplemente sonreía, estaba feliz de tenerle otra vez. Además de que había sentido la victoria de Aery sobre el jefe de los bandidos. Eran épocas de felicidad. Mientras olía un tulipán, Yuipte comentó:
-¿Sabes qué Verne?He tenido un sueño mientras estaba en el viñedo.
-¿De qué trataba?
-Estaba sentado junto Aery, uno en frente del otro. Él me sonreír, estaba alegre, como nunca lo había visto. A nuestro alrededor había mucha vegetación, mucho más bonita que este jardín. Se levanta de repente, se dirige hacia mí y me susurra algo al oído.
-¿Has llegado a oírlo?
Mientras asentía, dijo:
-Si, esta vez sí. Me encomendaba una misión. Ayudar a todos los que viniesen a mí en su búsqueda para la salvación de Ewal.
Verne ríe ligeramente, Yuipte la mira confundido. Arranca el tulipán que estaba oliendo, se lo lleva a Verne y se sienta a su lado en el suelo de madera.
-Me recuerdas a un legendario héroe de Ewal...
-¿A un héroe?
-Sí, según cuentan las leyendas, era un jovenzuelo despierto y con mucha imaginación. Provenía de la aldea cercana al árbol Milenario, al igual que tú. Era muy listo, viajó por todos los reinos, recopilando toda su información, historia, tradiciones... Pero todo aquéllo no lo pudo recopilar en su mente, por lo que lo pasó a papel en los últimos años de su vida aquí, en Daoquil. Dicen que los pasó con una pluma de oro y tinta de agua. Las letras resaltaban y brillaban con mucha fuerza. Hubo muchos intentos de robos, por lo que aquel antes joven decidió esconder aquellos pergaminos de sabiduría. Según cuenta la antigua leyenda de Daoquil, lo escondió en aquel lugar donde más guardaba cariño, el árbol Milenario. Sigue estando ahí, esperando a que alguien con la suficiente voluntad como para sacarlo. Esto era un cuento que mi madre me solía contar cuando era pequeña...- dijo con melancolía.
Yuipte se levantó de golpe, y observó el cielo azul. Si Aery le había encomendado aquella misión, significaba que que confiaba mucho en él. Era muy importante para él, por esa razón haría lo que estuviese en su mano para extinguir el odio, la venganza y la guerra en Ewal.
Yuipte terminó de contar aquella antigua leyenda a Kaili. Ella le había estado escuchando con mucha atención. Kot se le subió a un hombro y dijo:
-Entonces, lo único que tengo que hacer es ir al norte de Ewal, ¿cierto?
-Cierto, pero recuerda que aún hay descendientes de los antiguos bandidos que poblaban Ewal que buscan a cualquier extranjero para hacerle huir.
-No permitiré que me hagan nada.
-Te creo, pero ahora es tarde y te ves cansada, así que te acompañaré a tu habitación y te echas a dormir.
El interior de la casa era un poco más grande de lo que Kaili se había imaginado. Estaba la habitación principal, la cocina y dos habitaciones más. Yuipte abrió la puerta y dejó pasar a Kaili. Era una habitación de tamaño normal, con una cama de sábanas blancas, con una pequeña ventana que dejaba ver el trozo pequeño de jardín que se podía ver en la oscuridad. Colgó la vela que llevaba en un pequeño perchero, balanceó un poco pero enseguida consiguió el equilibrio.
-Ya te dejo aquí, ahora descansa- dijo Yuipte mientras cerraba la puerta.
La joven dejó su bolsito en el suelo, del cual sale Kot para inspeccionar en el nuevo lugar en el que se encontraba. Caminaba con pasos elegantes mientras movía la cola dibujando extrañas formas. Encontró su lugar donde descansar. Debajo de la cama se metió y forma un ovillo. Kaili se quitó su chaqueta y se metió en la cama.
Despertó de nuevo en el mismo jardín con riachuelo, se levantó con cuidado y se dio cuenta de una cosa, la flor que se encontraba en ese jardín, había crecido hasta convertirse en un árbol de mediana estatura. Un ligero viento movió sus ramas y las hojas que colgaban de las ramas, cayeron al suelo. Por primera vez, Kaili encontraba la paz cuando observaba aquel mediano árbol. Decidió sentarse y apoyarse en el delgado tronco, en un principio Kaili tenía miedo de que el tronco se resquebrajase pero se sorprendió al ver que aguantaba su peso. Cerró los ojos y comenzó a silbar la canción de la Luna.
La luz que la ventana permitía pasar hizo despertar a la trobadora de su extraño sueño. Se levantó y comenzó a desperezarse. La cama era muy cómoda, hacía tiempo que no dormía tan a gusto. Kot miraba a Kaili desde el suelo, con sus ojos penetrantes.
Salió de su habitación en silencio, calculaba que era muy temprano y la chica no quería despertar a Yuipte. Cuando iba a entrar a la cocina, escuchó unos amargos y tristes sollozos. Al principio, Kaili no se podía creer que proviniesen del anciano, pero cuando se asomó por la puerta descubrió que así era. Ahí estaba Kaili, escondida detrás de la puerta, se sentía triste por el hombre, pero sabía que si llegaba a entrar no sabría que decir. Kot le indicó con la mirada que pasase a intentar consolar a Yuipte. La joven respiró, se armó de valor y de palabras para animar al anciano y pasó por la puerta.
Cruzaba el arco repitiéndose a sí misma las palabras que le iba a decir a Yuipte. Ella le miró con un poco de vergüenza y le preguntó:
-¿Le ocurre algo Yuipte?
El hombre no se había dado cuenta de la presencia de la joven, dejó un papel en la mesa de madera, se secó un poco las lágrimas y con su sonrisa cálida le respondió:
-Nada, son solamente los recuerdos, que vienen de repente... ¿Quieres algo para el desayuno?
Kaili simplemente asintió poco convencida. Yuipte se levantó de la silla y salió de la cocina a comprar algo a las tiendas de Daoquil. Cuando la trobadora se aseguró de que el anciano se había marchado, se acercó a la mesa a leer aquel extraño papel que había hecho llorar a Yuipte. Lentamente, agarró lo que parecía ser una carta.
“Querido amigo Yuipte:
Soy Fer Qel, reina de Ewal y esposa de Aery Giol. Tal vez te Aery te haya hablado de mí en sus visitas a Daoquil solamente para verte. Primero, gracias por todos los buenos consejos que le diste a mi esposo. Ahora voy hacia la verdadera razón de esta carta. He decidido anunciarte de mi esposo, Aery. Murió de una enfermedad muy extraña y aún se desconoce su origen. Los mejores sanadores de Ewal hicieron todo lo que estuvo en su mano, pero aún así Aery no soportó más el dolor.
Agradecería que asistieras al entierro de Aery, que seguramente el hubiera deseado tu asistencia. También me gustaría que asistieras a la coronación de nuestro hijo ya adulto Fert, ya que yo no puedo desempeñar el cargo de reina por culpa de mi estado físico.
Mi más sinceros saludos,
Fer Qel”
Kaili no comprendía la situación, pero una cosa estaba segura. El mejor rey que había tenido Ewal, había fallecido. Sus manos le temblaban, dejó rápidamente la carta en su sitio. Había oído rumores en el pueblo de Dal que aquel Aery fue quien expulsó a todos los bandidos del reino pacífico. Al parecer Yuipte y él fueron amigos, y ahora la reina de Ewal le pedía que fuera a ver el entierro.
Se tocó el corazón, le latía con fuerza. Nunca había sentido ese sentimiento. El perder a alguien importante para ella. Nunca lo había sentido porque lo único importante para ella era Kot y nadie más.
Acarició a Kot y oyó como la puerta de la casa se abre. Se sentó en la silla esperando a la entrada de Yuipte. El ruido de los pasos le indicaban a Kaili que se estaba acercando.
Yuipte pasa por el arco, llevaba en sus brazos una barra de pan y una cesta con varios tomates. Los dejó en la bancada de la antigua cocina, y comenzó a preparar el desayuno para Kaili. Ella le miró con tristeza, no sabía como se sentiría en esos momentos el anciano, pero seguramente estaría triste. Ve como el anciano cortaba en rodajas uno de los tomates y le hizo un bocadillo con el pan. Se lo colocó en un plato de madera, se lo llevó a la mesa y le dijo:
-Aquí tienes.
La chica ensombreció la mirada y le preguntó:
-¿Irás al entierro?
-¿Has leído la carta?- preguntó confuso Yuipte.
-Si... Perdóname, pero debía de saber por qué estabas tan triste.
El anciano se tocó la barba, y tras soltar un áspero suspiro, se sentó al lado de ella. Sus ojos eran azules, tan puros, que Kaili aún no se lo podía creer.
-Debo de ir, él fue quien me salvó de morir en un incendio, además de que después de eso no me dejó tirado. Era un chico muy amable y tolerante, y después se convirtió en un buen hombre que amaba a su mujer. Definitivamente iré.
Kaili cogió el bocadillo y comenzó a comer. Se sorprendió, ya que no esperaba que le gustase. Nunca había probado el tomate, aunque hubiese visto muchos en su aldea natal. Tenía un sabor que le hacía vivir miles experiencias. Tras tomar varios bocados más, comenzó a pensar en ir a acompañar al anciano. Era el primer hombre con el que sentía un sentimiento nuevo, casi paternal, por esa razón quería acompañarlo. Kot se subió a su cuello para intentar coger algo de esa nueva comida, de repente, la chica dejó el bocadillo en el plato y dijo:
-Te acompañaré.
El anciano se quedó anonadado, después sonrió, no le vendría mal una compañía agradable. Se levantó y dijo:
-Entonces será mejor prepararnos, quiero conocer a la reina de Ewal.
“Nunca supe donde te escondías,
hasta el día en el que te encontré.
Ahí alta en el cielo, omnipresente,
con un poder inigualable.
Por esa razón te alcanzaré
y estaré junto a ti siempre.”
Melodía de la Luna, canto III

sábado, 5 de diciembre de 2009

Historias de Ewal- Cuando tú me dijiste que me agarrara a tus alas y caí



Bueno, bueno, comenzamos nueva saga en Historias de Ewal aquí en mi blog! Mientras que la historia de amor de Aery Giol y Fer Qel la titulé "Aproximándose a la Luz", esta parte la llamé "Agarrando la Luz", juju, espero que encontréis un por qué a lo largo de estos capítulos xD

Que decir.... Este primer capítulo lo presenté a un concruso de One-Shots de NarutoUchiha y recibió una buena puntuación... Al ser tan corto el capi, lo tuve que alargar y aquí tenéis el resultado xD Una historia interesante, con reencuentros de personajes y nuevos personajes =D

Que disfrutéis!!!

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El sol se encontraba en su total plenitud. Estaba encima de todo, omnipresente. Hacía calor. En medio del desierto, era donde más hacía calor. No había nada. Ni una sombra donde poder cobijarse, ni un pequeño charco del que poder beber, ni un pequeño arbusto del que poder coger sus frutos y alimentarse con ellos. La arena era áspera, y hacía de los pasos de Kaili, mucho más difíciles.
-¡Ya estoy harta!- gritó a los cuatro vientos.
Tras chillar unas cuantas veces más, Kaili cayó rendida al suelo. Se tumbó encima de la arena, algo de lo cual se arrepintió, ya que estaba hirviendo por culpa del calor del Sol. Se levantó enfadada y gritó otra vez algunas blasfemias. Entonces, un pequeño ruido se produjo en el cuerpo de Kaili. Un rugido atroz. Se tocó la barriga. No había probado bocado desde unas cuantas lunas. De una pequeña bolsa de piel que portaba colgado de su hombro, salió un dragón. Era un reptil diminuto, de escamas verde esmeralda. Tenía los ojos de color amarillo, y su cuerpo finalizaba en una larga cola que formaba una espiral. Éste miró a Kaili y se subió encima de su hombro. Con su cuerpo, acarició suavemente la cara de Kaili. Ella le tocó un poco. Comprendía por lo que estaba pasando.
-Ya lo sé Kot, pero recuerda que falta poco para salir del desierto y adentrarnos en Dal. Debo ganarme el pan.
Kot le siguió mirando con su mirada suplicatoria, por lo que Kaili decidió meterlo de nuevo en su bolsa. Soltó un suspiro. Kaili esperaba que aquel infinito desierto no fuese su tumba, ni la de Kot.
Su cuerpo se sentía cansado, decidió descansar allí mismo, aunque hiciese tanto calor. Continuaría su camino por la noche, cuando hacía frío en vez de calor. Cerró los ojos y se adentró en un sueño.
Un suave viento le hizo despertar. Con algo de enfado, se levantó de la arena o lo que antes era arena. Al posar su suave mano en el suelo, notaba que no estaba en la arena. Estaba sentada sobre hierba, verde hierba. Confundida, se puso de pie. Decidió investigar el lugar. El ruido de un riachuelo le llamó la atención y se dirigió hacia allí. Era un río pequeño, de agua cristalina, de repente una gota enorme salió del agua. Se asustó en un principio, pero después se dio cuenta que era Kot que se había bañado en el agua. Le abrazó y le preguntó:
-¿Sabes dónde estamos?
Una luz le cegaba, se tapó con una mano. ¿De dónde provenía tal luminosidad? La luz comenzó a decaer y cuando apartó su mano se quedó perpleja. Era maravilloso. Si solamente lo pudiese coger...
El pequeño dragón le lamió la cara, Kaili se despertó. Se tocó la cabeza, ¿qué era aquello? Entonces, la luz de la Luna la despistó y le hizo olvidarse de aquel extraño sueño. Se puso en marcha, quería llegar cuanto antes a Dal para poder descansar en condiciones y comer buenos alimentos. Kot se metió en su pequeño bolso, forma un pequeño círculo y volvió a dormir.
Cuando iba a comenzar el amanecer, el dulce amanecer; Kaili veía a lo lejos unas luces fijas. Al fin había llegado a la frontera del Desierto Draco con el reino de Dal. Corrió tanto como sus piernas se lo permitían, lo que hizo que se cayese varias veces. Al fin iba a poder comer de verdad. Llegó a un pequeño pueblo exhausta, entró como pudo, arrastrando sus pies.
Al ver el interior del pueblo Daliense se quedó confusa. ¿Por qué la gente al verla cerraban sus ventanas y se entraban en sus casas? ¿Acaso le tenían miedo?
Las casas eran de madera de color claro, y en cada casa había un pequeño jardín con flores muertas que intentaba decorar el hogar. Al recorrerse la mayor parte de la ciudad, llegó a una taberna que parecía la más acogedora de todas las que había visto. Tocó primero la puerta y después atravesó la puerta. El ambiente no era nada alegre. Señores mayores sentados en taburetes bebiendo de su cerveza, las madres cansadas de aguantar el llanto de sus hijos. Lo peor fue que al ver que había entrado alguien nuevo, todos los presentes giraron sus cabezas hacia Kaili. Ella solamente pudo sonreír como una estúpida.
Caminaba lentamente hacia la barra, se dirigió hacia quien parecía la jefa del hostal. Una señora de unos cuarenta años, rechoncha de cara y de cuerpo también. Tenía los cabellos rubios y rizados, pero lo que más llamó la atención de la chica fueron sus labios gordos que se movían con mucha rapidez.
-Perdone...- dijo tímidamente Kaili.
-¿Um?- respondió solamente la señora.
-Vengo a hospedarme aquí, es que me recorrido todo el Desierto Draco solamente para venir a Dal.
Murmullos, y de repente todo el mundo comenzó a reírse. Un señor mayor con un bastón se le acercó y le dijo:
-Jovencita, si te hubieras recorrido aquel desierto estarías muerta, ya que el único que habita el desierto es la muerte.
A la joven se le hinchó la vena del cuello y comenzó a gritar. Comenzó a contar su historia, de cómo había atravesado el desierto y cómo había sobrevivido. Lo contaba todo de manera detallada, y lo que la chica agradecía era la atención del público. Al acabar soltó un suspiro, estaba cansada y necesitaba beber agua.
-Jeje, parece que la chica dice la verdad...
Todos aplaudieron a Kaili y la vitorearon. La dueña de la taberna la invitó a bebidas, en general, pasó una buena noche Kaili.
Al siguiente día, bajó a la barra para tomar su desayuno. Ya no había gente, se habían ido a sus respectivas casas. La chica aún tenía sueño, pero se lo había pasado bien. Mientras que la señora de labios gruesos le preparaba el desayuno, ésta le preguntó:
-Kaili, ¿por qué tan duro trabajo para venir solamente a Dal? Es un reino de lo más normalito.
-Soy trobadora, y me gano la vida contando historias a los habitantes de distintos pueblos. Así que necesito viajar y encontrar lugares nuevos.
-Entiendo...
La chica se tomó tranquilamente su desayuno, y por debajo de la barra le daba pequeños trocitos a su pequeño dragón. No quería llamar más la atención.
-Por cierto, Sra Jadse... ¿Por qué este pueblo es tan triste?
A la mujer se le oscureció la cara, parecía que fuese un tema bastante serio.
-Hay algo en estas tierras que nos quita parte de nuestra energía vital. Por eso, cuando viniste aquí y empezaste a hablar y a contar tu historia, era como si... Como si la parte de nuestra energía que habíamos perdido se recuperase. Tal vez después de todo, necesitemos una trobadora.
Kaili se levantó repentinamente de su taburete. Agradeció a Jadse el desayuno y se marchó de la taberna corriendo. A lo mejor los habitantes del pueblo no lo notasen, pero la joven si que lo notaba. Había algo ahí, que la llamaba. Siguió corriendo rápidamente, lo que hizo, como siempre, que se chocase con toda la gente. Ella se disculpaba, aún así siempre chocaba.
Llegó adonde la hierba cambiaba de color, y el lugar daba un aire más alegre. De su pequeño bolso sacó a Kot y le susurró que la llevara adonde necesita ir. El dragón comenzó a olisquear la hierba, como si de un perro se tratase, y se alejó de Kaili. Seguía oliendo y oliendo.
Kot llevó a la trobadora a un lugar muy peculiar. A un pequeño riachuelo de agua cristalina. En el centro de aquel río, había una roca, y en esa roca un objeto que no podía identificar por culpa de la luz que desprendía. Se acercó poco a poco y como podía. Notó como el agua le mojaba sus pantalones de cuero, no le importaba. Entonces, se dio cuenta que aquel objeto que le quitaba la vida al pueblo de Dal, no era nada más ni menos que una pequeña y débil flor. Kaili la observó con admiración, dijo para sí misma lo siento y la arrancó de la roca. De un momento a otro, el nivel del agua comenzó a subir y arrastró a Kaili con ella.
-¡Es imposible!
El riachuelo se convirtió en un gran río con una gran fuerza de arrastre. La chica chocaba con trozos de rama que le hacían magulladuras y con piedras que le provocaban moratones. Ella intentaba pedir ayuda, pero nadie le escuchaba. Justo, cuando iba a llegar a un lago de mucha profundidad, donde posiblemente se ahogaría. Alguien la sacó. Ella estaba inconsciente, no sabía quien era. Notó de su chaqueta que era un animal con garras muy fuertes. Abrió lentamente los ojos y miró hacia arriba.
Se quedó atónita. Parecía Kot, su pequeño dragón de escamas color esmeralda, pero no podía ser él. Aquel ser era mucho más gran que él y además tenía unas enormes alas de escamas también.
-Kot, ¿eres tú?
Algo le hizo preguntar éso, y algo le hizo saber que sí, que era él. ¿Cómo se había transformado en un ser tan grande? El aire le golpeaba fuerte la cara y elevaban sus cabellos por todo lo alto. Le gustaba aquella sensación, se sentía libre como ningún ser que había volado sobre aquel cielo tan inalcanzable. El gran dragón seguía volando por encima del río, todos los seres que habitaban la tierra le parecían insignificantes a su campo de visión, cuando llegan a lo que parecía el pueblo donde se habían hospedado antes, aterrizó lentamente. Kaili se mareó al principio cuando sus pies tocaron el suelo, pero eso no le importaba. No se lo podía creer. Kot... Inesperadamente, la trobadora abrazó a su amigo al cuello y le dijo:
-¡Te quiero! Gracias, gracias, gracias...
Kot simplemente lanzó un gruñido, entonces la chica se acordó de algo importante. Le dijo que la esperase, fuera hacia la taberna y tras esquivar las preguntas de la Sra Jadse, subió a su habitación y cogió su pequeño bolso. De él, sacó una flauta travesera de color plata, como su oficio era el de contar cuentos, siempre le venía bien tocar su flauta.
Comenzó con su melodía, sabía que aunque Kot estuviese a muchos metros de distancia, oiría su melodía. La melodía de la Luna. El dragón poco a poco fue reduciendo su tamaño al escuchar la canción, y con él, la alegría del pueblo fue creciendo enormemente.
“O señora celestial,
tú que te elevas sobre nosotros,
traémelo de vuelta.
O señora que guarda la noche,
devuélveme los sentimientos.
O señora blanca,
si en serio estás ahí,
por favor,
escucha mi súplica.”
Kaili repasaba la letra de la melodía mentalmente. Aunque no comprendía como Kot se había transformado en un ser tan grande, algún día cuando controlase su transformación llegarían a la superficie de la Luna, la tan ansiada Luna...
Era de noche, y la Luna resplandecía con su luz habitual. Lejos del pueblo se encontraban Kaili montada encima del gran Kot, sintiendo el frío aire en sus carnes. Por unos momentos, parecía que pudiesen coger aquella Luna tan ansiada por ellos. La chica abrazó al dragón y le dijo:
-Creo que nos estamos aproximando a nuestro destino...

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PD Próxima historia: Cuando tú me dijiste que te creyera y me mentiste

Ahora que lo pienso, me encantan los títulos de esta saga *O* Son los más "poéticos"

PD2 la imagen que he puesto, la acabo de encontrar por casualidad y el significado que le he encontrado me ha parecido el que más se parecía a al significado de la historia... (y a los personajes principales)

sábado, 17 de octubre de 2009

Historias de Ewal- El volcán invisible y el padre


Bueno, llegamos a la recta final de las aventuras de Aery Giol... Una historia que terminé con mucha emoción, donde siempre mantendremos en nuestros recuerdos a aquel chico de cabellos azules y ojos violetas enamorado de una bella dama...

En las próximas entradas, historia especial 7.5!

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Dos chicas de aspecto jovial, corrían por uno de los muchos pasillos del castillo de Ewal. Cogiendo con fuerza, llevaban pergaminos doblados. Parecían tener prisa. A una de ellas, la que era más joven, se le cayó uno de los pergaminos. Se detuvo a recogerlo.
-¡Espera Loaw! Tengo que recogerlo...
-Gab, sé que acabas de llegar al castillo, pero por favor, no cometas más errores. La reina necesita estos documentos para sus cuentas.
La chica de nombre Gab se agachó a coger el pergamino caído, cuando de repente, sin darse cuenta se le cayeron todo. Se alteró bastante y comenzó cogerlos con rapidez. Algunos se arrugaron, pero su prioridad era llevarlos a la reina. Abrieron un gran portón y entraron en la sala del trono. Allí se encontraba “ella” sentada brillando con luz propia. Loaw y Gab le hicieron una reverencia, y después le dejaron los pergaminos.
-Aquí está lo que nos ha pedido, los impuestos de Galiot y toda su historia- dijo Loaw algo nerviosa.
Tras entregárselo, Fer comenzó a leerlo y comentó en voz alta:
-Así que han habido desapariciones de chicos jóvenes últimamente... Esto podría ser cosa de los bandidos, creo que tendré que investigar...
-Pero señora, tiene que organizar la fiesta del castillo de Ewal, ya sabe que todos los años se celebra y ayuda al mercado...
-No hace falta que lo recuerdes Loaw, pero prefiero librarme de los bandidos que ir celebrando fiestas.
-¿No se estaba ocupando “él”?
-Tal vez él no sea suficiente en este trabajo...-respondió Fer en señal de tristeza y nostalgia.
-Usted le ama, ¿no es así?
Fer miró hacia ningún punto fijo y sonrió, luego mandó marchar a Gab y a Loaw.
Cuando se cerró el portón tras suya, las dos suspiraron. Esperaban que la reina les regañase por esa conducta tan cotilla, pero no fue así. Se dirigieron hacia sus respectivos trabajos y no mencionaron aquella conversación tan extraña.
Por primera vez en su vida, Yuipte estaba deseando que lloviese. No podía aguantar ese calor. Trabajaba a más no poder, y eso que aún era el segundo día. Soltó un suspiro, tras beber un poco de la bota de agua, comenzó de nuevo el trabajo. A su lado se encontraba Knuj, trabajando con esfuerzo y sin descanso. Llegó el mediodía y decidieron parar para almorzar. Yuipte comenzó a zampar a más no poder, un trozo de pan y queso, con eso era con lo que pasaba el día. Mientras comía, el hombre le miraba con mirada curiosa y decidió preguntar:
-Yuipte, ¿tú no vivirás con Verne Mar, no?
-Si, ¿como lo sabes?
-Intuición, te había visto por el pueblo y como ella es la única que acepta gente desconocida en su casa...
El chico dejó de comer, tenía una duda sobre la adivina que le daba vergüenza preguntarle a ella misma.
-¿Por qué acoge a gente sin hogar?
-Porque ella no es de Ewal, ¿no lo sabías?- preguntó Knuj al observar la reacción de Yuipte- Según dicen las mayores del pueblo, ella proviene de Dal, y la familia Mar la acogió. Parece ser que cuando estuvo viviendo junto con los ancianos lo pasó muy bien, lástima que muriesen... Si... Me acuerdo de su expresión cuando estaba frente a su tumba... Desde aquel momento cambió para siempre. Después vino el momento de su ceguera... También muy trágico. Ocurrió antes de la muerte de Ijial Mar, la pobrecilla no pudo ver el último suspiro de su madre.
El chico comenzó a mirar el suelo. No se esperaba una historia tan trágica de Verne, y ahora él, tomaba su decisión. Haría lo que fuese para sacarle una sonrisa a Verne, lo que fuese... Así tal vez, escuchase las palabras de Aery...
Se levantó de la tierra y cogió la azada. Ahora tenía la determinación necesaria para seguir trabajando, cuando llegase a casa seguramente la adivina estaría contenta.
Lejos de allí, un muchacho de cabellos azules se encontraba apresado en la fortaleza del espíritu del agua. Tenía la mirada perdida y el cuerpo controlado por aquel ente. En ese mismo momento, se estaba llevando a cabo una batalla entre dos de los vasallos de Némesis. Era una habitación que parecía antigua, con un especie de trono y en el centro de la habitación un círculo rojo que marcaba el límite de la pelea.
Sentada en el trono se encontraba Némesis observándolo todo, a su lado de pie, se encontraba Aery. Némesis reía y disfrutaba del combate, en cambio Aery estaba en una fase de semiconsciencia del que no se podía librar. Pasaban otros sirvientes y le dejaban alimentos al espíritu, mientras ésta observaba la pelea.
Los que peleaban era el hijo de aquel campesino contra otro que Aery no se podía recordar. Era una pelea bastante rara, ya que se pegaban puñetazos y demás, pero nunca se hacían ninguna herida mortal.
De repente, Némesis hizo una señal con la mano y el combate cambió completamente de técnica. De sus bolsillos sacaron unos cuchillos bastante cortos y comenzaron a atacarse. Rasguños y heridas en los brazos era lo único que se hacían, entonces cuando parecía que la batalla la iba a ganar el hijo del campesino, el otro vasallo le apuñaló en el estómago.
No gritaba ni se quejaba, simplemente cayó en el suelo desangrándose. Varios sirvientes intentaron acercarse para ayudar al joven, pero Némesis lo impidió.
-Quiero ver como resiste el dolor.
El chico se retorcía en el suelo, se quejaba en voz baja. Un rastro de sangre se iba formando en el suelo. Aery, quien lo estaba viendo todo, salió de su fase de obediencia y corrió hacia él. Un chasquido de Némesis, y algunos sirvientes le agarraron de los brazos y lo tiraron al suelo de boca. Estiró un brazo suyo para intentar alcanzar al joven, no lo consigue. ¿Por qué no tiene la suficiente fuerza?
El espíritu del agua, con una elegancia muchas veces demostrada, se levantó de su “trono” y se dirigió hacia Aery. Él le miró desafiante.
-Eres demasiado rebelde, te mereces un castigo por no hacer caso.
Aery apartó la vista, lo único que le importaba era salvar a aquel chico. Su padre estaba muy preocupado por él y no quería que su padre descubriese que su hijo ha muerto desangrado. Intentó moverse aún más, y cuando se dio cuenta, los vasallos se habían retirado de encima suya. Podía ir a salvarle...
Sintió como algo incandescente le toca la piel de la espalda. Gritó de dolor. Levantó su vista hacia el espíritu del agua. Abrió los ojos, con el agua que había a su alrededor había creado un látigo de agua que a primera vista no parecía muy doloroso. Némesis sonrió malvadamente y antes de soltarle otro latigazo, gritó:
-¡Quiero oírte gritar!
Una explosión ocurrió en esa habitación, e hizo a Némesis parar. Todos miraron hacia el lugar destruido. Una nube de polvo lo rodeaba y una sombra de un hombre se podía observar. Cuando el polvo se retiró, dejaron ver a un hombre de cabellos grises y ojos violeta. Vestía ropa oscura, y llevaba en sus manos una espada muy larga. Señaló hacia Némesis y dijo:
-¿Qué se supone que está haciendo con mi hijo?
-¡Aaaaaaaaaaaah!- gritó Fer.
Los soldados corrieron hacia la reina de Ewal, temían que le hubiese ocurrido algo. Cuando entraron a la sala del trono, se encontraron con una cara blanca como la porcelana, y una carta que caía al suelo lentamente. Uno de los soldados fue hacia Fer, mientras el otro recogió la carta del suelo. No llevaba remitente, por lo que se extrañó bastante.
-¿Qué ha ocurrido mi señora?- preguntó el soldado.
-Me parece que estoy amenazada de muerte... El jefe de los bandidos ha descubierto que mi tío murió y ahora quiere acabar conmigo. Todo lo explica en la carta. Oh, es horrible- dijo mientras se agarraba al soldado.
El otro leía la carta, su expresión iba cambiando con cada párrafo que leía. Tras terminar, le susurró a su compañero:
-Dobla la seguridad en el palacio, ahora sí que no dejaremos entrar a los extranjeros. Envía mensajeros por todo Ewal, para que no hayan quejas. Me parece que pronto tendremos una batalla.
Acompañaron a la joven asustada a su habitación, cuando cerraron la puerta con llave, Fer comenzó a pensar en el remitente de la carta. Se acordó del sueño que tuvo. Su tío asesinado por aquel hombre de ojos violeta... Se agarró el pecho con fuerza. Tenía miedo, no por ella, sino por Aery. ¿Y si un pariente suyo era el jefe de los bandidos? No quería obligar a su amado a acabar con un familiar suyo, pero él parecía muy decidido en acabar con los bandidos.
Su cabeza le dolía, por lo que decidió acostarse en su cama para despejar las dudas que azotaban su mente.
Némesis sonrió al oír la pregunta del hombre. Cogió a Aery del pelo, levantándole del suelo. Pasó un dedo por su cara, marcando su contorno.
-Me pertenece, así que hago con él lo que me apetece.
Y de un momento a otro, Némesis besó a un joven confuso y desorientado. Su alma se encontraba vacía, deseaba salir de allí, volver al hogar que nunca tendrá. El chico cerró los ojos de cansancio y dejó que todo pasase a su alrededor.
Oyó gritos y lamentos, entonces alguien le cogió y lo llevó lejos del palacio del espíritu del agua. Aery esperaba que todos los hombres pudiesen escapar de aquel lugar, ya que sino, él mismo correría el peligro de ir a salvarlos. Ahora sabía el peligro que corrían. La imagen del chico ensangrentado cubrió su mente.

Aery se despertó de repente gritando:
-¡El chico!
Al levantarse tan rápidamente, sintió un dolor en su espalda. Se dio cuenta que la tiene vendada y comenzó a observar su alrededor. No deberían estar muy lejos del castillo de Némesis. Caminó con pasos lentos, pero valientes. Una voz conocida le hizo detener:
-¿Adónde crees que vas?
Aery giró su cabeza sin poder creérselo. No podía ser él. Había cambiado por el paso de los años, pero los ojos violeta seguían ahí. Su rostro parecía entre serio y alegre, esperando la reacción del joven. Aery no sabía qué decir, qué hacer. Las dudas aún asaltaban su mente. Agachó el rostro y susurró:
-Pâa...
Lágrimas cayeron al suelo, y el padre desaparecido abrazó al hijo. El joven, quien no había sentido calor familiar desde aquel incendio, aceptó el abrazo y comenzó a llorar aún más fuerte.
-Si supieses cuánto tiempo te he estado buscando y todo lo que he oído de ti...
-Lástima que sea cierto...-dijo en voz baja el padre de Aery.
El joven se separó de su padre confuso, retrocediendo unos pasos.
-¿Cómo? ¿En verdad eres el jefe de los bandidos?- su padre no contestó, simplemente seguía mirándole fijamente- ¡¿En verdad asesinaste a Mâa y a todos los demás habitantes?!
Al ver que su padre no le contestaba, Aery, desesperado con la verdad, agarró del cuello de la camisa a su padre. Hizo bajar la cabeza de su padre. Sus ojos eran tranquilos, incluso el joven se pudo percatar de un brillo de asesino en sus ojos. Pero ahora a él le daba lo mismo, quería sus respuestas. Quería que las repuestas saliesen de la boca del causante. Movió un poco el cuello de la camisa con fuerza y gritó:
-¡¿Por qué no me respondes?!
Los gritos de Aery hizo espantar a todos los animales del lugar. El peso de la verdad hizo a Aery caer al suelo de rodillas, su padre compasivo, apoyó su mano en su hombro.
-Por eso huí del lugar... No quiero que acabes como yo...
-¿Por qué?
-Ellos se entrometían en mi camino, no lo podía permitir...
-¿Por qué yo sí? ¡¿Por qué?!
-Tu madre antes de morir me hizo jurar que te protegiese, cuando te vi saliendo del poblado, pensé en matarte el último, pero... Aery, necesito tu ayuda para derrocar a la reina de Ewal.
-¿Qué ocurre con Fer?
-Para que no hayan más discriminaciones en este mundo, he de acabar con este mundo de “paz”.
Aery se agarró del tobillo de su padre, y le miró con furia:
-Ni se te ocurra hacerle nada a Fer... Sino...
-¿Sino qué? ¿Matarás a tu propio padre? Vamos Aery, te conozco demasiado bien. Me idolatras demasiado como para poder matarme.
El corazón de Aery no podía soportar todo aquello. Él, que desde el fondo de todo su ser había creído en su padre, lo había defendido delante de uno de los bandidos y ahora toda su oposición a la verdad se vino abajo. Fer o su padre... Tenía que hacer su decisión.
Se levantó poco a poco, con la cabeza agachada. Cuando levantó la cabeza para mirar a su padre, estaba decidido. Iba a proteger a la mujer que quería, a la mujer que deseaba lo mejor para este bello mundo, a la luz de Ewal.
Movió los brazos rápidamente, pero su padre paró su ataque con una sola mano. El viento se movió con furia.
-No puedes utilizar ese poder contra mí, ten en cuenta que fui yo quien te lo enseñó.
-¡Eso ya lo veremos!
Pegó un salto, junta sus manos en un puño y concentró su energía ahí. Llegó al sitio donde se encontraba su padre y cuando iba a dar su golpe, su padre le agarró una de las muñecas y le lanzó lejos de él. Aery cayó de espaldas, muy bruscamente. Creyó haberse roto unas cuantas costillas. Escupió un poco de sangre y dice:
-¿Por qué haces todo esto? ¿Luchar contra un reino de paz? ¿Luchar contra inocentes? ¿Matar a reyes que no han hecho nada? ¡Todo esto por tus caprichos!
Su padre comenzó a reírse, el chico no se lo podía creer, ¿qué le hacía tanta gracia? Al terminar de reír, su rostro cambió de alegría a melancolía.
-Verás Aery, ¿nunca te has preguntado por qué nadie se puede acercar a las Tierras Prohibidas del Norte?- el joven negó con la cabeza- El secreto tras todo esto es que somos unos expulsados de Ewal, unos marginados. Nuestros antepasados por ser diferentes racialmente fueron expulsados de aquellas tierras de “paz” y al no tener lugar a donde ir, fueron hacia el norte, donde nadie los pudiera discriminar. Desde entonces, el antiguo rey de Ewal, Fert Qel hizo una ley en la que ningún habitante de Ewal tenía derecho a acercarse a las Tierras del Norte. Yo quiero que paguen por todo lo que nos han hecho, quiero que sientan el dolor, el frío que hemos pasado.
-¿Y eso lo tiene que pagar su sobrina?
-¡Bah! Todos son iguales, la familia tiene los mismos pensamientos.
Por una parte, Aery comprendió el dolor de su padre, el sentirse discriminado, el sentir que miles de miradas te están observando por ser diferente. Pero todo ser humano podía perdonar y empezar de nuevo, y eso era lo que nuestro joven hizo. Aery, por primera vez en su vida, sintió pena por su padre. Todo su rencor guardado. Se tocó el pecho y dijo:
-Puede que tú no los puedas perdonar, pero yo ya lo hice y soy mucho más feliz así. De modo que para que no destruyas este reino deberé acabar contigo.
El peliazul cerró los ojos y envió toda su energía a sus manos y pies. Echó a correr hacia aquel hombre que ya no guardaba ningún parentesco con él, esquivó los golpes de él y cuando vio un hueco libre, golpeó su barbilla fuertemente, lanzándolo hacia arriba. Su padre no se lo podía creer que pudiese haberle golpeado, no comprendía de donde venía aquel poder. Pero si quería cumplir con su plan, tendría que dejar inconsciente al menos, a su hijo. Los dos gritaron de desesperación y se golpearon fuertemente la cara.
De la nariz, de la boca y de muchas más partes de la cara, comenzaron a sangrar. El chico se levantó como puede, la vista se le estaba nublando, estaba perdiendo mucha sangre. Caminó hacia su padre, ahora tumbado boca arriba inconsciente. Gotas de la frente de Aery caían en la frente de su padre, que no despertaba. Un rayo de luz iluminó a los dos hombres. El joven miró al cielo azul y antes de irse se despidió de su padre:
-Traeré la luz al reino de Ewal, te lo prometo.
Imágenes en su mente aparecieron de nuevo, recordó los buenos momentos que había vivido con él. Sonrió y se alejó de aquel lugar para buscar a Antares.
Contaban antiguas historias de Ewal, que un chico venido de tierras extranjeras, consiguió expulsar a todos los bandidos y reunirse con su amada. Cuentan también, que los dos jóvenes al reencontrarse de nuevo, sus rostros se iluminaron de alegría. Se casaron y fueron los mejores reyes que Ewal jamás había tenido. Aery por un lado, valiente y amable, y Fer por otro, gentil y generosa.
Los dos se encontraban en un balcón, observando la puesta del Sol, cogidos de la mano. Lentamente, giraron sus cabezas para mirarse fijamente. Fer y Aery, ahora juntos y nadie, jamás, los podría separar. Justo cuando el último rayo de luz desapareció, Aery dijo en voz alta:
-Pâa, cumplí mi promesa.

domingo, 11 de octubre de 2009

Historias de Ewal- El espíritu del agua


Y aquí tenemos el sexto capítulo de Historias de Ewal ^^ (y pensar que ya llevo 22 xDDDD) Que puedo comentar de este capítulo... Umm, es un capítulo que cambió un poco mi manera de escribir ya que pasé a describir mal a las mujeres a saberlas describirlas perfectamente XDD (usando la mente de un tío) Espero que disfrutéis ^^

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Aery se encontraba cubierto por vendajes de pies a cabeza. Estaba en la habitación a la cual le había llevado Fer a descansar. En esos momentos, se estaba vistiendo y preparándose para marchar. Se lo había prometido a Fer, y ya había cumplido su promesa. Había asistido al entierro de su tío y además había presenciado la coronación de la antigua dama. Le dolía dejarla de nuevo, pero se prometió a sí mismo volver a aquel castillo y decirle a Fer lo que sentía por ella.
Cuando se convenció que ya tenía todo lo que podía necesitar, se colgó una pequeña bolsa de cuero en la espalda. Miró por la ventana. Sonrió. No quería llamar mucho la atención, así que haría lo que siempre hacía. Saltar por la ventana. Abrió un poco las cortinas y comenzó a inspeccionar la parte de abajo. Esta vez estaba en otra parte de la ciudadela, y no había ninguna carreta llena de paja cerca. Corrió las cortinas. Respiró hondo y empezó a pensar en su estrategia. Miró las sábanas de su cama, y se le ocurrió una idea. Cogió la que parecía más larga, abrió el gran ventanal y la puerta de la habitación se abrió detrás suya.
Él giró la cabeza confundido. ¿Quién sería ahora? Esperaba que no fuese ningún soldado que había venido a detenerle y a obligarle a quedarse aquí. Al mirar hacia la puerta se encuentra con la persona que menos se esperaba. La nueva reina de Ewal le miraba confusa y después miraba intrigada a su bolsa y a la sábana que había cogido. Caminó lentamente hacia él. Ese día llevaba un largo vestido azul como el cielo resplandeciente, y que aún así, no apagaba el poder que tenían sus ojos cristalinos. Cuando llegó hasta él, le cogió de la mano que sostenía la sábana y le obligó a soltarla.
-¿Acaso querías huir?- dijo Fer mirándole fijamente a los ojos.
Aery se sintió como amenazado ante la firmeza de los cristalinos ojos de la reina de Ewal, de repente hizo algo que no había previsto a hacer. La abrazó fuertemente hacia él, sintió el calor de su cuerpo en su propio cuerpo. El olor de sus cabellos a lavanda llegaron a la nariz del joven. Fer se había quedado aún más confundida que cuando había entrado. No se esperaba esa razón por parte de Aery. El abrazo era fuerte, como si no la quisiera soltar, como si la vida estuviese en ello. No sabían cuanto tiempo estuvieron de esa manera, el tiempo a su alrededor transcurría muy lentamente, tal y como ellos deseaban.
El joven de cabellos azules con la pena en el pecho, soltó a Fer con su cara de expectación. Agarró de nuevo su sábana, y cuando iba a saltar por la ventana, le dio un beso en la mejilla a la dama. Pegó un elegante salto y dejó caerse al vacío. El viento era terrible, le golpeaba fuerte la cara. Después de agarrarse a algunos postes que colgaban de las paredes del castillo, cayó de pie al suelo. Se quejó un poco por su tobillo, había sido una caído muy fuerte. Pero el dolor se disipó por la preocupación de ir en busca de su caballo y fiel compañero, Antares. Comenzó a correr tanto como su cuerpo le permitía buscando el establo.
Fer se había quedado boquiabierta, se tocó lentamente su mejilla. Aún sentía el calor del beso de Aery. Tras sonrojarse un poco, salió de la habitación. No le gustaba como se iba el joven, siempre la dejaba sola. Esperaba que la próxima vez que volviera, fuese para quedarse para siempre.
El muchacho llegó al lugar donde habían guardado a su caballo y donde le habían cuidado. Al ver a su amo, Antares relinchó de alegría. Aery le correspondió acariciándole la crin suavemente.
-¿Me has echado de menos?
Entonces, comenzó a quitarle las cuerdas que sujetaban al caballo. Parecía que se había intentado escapar. Por unos momentos, Aery sintió lástima por su caballo, él si hubiese estado en su lugar también habría intentado hacer lo mismo, ir con su dueño, buscarlo sin descanso. Alguien entró al establo, el chico por el susto o por no querer que le descubriesen, se escondió en un rincón del establo. Cogió un montón de paja y se la puso encima. Eran dos hombres y parecían estar hablando de un tema muy serio.
-Lo que le contaba... Mis hijos han desaparecido, y eran los más jóvenes...- dijo uno de los hombres muy apenado.
-¿Pero cómo ha ocurrido?- preguntó el otro hombre extrañado.
-No lo sé, ocurrió hace dos semanas. Ya sabes por donde vivo yo... En Galiot, al oeste de Ewal...
-Entonces, ¿por qué has venido a la coronación?
-Necesitaba vender unas cosas, y pensaba que era un acto de rebeldía por parte de ellos, pero ahora me he dado cuenta que no es así...
-Ven, te acompaño a mi casa para que descanses...
Los dos hombres se alejaron del establo, y del escondite de Aery. Tras asegurar que ya no había nadie, salió de entre el montón de paja y tras quitarse algunos del pelo, comenzó el trabajo por donde lo había dejado.
Un chico de cabellos castaños y aire alegre salió de la casa de Verne. El sol relucía con fuerza y hacía evaporar los últimos charcos que quedaban en el suelo del pueblo de Daoquil. Yuipte respiró hondo y se colgó una bolsa de cuero al hombro. Iba a ir a su primera recogida de uva. Era una tradición en el pueblo. Tras la época de lluvias, había que ir al campo de la parte norte donde todo estaba cubierto por viñedos. Se unió a la fila de hombres que se dirigían hacia ese lugar. Los hombres ya conocían de vista al chico, pero nunca habían hablado con él. Parecía como si le tuviesen miedo por vivir con Verne, la adivina.
Yuipte tenía la cara agachada, a pesar de hacerle bastante ilusión poder ayudar a la adivina, no conocía a nadie y se sentía solo. Cuando salieron del pueblo, el joven se dio cuenta de que el Sol pegaba fuerte con todo su calor. Soltaba grandes bocanadas de aire, entonces vio como algunos hombres del pueblo, saciaban su sed con una bota llena de agua. El joven sintió su garganta seca, quería beber agua.
Uno de los hombres se fijó del cansancio de Yuipte, se acercó a él y ofreciéndole su bota de agua le dijo:
-Pareces cansado, si quieres te llevo en mi espalda.
El castaño le dio las gracias por el agua al hombre de cabellos morenos, pero le dijo que estaba bien, que no necesitaba ayuda. En ese momento, el hombre comenzó a hablar con Yuipte. A contarle cosas de su vida y a preguntarle sobre su vida. El camino de repente, se le hizo más corto y menos cansado, hasta se podría decir que era divertido.
“Necesito saber si son los bandidos”.
El joven de las Tierras Prohibidas del Norte se encontraba montado en su caballo Antares. Había decidido ir hacia Galiot a ir a investigar, no sabía por qué, pero tenía una ligera sospecha de que alguien malvado era el responsable de todo lo que estaba ocurriendo. El caballo grisáceo galopaba a la velocidad del viento, ya que el chico se lo había pedido. No quería parar a descansar, quería llegar a Galiot antes del anochecer, y parecía que lo estaba consiguiendo.
Una pequeña luz salía de entre unas sombras gigantescas. Oyó un grito, lo que hizo que Aery recordase una situación muy parecida que había vivido hace poco; pero esta vez, Yuipte no estaba con él. Cuando llega a unos arbustos cercanos, bajó del caballo y le pidió que se quedase ahí hasta que volviese.
Con pasos cortos, pero silenciosos, fue acercándose al origen de aquella luz y de aquel grito. Vio un campamento improvisado. Una pequeña hoguera junto con varias ramas que hacían de colchón. Detrás de la hoguera, Aery se encontró con un joven más o menos de una edad similar a la de él tirado inconsciente en el suelo. El peliazul rápidamente fue a socorrerle, esperaba que estuviese aún vivo. Cuando intentó despertarle, le preguntó:
-¡Hey! ¿Te encuentras bien?
Se fijó en que el muchacho tenía rasgos parecidos a las del hombre que había visto en el establo. “Debe ser uno de sus hijos” pensó. El chico entornaba los ojos, por lo que Aery puso de nuevo su atención en él. Decidió darle un poco de agua, pero debía de ir hacia donde estaba Antares. Tal vez dejarle solo no era muy adecuado... Se lo pensó durante varios minutos, y decidió dejarle un momento solo, pero iría corriendo.
Fue hacia donde había dejado a su caballo, y tras acariciarle un poco la crin le susurró que tardaría más de lo que esperaba. Metió la mano en una de las bolsas que Antares portaba. Sacó su bota de agua, además de coger unas galletas de avena. Llegó de nuevo al campamento y lo que se encontró lo dejó confuso. El muchacho no estaba donde lo había dejado. ¿Dónde podría estar? Un frío aire se movió entre las ramas de los árboles, lo que hacía que Aery se ponga aún más nervioso. De repente, una sombra se movió en la oscuridad. El muchacho se puso alerta. El chico se había despertado y se encontraba rondando esos lugares. Salió de entre la oscuridad y mostraba un rostro poco normal. Tenía la cara desencajada, los ojos mirando a todas las direcciones y una sonrisa maligna, que hizo hacer retroceder al peliazul unos pasos.
-Un nuevo sirviente para la señora...- dijo con una voz escalofriante el chico.
El joven supuso que le iba atacar ahora el chico poseído por una extraña fuerza, así que preparó su mente. Cuando la despejó por completo, mueve con agilidad las manos; pero demasiado tarde. El chico se colocó detrás suya y le golpeó en la nuca. Había hecho lo mismo que Vam, ¿cómo era eso posible? Sus heridas aún no habían sanado por completo, por lo tanto cayó inconsciente al suelo, dejándose llevar por el chico.
Sintió como le agarraba del cuello de su túnica y lo arrastraba hacia un lugar desconocido.
Yuipte había pasado trabajando en el viñedo durante un día entero. Se encontraba tirado en una manta al lado de Knuj, el hombre que le había ofrecido su bota de agua, estaban mirando el cielo. Aquella escena le hizo recordar cuando estaba con Aery, rió durante unos momentos. Knuj le miró interrogante:
-¿Ocurre algo?
-Nada, simplemente me hace recordar tiempos pasados.
-Ah... Ya veo...
Los dos respiraron profundamente, había sido un día duro, pero habían conseguido sacar una cuarta parte del campo. Si seguían así en tres días podrían volver a Daoquil.
Knuj era un hombre de familia, con su mujer y sus hijos. Durante el trabajo por la mañana, el hombre le estuvo contando a Yuipte anécdotas que había vivido junto a su familia. Aquéllo hizo que Yuipte se sintiese nostálgico. De nuevo ahí se encontraba, tumbado mirando las estrellas que iluminaban el cielo. Soltó un suspiro. Aún sentía esa presión en el pecho, esa sensación de sentir que alguien se encontraba en peligro.
A pesar de que en las Tierras Prohibidas del Norte hacía un frío que podría matar a cualquier extranjero, a Aery le encantaba esa temperatura. Había amanecido nevando, nubes grises poblaban el cielo y los animales aún se encontraban durmiendo. En una de las pequeñas tiendas de tela, salía un chico de cabellos azules y ojos violeta con una sonrisa de oreja a oreja. Su madre también salía de la tienda acompañando al joven. Ella no tenía el mismo color de pelo que él, pero las formas de la cara eran casi iguales. Sus ojos eran de un color tulipán vivo. La madre tenía una cara preocupada, e intentaba agarrar a su hijo de los hombros.
-Aún es muy temprano, ¿por qué te tienes que ir?
-Mâa, estate tranquila, voy a hacer un recorrido con el trineo por los alrededores del poblado- dijo con una gran sonrisa.
Un copo de nieve cayó en la nariz del muchacho. Estaba fresquito. Madre e hijo rieron.
-Mâa, ¿dónde está Pâa?-preguntó Aery.
-Creo que se ha ido con el vecino en busca de la comida-decía no muy segura.
La madre tras apartar unos pensamientos dudosos, besó la frente de su hijo y le puso la capucha de la túnica.
-Ve, pero ten cuidado. Quiero ver tu azul brillante.
Aery le miró confuso, pero decidió irse antes de que fuera demasiado tarde. Aunque los habitantes de su poblado tuviesen los ojos color violeta, él era el único que tenía el pelo azul, algo que era muy raro. Comenzó a correr, y al final del poblado se encontraba su trineo hecho a partir de ramas sueltas que se encontraba en la nieve. Seguía nevando, y Aery seguía jugando en la nieve. A lo lejos, veía a su padre llevando un gran cuerpo, seguramente de un animal.
Va corriendo hacia él, con la misma sonrisa en el rostro.
-¡Pâa!
Su padre, en cambio, no se alegraba de verle. Cuando llegó hasta él y le abrazó, su padre le susurró unas palabras que olvidaría en un futuro próximo...
-Nunca utilices tu poder para el mal, tal y como yo voy a hacer ahora.
De repente, le golpeó con su puño en el estómago. El chico no entendía nada, parecía como si su puño fuese hierro. Escupió sangre y cayó al suelo. No entendía nada de nada. Su padre suelta el cuerpo que llevaba colgado encima suya. Aery abrió los ojos, era el cadáver del vecino. Miraba atónito a su padre, no sabía que decir.
-Sé que nunca me perdonarás...
Algo en la cabeza le cayó, dejándolo inconsciente.

Aery se despertó sudando. ¿Qué había sido aquel sueño? ¿Un recuerdo que había olvidado? ¿O tal vez un sueño que creó su mente para confundirle? Se iba a tocar la cabeza, ya que le dolía un poco, pero se dio cuenta de que no puede. Poco a poco, se fijó en el lugar en el cual se encontraba. Estaba en una habitación que le hizo recordar a sus aposentos en el castillo de Ewal, con la diferencia en que el único mobiliario que había en la sala era una silla, en la cual estaba sentado. Tenía las manos encadenadas, al igual que los pies. Intentaba recordar cómo había llegado a parar ahí, entonces recordó al hijo del campesino.
Estaba confuso, desorientado. Se sentía sin fuerzas. Se acordó de Antares, y sintió pena por él. Le había prometido que regresaría pronto... Agachó la cabeza en señal de derrota. Ahora sí que estaba en un verdadero lío.
La puerta de la habitación se abrió, y por ella entró un ente de lo más extraño. Cabellera azul celeste, como la de Aery; ojos perlados y profundos; cara simétrica y perfecta. Vestía lo que parecía un vestido de agua, lo que hacía que se viesen las partes femeninas. El chico no podía apartar la vista de aquel ser, era como si una fuerza sobrenatural le obligase a observarla para siempre. Detrás suya, iban dos hombres con horribles ojeras, una delgadez extrema y llevaban ropajes de esclavo. Por unos instantes, Aery sintió miedo, tenía miedo de que aquella mujer le hiciera su esclavo. Pero ahí estaba esa fuerza que hacía que todas sus preocupaciones se disipasen al mirar al ser.
Iba hacia él, con pasos elegantes y lentos, casi con ritmo. Los dos hombres la seguían, y en sus rostros mostraban una especie de satisfacción al poder seguirla. Cada vez, el peliazul entendía menos la situación.
El ente se paró justo delante de él, y comenzó a observarlo de arriba a abajo. Cuando llegó a la parte de arriba, sonrió; algo a lo que Aery habría entendido como amenaza si no estuviera bajo el hechizo. De repente, una imagen de Fer le vino a la mente, recordando los momentos que había vivido con ella. Parpadeó, se había librado del hechizo. Ahora se estaba dando cuenta de la situación, la mujer le estaba mirando directamente a los ojos, sonrió ligeramente y dijo:
-Me gustas... Te has librado de mi hechizo...
Aery sintió como de un momento a otro, fue perdiendo fuerzas. Oyó un “quitadle los grilletes”, y sintió sus piernas y brazos libres. Ahora podía huir de ahí y planear la manera de salvar a aquellos hombres. Su corazón comenzó a latirle rápidamente, la adrenalina corría por sus venas a gran velocidad.
De nuevo, los ojos perlados del ser detuvieron a Aery, su cuerpo no reaccionaba, no le hacía lo que él le ordenaba. Sintió como si una fuerza, superior a la anterior, le estuviese aplastando poco a poco el alma. Su respiración se estaba haciendo pesada, pero aún así, aguantaba el porte.
-Aunque creo que de éste no te podrás librar...- siguió diciendo la mujer.
-¿Quién eres?- preguntó entrecortadamente Aery.
-Soy Némesis, o como en esta parte de Ewal me llaman, el espíritu del agua. Y tú ahora eres mi siervo- aquella última frase la dijo despacio, pronunciando cada palabra con fuerza- Sé que tendrás preguntas a mí, pero te responderé las que seguramente te estarás haciéndote ahora mismo. Soy un espíritu antiguo creado por las almas apenadas de las mujeres que vivían en la Ewal primitiva de hace mucho tiempo. Vivo solamente para esclavizar a los hombres, y ahora que he conseguido un cuerpo sólido, estoy cumpliendo mi cometido. Soy la causante de las desapariciones de los hombres jóvenes de la villa próxima a mi palacio, y cuando acabe con todos los hombres de esa villa, seguiré hasta tener a todos los hombres bajo mi poder. Ewal es un reino demasiado machista. ¿Qué será de tu vida? Te estarás preguntando este mismo momento... Pues la verdad, tengo unas ideas muy jugosas para ti... Pero hasta entonces, te contendré con este segundo hechizo que es mucho más poderoso que el que me rodea.
Aery había escuchado todo lo que había dicho Némesis, pero aún no se quería rendir, debía salvar a aquellos pobres hombres. Respiró profundamente y dijo:
-Usted se ha creído que me quedaré aquí quieto, bajo sus órdenes, sin hacer nada. Me parece que eso no puedo dejar que pase, porque en cuanto tenga la más mínima oportunidad de escapar, me iré de aquí.
Intentaba mover sus manos, no le respondían. El espíritu del agua miró al joven en el lamentable estado en el que se encontraba, rió sin esconderse y le respondió alegremente:
-Eres demasiado impertinente... Algo que me gusta... Por eso, irás a cualquier lugar que vaya yo, no te dejaré ni un segundo solo para que no puedas pensar en tu plan de huida- dijo mirándole directamente a los ojos violeta del joven.
Aery iba a responderle, pero otra vez el hechizo surtió efecto. De repente, las piernas que antes no le hacían caso, se estaban moviendo por voluntad propia. El chico estaba confuso. Se levantó de la silla, y le hizo una reverencia a Némesis. A través de sus ojos, el muchacho no se podía creer que estuviese haciendo todo eso. Intentaba oponerse, pero no lo conseguía.
-Ahora nos lo vamos a pasar muy bien...- dijo Némesis riendo, mientras que los hombres le ponían a Aery los ropajes de vasallaje que parecía que tenía que llevar.
El chico se sentía sin fuerzas, como si aquel traje de color blanco le quitara las fuerzas. Además de no poder moverse por sí mismo, no tenía fuerzas para salir del hechizo. El espíritu del agua sonrió de nuevo complacida por el trabajo de sus esclavos, abrió la boca mostrando sus perfectos dientes y le dijo:
-Vamos a presentarte a los demás.
-¡Hey, Yuipte! ¡Despierta!
Los rayos de sol entraban con delicadeza a los ojo del joven, mientras que éste iba incorporándose poco a poco. Creía estar en casa de Verne, pero al ver a Knuj se encontró a sí mismo. Aún estaba en los viñedos de Daoquil , era el segundo día de trabajo. Gotas de sudor caían de su frente, él, asustado respiraba irregularmente. Tras secarse un poco el sudor con un paño, tomó el desayuno junto al hombre. Nadie decía nada, no sabían de que hablar, además de que recién levantados no pensaban bien.
Al tragar su último sorbo de leche, Knuj mira con curiosidad a Yuipte y le dijo:
-Yuipte te he tenido que despertar, ya que parecías estar sufriendo en el sueño que estabas teniendo.
-¿De verdad?- preguntó confuso Yuipte.
Se tocó la cabeza, en verdad no recordaba nada del sueño. Una leve imagen le vino a la mente de repente. Pelo azul y mirada violeta le tendía la mano. Movía la boca, pronunciando palabras que el joven no entendía. Soltó un suspiro, después de todo, al final tendría que pedirle consejo a la adivina.
Los dos se levantaron de su campamento, cogieron sus azadas y se dirigieron al centro del campo. El día les esperaba...

viernes, 25 de septiembre de 2009

Historias de Ewal- La salvación y la reina


Otro capítulo más de Historias de Ewal! (Con esto celebro las 100 entradas que llevo en este blog *O*) Qué decir, que falta poco para el final para nuestro joven héroe, pero también he de decir que aún le esperan conflictos que resolver!

Como puse en FanFic, la escena de la coronación es la primera que escribo, así que si no os gusta comprendedme =D


Desde la desaparición de mi aldea, he podido considerarme como un ser solitario. No me gustaba estar con gente, me hacía recordar tiempos pasados. La única compañía que aceptaba era la de Antares, mi caballo. Siempre había estado desde pequeño conmigo, por eso le guardo un gran cariño. Huí de las Tierras del Norte y me adentré en Ewal para poder buscar al asesino de mi pueblo. Cuando me alojé en casa de una anciana muy amable, escuché la propuesta del rey para acabar con los bandidos. Me pareció una magnífica idea para comenzar mi búsqueda, ya que no conocía Ewal y estaba perdido.
Ahí fue donde comenzó todo, con esos ojos azules y esa cabellera de oro, ella abrió de nuevo mi corazón. No la conocía de nada, solamente la salvé por un impulso extraño, pero ese recuerdo quedó grabado en mí. Ahora ella seguramente está corriendo peligro por culpa de los bandidos.
No pude protegerla. Aunque haya vencido físicamente a Vam, él me ha derrotado mentalmente. Me ha dejado en un estado lamentable y aquí estoy, en la más completa oscuridad. Ahora sí que puedo decir que estoy solo. Cuando no tienes ni una luz en la que apoyarte, te sientes mal.
Todo el cuerpo me duele, ya no sé donde está mi cabeza, ni mi cuerpo, ni mis pies.
Oigo voces a mi alrededor, de mujeres que sufren por sus maridos muertos, de niños que lloran la muerte de sus mascotas; de Fer que está callada delante de mí sin poder creerse que esté muerto. Me gustaría levantarme y decirle cuanto lo siento, deseaba protegerla. Deseaba tenerla en mis brazos para que no corriera más peligro, pero ya es demasiado tarde. ¿O tal vez no?
Cuando no hay luz, te sientes solo; pero ahora delante mía veo una luz tan pura que aparta toda la oscuridad que me envolvía. Oigo la voz de ella, me está llamando. Es esa luz. Es esa luz que aparta toda oscuridad. Alzo mi brazo hacia aquella luz, quiero atraparla y salir de esta nada. ¿Y si ella fuese la salvación de Ewal?
Fer llevó el cuerpo herido de Aery a una habitación especial donde le pudiesen curar, aunque tuviese otros compromisos, la reina se quedó a su lado todo el tiempo en el que estuvo inconsciente. Algunas veces le contaba cosas de su vida en voz baja, otras veces en cambio le daba ánimos para que siguiese adelante y cuando al noche caía dormía encima de él. Quería ver de nuevo aquellos ojos violeta que le cautivaron. Por esa razón, decidió atrasar el entierro de su tío.
Sus sirvientes se preguntaban entre ellos por qué tanta preocupación por un extraño. Enseguida entendieron que era lo que ocurría, y pusieron todo su empeño en ayudar a su querida reina. Cada hora, iban a cambiarle los vendajes para que no se infectasen las heridas y cada dos horas iban a cambiarle un paño que le habían puesto en la frente para que le bajase la fiebre.
Fer susurraba el nombre de Aery a su oído. Quería que despertase, y entonces algo milagroso ocurrió. Lentamente y con mucho esfuerzo, el joven iba abriendo los ojos. La reina se estaba quedando anonadada, no se lo podía creer. Al fin había despertado. Sin pensárselo dos veces, lo abrazó fuertemente. El chico estaba confuso, no sabía donde estaba, pero reconoció a la chica que le estaba abrazando. Era aquella dama que le daba la luz para salir de la oscuridad... Él le correspondió el abrazo. Después se separaron, desde hacía mucho tiempo, Fer era tremendamente feliz. Su pelo azul brillante y sus ojos olor tulipán, los estaba viendo de nuevo.
Por otro lado, el joven no comprendía como había podido llegar hasta ahí. Entonces se le ocurrió una explicación, Antares, en su empeño por salvar a su amo. Tenía ganas de verle y agradecérselo. Pero ahora, quería estar con la chica que más apreciaba en este mundo. Su corazón se agitaba de emoción y alegría. Cerró los ojos y acercó poco a poco su cara hacia la de ella. Ella no dijo nada, también cerró los ojos y dejó que el chico se acercara a ella. Los dos podía oler el aliento del otro, como la mejor fragancia que se hubiese hecho, la respiraban con ahínco. Sus labios estaban a punto de tocarse y expresar lo que sentían en el uno por el otro, cuando de repente Loaw entró en la habitación, interrumpiendo la mágica escena.
-Señora, los preparativos están... Oh, ha despertado.
Los dos se alejaron, apartaron sus caras ruborizados. Fer miró a la chica y le dijo:
-¿Qué ocurre con los preparativos?
Loaw tosió levemente, y tras hacer una reverencia explicó:
-Quiero decir que los preparativos para el entierro de su tío están preparados, y lo mismo ocurre con los preparativos de su coronación.
Al escuchar esas palabras, Aery observó atónito a Fer. Habían ocurrido demasiadas cosas en su viaje. Por lo que daba a entender la sirvienta era que el rey de Ewal había muerto, y que ahora la reina era Fer. Se mordió la comisura del labio, ¿y si el rey de Ewal había muerto por culpa de los bandidos? Apretó sus puños, ahora Fer corría más peligro que nunca.
Tras retirarse Loaw, dejando de nuevo a solas a Aery y a Fer, la nueva reina observó la reacción del muchacho. Le agarró suavemente con sus finas manos la muñeca derecha vendada, el joven aflojó sus puños. De nuevo se volvieron a mirar a los ojos. No sabían que decirse.
-Es decir que... Don Qel ha muerto.
-Si, por culpa de su enfermedad- dijo tristemente Fer.
Aery dejó pasar un suspiro, ahora estaba más tranquilo. No había sido por culpa de los bandidos. Aún así no había que bajar la guardia, habían muchos peligros fuera de este castillo.
-Además...
El chico volvió a mirar a la joven dama.
-¿Además qué?
Parecía avergonzada, y él no quería forzarla a decirlo si ella no quería.
-Me gustaría que te quedases hasta el momento de la coronación, y que también asistieses al entierro de mi tío. Es muy importante para mí. Sé que tienes mucho por hacer aún, pero solamente te lo pido...
-Me quedaré, pero en cuanto vea que puedo moverme con libertad porque las heridas se me han curado, me iré.
En Daoquil habían llegado las temporadas de lluvia, y todos los habitantes se preparaban para la lluvia de aquel día. El cielo estaba nublado y ningún rayo de Sol traspasaban las nubes. Yuipte se tiró a la hierba del jardín de Verne, había hecho una increíble mejora en su jardín. Ahora parecía más alegre incluso. Con las mangas de su camisa, se limpió el sudor de la frente. La adivina le había estado observando desde el día que comenzó, había trabajado duro, se merecía un premio. No sabía que hacerle, nunca había hecho un regalo. Sabía lo que le depararía el futuro, y no era muy agradable. Salió de su casa a tientas, y le dijo a Yuipte:
-Gracias Yuipte, han quedado muy bonitas las flores que has puesto.
El joven se quedó algo confundido. Creía que era ciega la adivina, de repente Verne se toca la nariz, indicándole que olía las flores que había puesto. Un trueno estalló en medio del cielo, Yuipte se asustó por unos momentos.
-Tranquilo, suele pasar, es para anunciarnos las lluvias.
La chica dejó pasar a Yuipte dentro de su casa y cerró la puerta con todos sus cierres. El hogar se quedó a oscuras. De nuevo, los relámpagos y los truenos hicieron del chico un ser vulnerable. No le gustaba aquel clima, estaba acostumbrado al de su hogar. Cálido, con mucha luz y con pocas lluvias regulares.
Comenzó a caer agua del cielo, para algunos la lluvia era símbolo de que el mundo estaba triste, para otros en cambio significaba que quería saciar de sed a todos los seres vivientes. Para Yuipte la lluvia era algo que necesitaban las plantas y los ríos. Las gotas iban empañando los cristales de la casa. El joven observaba medio adormilado por el cansancio la ventana, al final quedó dormido. Verne notó el ambiente muy calmado, se dirigió hacia la ventana y sintió a Yuipte. Le tocó el hombro para saber si estaba despierto, sonrió. Cogió una manta de lana y le tapó con ella.
-Descansa ahora que puedes...
Al decir eso, la mano de Verne tembló, un escalofrío recorrió su espalda. Ewal estaba pasando por una época de cambio y ni su poder de clarividencia podría saber si iba a ser bueno o malo ese cambio.
En el castillo de Ewal habían muchas salas y habitaciones, pero una de las más impresionantes era la sala del trono. Aery solamente había estado ahí una vez y no había captado todo su esplendor. Ahora con gente y soldados a su alrededor hacía de la sala poderosa. Del techo colgaban lámparas de gran tamaño, y entre ellas las unía un lazo rojo sangre. El rojo era el color de la corona, significaba valor. Las puertas de la sala estaban abiertas, y los habitantes de Ewal iban entrando. Cuando alguien importante entraba, uno de los soldados que Aery había descubierto que se llamaba Haijol, anunciaba su llegada en voz alta.
El muchacho estaba cabizbajo, el día anterior fue el entierro del anterior rey de Ewal. Aunque no lo hubiese conocido muy a fondo, sabía que fue un hombre honesto y un buen rey.
El muchacho aún no había visto a Fer, estaba dentro de una habitación contigua a aquélla. No debía de salir de allí hasta que no sonasen las flautas que anunciaban el comienzo de la coronación. Aery debía de tener cuidado con su comportamiento, aunque estuviese ataviado con ropas de noble, aún tenía esos modales que ningún noble tendría. Se encontraba sentado en primera fila, en una silla de madera. A su lado aún no se había sentado nadie, esperaba que fuese algún vasallo o algún soldado que conociese, porque sino se sentiría bastante solo. En esos momentos echaba de menos a Antares.
Observaba a su alrededor como algunos pueblerinos se encontraban con viejos conocidos y se saludaban y se sentaban juntos. Comenzaban a hablar de recuerdos lejanos y se contaban cosas que les habían ocurrido, algunas tristes y otras alegres.
-Si, mi quinto hijo ha nacido- escuchó Aery a un hombre.
-¿El quinto? Eres alucinante...- le respondió el amigo.
El murmullo era inquietante, pero el muchacho estaba relajado metido en sus pensamiento. Se toqueteaba los dedos nerviosamente esperando al sonido de las flautas. De repente escuchó una voz tímida que le había dicho una cosa que él no había alcanzado a oír:
-Umm, ¿disculpa?- dijo la voz desconocida.
-Eh, si si, perdona estaba distraído.
Al girar su cabeza hacia el origen de la voz, descubre que es Loaw, la chica que se había encargado de sus heridas mientras estaba inconsciente. Intenta sonreírle de la manera más verdadera, y ella le correspondió.
-¿Le importa si me siento aquí?
-No no, que va- dijo señalando su asiento libre.
Loaw hizo una reverencia y se sienta a su lado. Parecía nerviosa, algo que el joven nunca llegaría a entender. Los dos miraban a lados opuestos tímidos por no saber que decir. Entonces, la chica saltó con un tema.
-¿Qué tal llevas las heridas?
-Mejor... Aún no me puedo mover con la misma agilidad que antes, pero pronto seguramente...- no parecía estar muy seguro, pero debería creer en las pequeñas esperanzas que tenía.
-Perdona por la pregunta, pero... ¿De qué os conocéis Fer y tú?
-De hace unas semanas, cuando vine aquí por primera vez. Me ofrecí voluntario a enfrentarme a todos los bandidos que estaban ocupando Ewal, sí, yo solo. A la primera sala a la que entré fue a ésta, y después ella apareció como un pájaro caído del cielo, con sus cabellos dorados y su sonrisa. Me llevó ante el rey y le comenté lo que quería hacer. Después Fer quería enseñarme mis aposentos, cuando un bandido que había conseguido meterse aquí nos atacó. Yo la defendí y la rescaté de sus garras. Partí hacia el norte de Ewal y desde entonces no la había vuelto a ver.
En los siguientes momento, Aery le siguió contando a Loaw las aventuras que había estado viviendo por el reino. No le interrumpía, le escuchaba muy interesada. Cuando acabó, la joven se quedó anonadada con todo lo que había vivido el chico y aún estaba vivo. Después soltó una risita picarona y dijo:
-Con razón le gusta a la reina...
-¿Qué?
De repente, las flautas comenzaron a sonar y el murmullo que había en la sala del trono desapareció. Todos se levantaron y colocaron su mano derecha en el corazón, Aery tuvo que hacer lo mismo, debía de seguir las tradiciones. Entonces, por la puerta por la cual habían entrado todos los habitantes de Ewal y sus nobles, entró la próxima reina. Aquella acción significaba que la reina era igual a todos sus súbditos. Un acto muy noble.
Llevaba un largo vestido blanco, era muy ajustado, lo que hacía marcar todas sus partes femeninas. El vestido tenía la manga derecha larga y la otra en cambio, era en forma tirante. El cuello del vestido era muy simple, de la parte de atrás caía una especie de capa corta que le llegaba por la cintura. El pelo lo tenía recogido en una extraña coleta, la forma de la coleta le hizo recordar a Aery el movimiento de una serpiente en posición de ataque. El maquillaje de su cara era blanco como el vestido, hacía relucir sus ojos azules aún más. Todos los presentes se quedaron cautivados por la belleza de la reina, era el ser más hermoso de Ewal
Iba a paso lento, con la mirada al frente, serena. Cuando llegó al asiento del trono, todos se sentaron. Ella tomó asiento y de entre el público apareció el soldado Haijol. Iba caminando recto, alzando la cabeza con orgullo. Llegó a trono, se arrodilló ante Fer y comenzó a leer el juramente que debía hacer la reina. Tras aceptarlas todas, dos chicos muy alegres llevaban entre sus manos una corona transparente, de un material que Aery no supo identificar. Se la entregaron al soldado y éste se la colocó en la cabeza a la reina.
-He aquí, a la nueva reina de Ewal.
La gente comenzó a aplaudir con mucha alegría, algunos incluso vitoreaban. Aery en cambio se encontraba sentado, aplaudiendo débilmente, ya que no podía dejar de mirar a Fer. Tenía luz propia.
Fer se levantó de su asiento, con las manos dio a entender que podían dejar de aplaudir y sentarse. El silencio reinó en la sala esperando a las palabras de la reina. Ella cerró los ojos por un momento y después dijo:
-Sé que Ewal está pasando una época dura por culpa de los bandidos extranjeros, pero yo, igual que mi tío, prometo poner todo lo que esté bajo mi poder para conseguir expulsar a todos los bandidos que nos están causando tanto daño. No tenemos un ejército muy numeroso, pero sí poderoso. No quiero entrar en guerra con ellos, pero cuanto más empeño pongamos, seguro que podremos derrotarlos y que la prosperidad llegue de nuevo a Ewal.
Aery bajó la cabeza, lo había decidido, por ella y por todo su reino, iba a encontrar al jefe de los bandidos. Había descubierto su punto débil, creía que trabajaban por separado, pero en verdad trabajan como uno solo, es decir, tenían a alguien que los dirigía. Si encontraba al jefe y lo mataba, los bandidos se desmoronarían y huirán al lugar del cual proceden. Un sentimiento y un recuerdo le invadió su cuerpo, las palabras de Vam. ¿Y si su padre era en verdad el jefe? Apretó los puños y pensó:
“Es imposible”.
Hacía frío, aún así el chico de cabellos azules quería ir de excursión en medio de la nieve. Agarraba fuertemente la mano de su padre, y lo llevó a un lugar donde se observaban las estrellas perfectamente. Aery se fijó en una en concreto, era espectacular y tenía una luz que ninguna de ellas tenía. Alzó su brazo señalándola y dijo:
-Papá, ¿cómo se llama esa estrella?
-Sirio, tiene una luz muy bonita, ¿verdad?- el chico asintió- Es como si iluminara nuestra oscuridad...

-Fer es como el Sirio de Ewal, o algo más...

jueves, 17 de septiembre de 2009

Historias de Ewal- La historia del castillo


Una vez más, al no saber que actualizar (vaya se puso a llover) os dejo con la Historia 4 de Ewal ^^ Espero que estéis disfrutando de este mundo de fantasía creada por la servidora XDD


Por el norte de Ewal, donde hacía un poco más de frío; no había ningún reino que hiciese frontera con Ewal, eran tierras heladas que estaban deshabitadas o al menos eso se creía. Algunos los llamaban las tierras heladas, otros las tierras del norte, pero su nombre oficial eran las Tierras Prohibidas del Norte. Tenía ese nombre porque se tenía prohibido entrar ahí, ya que podrías perder la vida o perderte y perderla igualmente. Aún así, lo que muchos no sabían, es que habían personas viviendo allí en pequeños poblados. Tenían dificultades para sobrevivir, pero las superan como pueden.
Todo era blancura allí, entonces ¿por qué había fuego? Uno de los pequeños pueblos que se encontraba en aquellas tierras, se estaba incendiando. Caía nieve y junto al viento fuerte, originaba una tormenta de viento. Los poderes de la naturaleza no podían apagar aquel fuego, alguien debía controlarlo. A lo lejos, se ve como una única silueta se aleja a paso lento.
Un niño sintió el calor de algo. Abrió los ojos y lo que se encontró era algo horrible, su poblado, donde se había criado. Se estaba destruyendo. Le dolía la cabeza, había sufrido un golpe en ella antes. De repente recordó la imagen de los habitantes manchados de sangre y muertos. Se dio la vuelta, intentando desesperadamente buscar ayuda. En aquellas tierras era imposible encontrar a alguien. Sus ojos se fijaron en una mancha negra que se movía. Intuía que era una persona. Comenzó a gritar, a pedir ayuda, pero aquella silueta no se giraba ni se interesaba. El chico cayó llorando a la nieve. Sus lágrimas hacían deshacer un poco la nieve. Se miró las manos y después murmuró:
-Si tan solo hubiese sido más fuerte. ¿Por qué? ¡Papá!
Soltó un grito de desesperación, que hizo ahuyentar a los animales más cercanos a ese lugar. El fuerte viento tumbó al joven, y con nieve comenzó a taparlo. Poco a poco se dejaba de ver su pelo azul brillante.
Aery abrió los ojos. Respiraba irregularmente, sudor recorría su cara. Se levantó de la hierba en la cual se había tumbado antes. Antares notó que su dueño estaba raro y fue hacia él para animarle. El chico de cabellos azules le acarició el cuello, comprendía a su amigo, pero debía llegar al castillo antes de que volviese a anochecer. Había vuelto a tener otra pesadilla, y cada vez con más sentido. Temía que por su culpa, la bella dama Fer Qel muriese.
Se tocó la parte en donde se encontraría el corazón. No podía dejar que ocurriese. Miró a sus espaldas. Allá, a la lejanía, se encontraría Yuipte viviendo con Verne en Daoquil. Había hecho bien en dejarlo ahí. Cogió un poco de comida que guardaba en su bolsa, tras comérselo, montó en Antares y siguió con su camino.
En el pueblo de Daoquil, un joven de cabellos castaños también se despertaba e iba a comenzar un nuevo día. Se levantó de la cama y se dirigió hacia la cocina. Era acogedora, como toda la casa en sí. Una joven de largos cabellos verdes le esperaba en la mesa. Tenía un cuenco pequeño de madera en sus manos. El desayuno estaba listo. Yuipte soltó un suspiro, aún no se acababa de acostumbrar a vivir con Verne. No era por su extraña personalidad, era porque echaba de menos la compañía de Aery y de Antares. Tomó asiento delante de ella. La chica giró su cabeza hacia él.
-¿Qué tal el sueño?
Yuipte la miró extrañado.
-No sé porque me preguntas, eres adivina.
-Eso era lo que me preguntaba mi madre cada vez que me levantaba. Además, prefiero que me lo cuentes tú.
El chico se sonrojó. Quería saber lo que le había parecido su sueño. Tal vez si que se estuviese acostumbrando a Verne y a sus palabras con doble sentido.
-Soñaba que estaba suspenso en el aire, en cierto modo en el aire no, en la nada. Todo estaba blanco y tenía miedo. Tenía miedo de que no hubiese nadie aparte de yo. De repente, aparece mi familia. Van hacia mí desde lo lejos, entonces desaparecen. Después aparece Aery, me ofrece su manos y le agarro. Me susurra algo al oído que no consigo oír. También desaparece, todos me dejaban solo. La nada comienza a desaparecer, y me encuentro en un verde prado, lleno de flores. Podía captar cada uno de los olores de las flores, era tan real. Estaba tan relajado...
Verne tenía los brazos cruzados, y tenía una expresión de interés. Al terminar de contar su sueño, Yuipte se tomó de un trago su leche y se levantó. Sabía lo que significaba su sueño, en parte. Salió fuera de la casa, sin decirle nada a Verne. Paró en su jardín. No estaba nada cuidado. Quería alegrar esa casa, ya que sabía tanto de jardinería, iba a ponerlo en práctica. Ese sueño le decía que aunque la gente le dejase solo, debía ayudar a los de su alrededor. Se arremangó un poco y comenzó a arrancar malas hierbas. La adivina le observó desde la puerta aún con los brazos cruzados. No podía ver lo que hacía Yuipte, pero notaba que era algo bueno. Entró a la casa.
-Algún día escucharás las palabras de Aery...
Al chico nombrado le pitaron los oídos, pero no debía hacerles caso. Ahora estaba en un verdadero problema. Se apoyó en el suelo con su mano derecha ensangrentada. Delante suya, un caballero con su reluciente armadura y cara de pocos amigos. No tenía ningún rasguño, todo lo contrario que Aery. No podía levantarse, sus piernas le flaqueaban.
-Tú eres... el de la otra vez... en el incendio- consiguió decir Aery.
El caballero le miró y sonrió:
-¿Ahora te acuerdas de mí?
El chico no respondió, solamente respiraba con irregularidad. Le había ocurrido lo mismo que aquélla vez, no era lo suficiente poderoso. Apretó su puño de la rabia que sentía en su interior. Aún cuando había estado entrenando tan duramente, no conseguía vencer ni a ese desconocido. Escupió sangre y le preguntó:
-¿Qué es lo que quieres de mí?
-Lo mismo que en nuestro último encuentro. Tu padre te está buscando.
Aery apretó más fuerte sus puños, golpeó el suelo y gritó:
-¡¿Qué tiene que ver mi padre con los bandidos?!
El hombre apartó la mirada y comenzó a observar el cielo.
-En cierto modo, tiene que ver con todo.
El chico se quedó paralizado, no sabía que decir, que responder. Por su cabeza pasaban miles de imágenes. No entendía aquella situación. Miró al suelo, el caballero observó su reacción. Sonrió, caminó y pisó fuertemente la mano derecha de Aery. El joven sintió un intenso dolor en su mano, se intentaba controlar y no gritar. El caballero se agachó hasta poder mirar fijamente a los ojos de Aery a la misma altura. Sus ojos miel chocaban con los ojos violeta de Aery.
-Yo, Vam Kurt, como orgulloso caballero bandido nunca miento.
Aery seguía sin poder creérselo. ¿Acaso significaba que su padre era el jefe de los bandidos? Esos pensamiento y muchos más le apartaron del dolor que estaba sintiendo en ese momento.
-¿Qué es lo que quiere mi padre de mí, entonces?
Vam dejó escapar una sonrisa. Esa pregunta le hacía entender a él que aquel chico aceptaba la realidad en la que estaba viviendo. Se levantó, no sin quitar su pie de encima de la mano de Aery.
-Seguramente una tranquila conversación entre padre e hijo, tengo entendido que no os veis desde hace bastante tiempo. Creo que desde que él incendió tu poblado y mató a todos sus habitantes.
El joven muchacho cada vez se quedaba más asombrado, pero a la vez se encontraba furioso. Era imposible que su padre hubiese matado a todo su poblado aquella noche nevada. Con su otra mano libre le agarró del tobillo con el cual le aplastaba la mano. Apretó con todas las fuerzas que le quedaban en esa mano. Eso no lo toleraba, no podía ser que su padre hubiese hecho aquello. Cuando desapareció de aquel lugar dejando a Aery solo a su suerte, el chico lo maldijo tantas veces como pudo. Después de un tiempo, su odio hacia aquel hombre se fue disipando hasta no quedar rastro de él. Ahora, aquel bandido le estaba diciendo que su padre era el asesino que estaba buscando. Quería creer que todo era una pesadilla.
-¡Mi padre no puede ser un asesino!- gritó.
Al decir eso, su fuerza aumentó de golpe. Apretó más fuerte el tobillo de Vam. Éste sintió un dolor increíble y levantó el pie dejando libre a Aery. Se levantó como pudo. El aire comenzaba a cubrir su cuerpo. El caballero observaba aquella escena. Había oído hablar de ese poder, pero también había oído que era imposible de controlar. El chico dio un paso para atrás y comenzó a correr hacia Vam. Cerró su mano y lo convirtió en un puño. Un momento de tensión. El aire cada vez se concentraba en el cuerpo de Aery, tanto, que el viento que se movía hacía daño. Un momento de dolor. El puño del chico chocó con el estómago del bandido. Todo el aire que rodeaba al muchacho se traspasó por su brazo y llegó al cuerpo de Vam.
El hombre cayó lentamente al suelo, todo a su alrededor se movía a cámara lenta. Antes de cerrar por completo los ojos, pudo leer las palabras del primogénito de su jefe. Escupió sangre, eso nunca ocurriría.
-¡Los bandidos destruirán Ewal!
Fer abrió la puerta. Era elegante y de color rosa con flores, como a ella le gustaba. Al entrar, se encontró con un olor dulce. Las paredes eran rosas, como la puerta. Era una habitación pequeña, aún así era acogedora. Un lavadero de manos y una bañera, era el mobiliario de la sala. La sobrina del rey fue hacia la bañera, que estaba llena de agua, y la tocó suavemente. Estaba en la temperatura correcta. Se retiró el albornoz de seda que llevaba. Primero metió una pierna en la bañera y después el resto del cuerpo. Todo era muy relajante durante el baño. Cogió una pequeña esponja y se restregó sus brazos. En esos momentos, todos los pensamientos que la confundían, desaparecían con el agua.
Tras quitarse la suciedad de su cuerpo, inundó su cabeza en el agua. Cerró los ojos. En su mente, aparecían imágenes. El rey Qel estaba palideciendo, y ella no podía hacer nada. Todo aquéllo era por la maldición que soportaba aquel castillo. Veía a un Aery alejándose de ella, con la cabeza agachada. Lo sentía muy cerca de aquí. Durante unos instantes, vio a su marido muerto. Recordaba aquella escena, cuando trajeron su cuerpo al castillo. Su espalda estaba cubierta de flechas, había caído ante los bandidos. Entonces, la imagen de su ex-esposo cambia a la imagen de Aery tumbado bocabajo gravemente herido. Estaba luchando contra alguien, pero no contra la persona de sus sueños.
Abrió los ojos y salió del agua. Se abrazó a ella misma. Tenía miedo, cada vez que cerraba los ojos, solamente veía desgracias. Sus ojos comenzaron a expulsar lágrimas. Estaba confundida, no sabía que hacer.
Tras salir de la bañera, se puso de nuevo su albornoz. Andó tranquilamente por el pasillo, por el cual muchas doncellas y sirvientes caminaban con rapidez, llegó a su habitación y se puso su vestido. Había decidido ponerse un vestido largo y sencillo, era cómodo y con encajes muy bonitos. Aunque pareciese que estaba tranquila, por dentro estaban aquellos pensamientos y aquellas imágenes inolvidables.
Según la rutina, hoy le tocaba visitar de nuevo al rey, su tío. Cada vez estaba peor, si esto seguía así... Podría...
Abrió la portentosa puerta y caminó rápidamente hacia la cama del rey. Desplegó las cortinas que tapaban al anciano rey, hizo su reverencia y se quedó ahí sentada a su lado. El rey notó preocupada a su sobrina, tanteó para cogerle la mano y al final lo consiguió. Agarró su delicada mano y le preguntó:
-¿Te ocurre algo Fer?
La dama no quería decirle de sus miedos, pero nunca podría mentir al rey que tanto admiraba. Así que le dio un suave apretón en la mano y le dijo:
-Estoy preocupada por usted, mi señor.
-Oh... Fer... Eres tan amable...- comenzó a toser fuertemente, Fer se levantó asustada pero de repente paró- Tranquila, no llames a nadie. Antes de que caiga, yo...
-No, usted no va a morir.
-Si que voy a morir, aunque aquel joven intrépido consiga vencer a todos los bandidos que causan destrucción en Ewal, yo habré caído. Por eso debo contarte los orígenes de nuestro reino, ya que tú serás la nueva reina de Ewal.
Fer no se lo podía creer. Comenzó a temblar, ¿ella? ¿Reina de Ewal? Quería preguntarle el por qué Don Qel le había elegido a ella, y no a otro noble más cualificado para el cargo.
-Cuando los reinos que habitan nuestro mundo no existían, todo era uno. No había guerras, ni dolor, ni odio. Era un Ewal en grande. Los humanos aparecieron y se quedaron en aquellas preciosas tierras, y con los humanos, el dolor y el odio vinieron a esas tierras. Las guerras comenzaron y las tierras se separaron, Ewal fue el primer reino que delimitó sus fronteras. Creerás que fue gracias a la paz y al amor, pues no, el primer rey de Ewal fue un rey codicioso y malvado. Causaba destrucción a su alrededor, entonces un poder superior al rey, lo ató a esas tierras que estaba explotando. De ahí que yo esté aquí sufriendo por culpa de los bandidos.
-¿Ató su alma a estas tierras?
-Exactamente Fer, por eso sus descendientes sufrirían la maldición. Al paso de los años, el rey se volvió amable y honesto; pero ya era demasiado tarde para liberarse de la maldición, le acompañaría hasta la muerte. Yo nunca he tenido hijos, como bien sabes, porque no quiero que sufriesen lo mismo que yo. Por eso, le dejo Ewal a mi pariente más querido. Tú, Fer. Tú no sufrirás la maldición y ya eres bondadosa de corazón.
El agarre de la mano del rey se iba debilitando poco a poco. Fer se estaba asustando. Gritaba desesperada el nombre del rey, nunca lo había hecho, pero no quería que lo dejase. Cerró los ojos y dejó de respirar. La dama comenzó a llorar, finas lágrimas salían de sus cristalinos ojos. Llamó a una sirvienta comentándole la muerte del rey, quería hacerle un bonito entierro; se lo merecía. Muchos vasallos le preguntaban quien heredaría el cargo, Fer con la cabeza agachada respondía que el rey quería que fuese ella. Ninguno de ellos criticó su decisión, era la más inteligente. Todo el mundo adoraba a Fer, por eso se alegraban que el rey hubiese tomado esa decisión. Pero a la vez, todos estaban tristes, el entierro sería al día siguiente por la noche; en el día de la Luna.
Fer se encontraba en su habitación con un señor vestido de negro. Estaban decidiendo todo sobre el entierro del rey de Ewal. Todos podrían darle sus últimos pensamientos al rey, tanto como campesinos como nobles. Todos para ella eran iguales. Ya había enviado mensajeros por todos los pueblos de Ewal para anunciar la muerte de Don Qel, así que la ciudadela del castillo tendría bastantes visitas esa noche.
-Quiero lirios, eran sus flores favoritas- decidió Fer.
-Sí señora, lo que usted diga.
La dama, o más bien, reina aún no se había acostumbrado a su nuevo puesto. Todo le era muy raro. De repente, una sirvienta de cabellos cortos negros y ojos azules entra inesperadamente en la habitación donde se encontraba Fer y el señor. Estaba sudando y respirada entrecortadamente. La reina de Ewal se levantó preocupada, fue hacia la chica y le preguntó:
-¿Qué ocurre Loaw?
-S-señora, han encontrado a un herido a las puertas del castillo. Tiene el cabello azul y parece ser bastante joven. Sus heridas son bastante graves.
El corazón de la antigua dama comenzó a latir rápidamente. ¿Aery estaba aquí? Salió de la habitación disculpándose del organizador del entierro de su tío y acompaña a Loaw adonde habían dejado al muchacho. No entendía como es que había acabado herido, pero dentro de ella estaba rezando que no muriese. Al fin, cuando llegaron, Fer cayó al suelo, era la misma imagen. Aery se encontraba tumbado boca arriba en una camilla recién hecha de madera. Estaba sangrando por distintas partes del cuerpo, y respiraba lentamente y costosamente. Fer corrió hacia el cuerpo del joven, lo abrazó, manchándose su vestido de sangre.
-¿Aery?