jueves, 3 de septiembre de 2009

Historias de Ewal- La chica que huyó de su hogar y el torbellino


Así me imagino a Aery pero con otro color de pelo y de ojos xDDD Aunque la expresión es la misma...

Bueno, pues os dejo la Historia 3 de Historias de Ewal! (Actualizo por actualizar, no tengo muchas ganas de contar paranoias). Umm, ¿qué os puedo contar de este cap? Pues... umm, un personaje importante en la trama aparece (ya que influirá en otro personaje). Espero que disfrutéis!

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Hubo una vez un gran reino llamado Dal, era poderoso, por lo que los demás reinos le temían. Tenía un excelente ejército, ya que todos los soldados juraban fidelidad al rey. Rey tras rey, la corona iba pasando de padres a hijos. Llegó una época de crisis, azotó duramente al reino de Dal, que lo pasó realmente mal. Por desgracia para el reino, el rey no pudo tener hijos con su esposa y cayó enfermo. El dilema se causó al enfrentarse a una dura decisión. ¿A quién debía entregarle la corona? Murió sin saberse su decisión. Su mujer, tan amable y tan alegre, se entristeció muchísimo. Se encerró en su cuarto, no bebía, no comía, no dormía. Poco a poco, sin que ella se diese cuenta, se estaba matando.

Su hermano se temía lo peor, por lo que la obligó a que diese una orden, un sucesor. La reina, postrada en la cama, le contó todas sus ideas a su hermano. Él la escuchó detenidamente, sin perderse ni una palabra. Su idea era crear un consejo, en el que el poder estuviese repartido en varias personas. Hombres sabios formarían ese consejo y gobernarían el reino. Tan moderna resultaba la idea de la reina, que su hermano la desechó.
La reina de Dal cayó también al igual que su marido. El descendiente sería el hermano de la fallecida reina. El rey Gustav, rey de Dal. Gustav era un hombre avaricioso, pero nunca conseguía lo que deseaba. Enfrentó a todos los reinos de su alrededor, pero al no tener experiencia en el frente de batalla, perdió todos los combates. Y así, su reino, iba empequeñeciendo lentamente, hasta convertirse en el reino más pequeño. Muchos habitantes del reino temían una nueva crisis por parte de su nuevo rey, así que decidieron emigrar a los reinos de los alrededores.
Una de los habitantes era una pequeña niña de ojos miel, tal y como los demás habitantes de Dal, de cabellos ondulados verdes. Sus padres no pudieron huir del reino, pero deseaban lo mejor para su hija, así que la enviaron con unos parientes lejanos que vivían en Ewal. Escondida en un viejo carromato, la niña de nombre Verne, le rezaba a la gran luna para que sus padres no muriesen. Aquella niña tenía algo especial, algo que las demás niñas de su edad no tenían. Tenía el poder de la clarividencia. Cada vez que tocaba algo o cerraba los ojos, le venían imágenes del futuro. Unas veces eran cosas buenas las que veía, en cambio, otras eran horribles. Pasó el límite de Dal, y llegó a Ewal. La frontera del sureste de Ewal, Verne bajó del carromato con miedo. Había tenido un sueño, en el que podía ver como unos soldados mataban a sus padres. Todas sus plegarias a la gran luna habían sido en vano. Corría y corría, debía salvarlos y cuando iba a cruzar de nuevo la frontera, recordó las palabras de su padre.
“Eres nuestra única esperanza”.
Giró sobre sí misma y volvió por donde había venido. No pasó frío, pero sí hambre. No había encontrado ninguna aldea cercana. Caminaba y caminaba sin rumbo fijo. Cuando pensaba que iba a morir de hambre, ve en el horizonte, a lo lejos, un pueblo del que salía bastante ruido. Lágrimas caían de sus ojos, la luna se había apiadado de ella. Llegó a la entrada del pueblo, donde comenzaban las casas pequeñas de madera. Del cansancio y de la sed, se desmayó y cayó al suelo inconsciente.
Pueblerinos asombrados, fueron a ver como se encontraba la pequeña niña. Una pareja ya mayor, la acogió en su casa y la cuidó mientras estuvo inconsciente. Pasó malas noches, en las cuales, tuvo mucha fiebre, pero la anciana señora la cuidaba con mucho mimo. Un día en el que los tulipanes florecían con elegancia, Verne despertó asustada. Miraba a su alrededor, no reconocía el lugar en el cual se encontraba. Estaba en una pequeña habitación muy sencilla, sin mucho mobiliario. Recostada en una cama muy cómoda. La calidez de las sabanas le recordaban a las de su hogar. ¿Y si estaba en su hogar? Olió el aroma que desprendía la habitación. El olor de flores frescas y de comida llegó a su nariz. No era muy parecido al de su hogar. Se levantó rápidamente de la cama y salió de la sencilla habitación. Andó deprisa hasta llegar a una habitación en la que parecía una cocina, y en ella una mujer de aspecto amable sentada observando el paisaje por una ventana. Verne decidió no entrar. Se quedó apoyada en la pared y de repente escuchó como aquella mujer le preguntaba:
-¿Ya estás mejor?
La joven muchacha se asustó, y tímidamente se asomó por el marco de la puerta. Observó más detenidamente a la mujer. Tendría unos sesenta años, era de estatura pequeña. Sus ojos eran azules, lo que indicaban que era de Ewal. Su larga melena blanca, caía por su espalda en forma de trenza. Tenía manos grandes, en las cuales surcaban profundas arrugas. Su cara era amable, así que Verne decidió en confiar en aquella mujer. Con pasos pequeños y cortos se dirigía hacia una silla que estaba colocada delante de la mujer. Se sentó, y sin poder mirar de nuevo a la mujer, agachó la cabeza.
-Tranquila jovencita.
Verne alzó la cabeza y miró a la mujer. Estaba sonriendo, era una sonrisa pura y alegre. Unas lágrimas cristalinas cayeron de los ojos de la niña. Hacía tiempo que nadie la sonreía y casi lo había olvidado.
-Yo soy Ijial Mar, pero puedes llamarme Ijial simplemente.
-Y-yo... M-mi nombre es... Verne.
La voz de la niña era temblorosa, sus labios se movían con miedo. Ijail le acarició la cara y le tocó suavemente el pelo color hierba. Entonces, sus miradas miel y azul se cruzaron.
-Tienes unos ojos preciosos Verne. ¿Eres de Dal, no?
Verne solamente pudo asentir. Quería saber el por qué, aquella mujer tan amable, le había recogido a ella, una pobre chica que tal vez fuese próximamente huérfana. Al recordar su premonición, la niña se asustó y abrazó rápidamente a Ijail. La anciana mujer se sorprendió, pero aquel abrazo le agradó. Su marido y ella nunca habían tenido hijos, y siempre se sentía celosa cuando veía a las madres abrazar a sus hijos. Ahora aquella calidez que seguramente aquellas madres sentían, lo sentía también Ijial. Desde entonces, Verne vivió con Ijial y su marido. Tuvo buenos momentos y no tan buenos, pero aún así era feliz de haber conseguido un nuevo hogar. Aunque siempre, encerrado en su corazón, estaría el recuerdo de su familia en Dal. Verne adoptó el apellido de la familia, Mar. Creció hasta convertirse en una preciosa joven, de rasgos amables y bellos a la vez. Su padre adoptivo murió por una enfermedad, las dos mujeres lo pasaron mal, porque ambas amaban a su manera a aquel hombre. Tarde o temprano, lo superaron y siguieron con sus vidas. De nuevo, otra penuria se cruzó por su camino. Un grupo de bandidos decidió atacar Daoquil. Destruyeron casas y mataron mucha gente. En esa lucha contra los asesinos, Verne perdió el sentido de la vista por salvar a unos pequeños que se encontraban escondidos detrás de un arbusto diminuto. Ijial murió durante el proceso de recuperación de los ojos de su hija adoptiva. Verne lloró durante muchos días. Ni siquiera podía ver el cuerpo de su madre. Sabía que pronto moriría, porque lo soñó, pero no se esperaba que cayese tan pronto. Se preguntaba durante las noches, si Ijial le había aceptado como a su verdadera hija . Para ganarse la vida, tuvo que comenzar a utilizar su poder de ver lo que va a ocurrir en un futuro no tan lejano. Ahora, en Daoquil, se cuenta que hay una adivina ciega de cabellos verdes y que todas sus predicciones se hacen realidad. Contaban, que con solamente tocarte la mano, sabía todo tu pasado y todo tu futuro. Aún así, todos los viajeros que iban a consultar algo sobre su incierto futuro, observaban que la joven tenía una mirada triste y sin horizonte.
-¿Falta mucho?- preguntó Aery.
-Creo... Que no- respondió Yuipte con energía.
Dos jóvenes se encontraban montados en un caballo de piel gris, de camino hacia Daoquil. Uno de ellos, como siempre, llevaba la capucha de su túnica puesta. En cambio, el otro joven llevaba al descubierto la cara. El ligero viento que de vez en cuando se originaba, movía con gracia los cabellos cortos y castaños del chico. Aery observó con preocupación a Yuipte por encima del hombro. Éste se dio cuenta de su expresión y preguntó:
-¿Qué ocurre?
-¿Seguro qué te encuentras bien? Creía que estabas mal por la destrucción de tu aldea y de toda tu familia.
Yuipte apagó su sonrisa, miró hacia el cielo que se encontraba despejado y respondió:
-Conocía muy bien a mis padres, y sé que se avergonzarían de mí si estuviese deprimido todos los días. Seguro que donde se encuentren, me están dando ánimos para superarlo. Por cierto
Aery, ¿dónde está tu familia?
Aery rápidamente apartó su mirada, comenzó a observar el horizonte. No quería contar nada de su pasado, era muy duro para él. Pero confiaba en Yuipte, era un buen compañero.
-La única familia que me queda, es mi padre y no sé donde se encuentra.
El joven muchacho bajó la mirada. Se sentía apenado. Aún así, leyendo el rostro de Aery que miraba nostálgico hacia el horizonte, no le había contado todo a Yuipte. El camino por el que pasaban, era difícil. Habían muchas piedras, y eso a Antares le molestaba. El caballo estaba acostumbrado a caminar por suelos llanos o con nieve, no con piedras. Su camino era largo, pero por el bien de la vida de Yuipte, Aery debía de llevar al joven a Daoquil.
El sol había dejado paso a la luna. Los dos jóvenes viajeros, decidieron acampar para poder recuperar las energías perdidas durante el largo camino recorrido. Habían parado junto un pequeño lago de agua cristalina. Rodeaba al lago, filas de flores exóticas y un suave césped. Era el lugar perfecto para descansar. Yuipte había sacado unas mantas para ponerlas encima del césped y poder dormir. Los dos se encontraban tumbados en dichas mantas y miraban el despejado cielo. Habían hecho una pequeña hoguera para espantar a los animales salvajes y para no pasar frío durante la noche. Las llamas se movían con delicadeza, como si de un baile se tratase. Aery miraba el cielo, aquella imagen le recordaba cuando estaba junto con su maestro. Se fijó detenidamente en una estrella exacta. Yuipte se dio cuenta de su curiosidad hacia esa estrella y le dijo:
-Esa es la estrella Lexell. Según cuentan los astrónomos de Ewal, esa es la estrella de la mala suerte, si la observas durante mucho tiempo, la mala suerte te alcanzará y te acompañará hasta tu muerte. Así que no la mires mucho.
Aery con su rostro sereno, seguía observando a Lexell. No parecía que fuese a decir nada, de repente se incorporó un poco en la manta y dijo:
-Vuestros astrónomos no predicen nada. Lexell en verdad es un cometa, pasa varias veces por nuestro mundo, y cada vez que pasa significa que la prosperidad vendrá.
Yuipte se quedó anonadado. Creía que Aery no tendría esos conocimientos, además, cuando había dicho todo aquello parecía estar muy seguro de lo que decía. Decidió no preguntar, ya que la cara del muchacho que miraba hacia el cielo, mostraba que aquello le traían recuerdos dolorosos. Yuipte cerró los ojos, y el cansancio poco a poco se desvanecía.
Fer iba como siempre a la sala del rey a ver su estado de salud. Abrió la grandiosa puerta y entra. Iba directa hacia la cama del rey de Ewal. Tras retirar las cortinas que tapaban la cama, observó al rey. Se asustó. Se alejó unos cuantos pasos tapándose la boca. Las sábanas blancas en las que siempre dormía el rey, ahora eran rojas del color de la sangre. Una mano blanca estaba caída, y por sus uñas recorrían algunas gotas de sangre. El rey de Ewal tenía la cara atemorizada, con miedo. Los músculos de su cara estaban rígidos, mostrando una mueca espantosa. No respiraba. Fer gritó desesperada. Cayó de rodillas al suelo, ya no podía aguantar más. Su desayuno, ahora salía de su boca. No podía observar de nuevo la escena. Con lágrimas en los ojos se levantó. Debía pedir ayuda. De repente, las grandes ventanas que llevaban a un extenso balcón, se mueven con furia. De ellas, apareció un hombre. Fer no dijo nada. Estaba atónita. Un hombre de cuerpo grande, hombros anchos y brazos grandes estaba delante de las ventanas, observándola. Tenía el pelo largo y gris, lo que marcaba que debía tener unos cuantos años.
Entonces, Fer se dio cuenta de algo que la dejó aún más asustada, ojos violetas. ¿Qué estaba ocurriendo? El hombre sonrió, por su forma de sonreír, Fer se temía lo peor. Quería retroceder, quería huir de ahí, quería que alguien la salvase tal y como Aery lo hizo en un tiempo lejano. El hombre da un paso, la dama no se inmutó. De nuevo, dio otro paso, pero sin darse cuenta, Fer se encontró con aquel hombre muy cerca. Lo tenía solamente a dos pasos. ¿Cómo había hecho eso? Dio otro paso, y ahora lo tenía justo delante. La agarró del cuello fuertemente y comenzó a apretar. Fer intentó patalear, pero sus piernas no respondían. Tenía miedo. Salían más lágrimas de sus ojos, y antes de cerrar por completo sus ojos,gritó una palabra:
-¡Aery!
Fer se despertó. Su respiración se aceleraba, su corazón cada vez latía más deprisa. Esta vez, su sueño había avanzado mucho más. ¿Quién era ese hombre? ¿Por qué había matado al rey? Y lo más importante, ¿por qué tenía los ojos de Aery?
Los pájaros cantaban. Era ya de día, Yuipte abría los ojos lentamente, permitiendo que la luz penetrase en sus ojos. Se levantó y tras desperezarse va hacia la hoguera para apagarla. Se sorprendió. Ya está apagada. Giró su cabeza hacia el lugar de Aery y se dio cuenta de que no está. Comenzó a asustarse, cuando Aery apareció de la nada en el lago. Yuipte saltó hacia atrás del susto. El joven muchacho de cabellos azulados le miraba interrogante. No comprendía esa reacción. Vale que nunca le hubiese visto sin la parte de arriba, pero no era para tanto. Se secó un poco el pelo y Yuipte le preguntó:
-¿Para qué el baño?
-Para aclarar ideas- respondió sin más el joven.
Al ponerse la parte de arriba de nuevo, el acompañante del peliazul se dio cuenta de que su torso estaba cubierto de heridas y cicatrices. Algunas habían sanado, otras en cambio estaban rojas, como si nunca se hubiesen cerrado. Como siempre, Yuipte mantuvo la boca cerrada para evitar respuesta incómodas.
Aery montó en el caballo primero, y después ayudó a Yuipte a subir. El joven de ojos violetas le dio un leve golpe con la pierna a Antares para que comenzase a galopar. Durante el camino, Aery no podía apartar de sus pensamientos la pesadilla que había tenido. El rey de Ewal estaba muerto en su habitación, Fer iba a verle y se encontraba con aquella persona... ¿Qué tenía que ver aquel hombre con Ewal? Cada vez se preocupaba más. No quería que le pasase nada la joven dama, pero debía vencer primero a los bandidos que estaban destruyendo la paz de Ewal.
En una habitación oscura, sin ninguna iluminación, una joven de cabellos verdes se encontraba sentada en una silla. Tenía los ojos cerrados, y parecía estar concentrada. Verne Mar, o como se le conocía por todo Ewal, la adivina de Daoquil; intentaba encontrar su próximo cliente. Su menta volaba libremente por los alrededores de Daoquil, de repente, le vino una imagen, que provocó que abriese los ojos enseguida. Le cayeron varias gotas de sudor, y tras respirar un poco; se incorporó de nuevo en su asiento.
-Extraños jóvenes vendrán a visitarme- dijo Verne.
Sus ojos eran blancos, sin emoción. Verne Mar se encontraba ahí sentada, esperando a que el tiempo se la llevase lentamente...
Yuipte tenía mejor visión que Aery, por lo tanto cuando vio humo en el cielo creyó que ya estaban cerca de Daoquil. No se equivocaba, ya que después de unos minutos llegaron a la entrada de la ciudad. Como en la capital de Ewal, ahí tampoco les paró ningún guardia. El joven de ojos violeta se sentía raro aún en esa tierra, había demasiada confianza, no como en su pueblo. A cada paso que daba Antares, Yuipte se ponía más nervioso. En esos días que había pasado junto con Aery, se lo había pasado muy bien. Ya habían llegado a su destino, por lo tanto Aery lo dejaría ahí y seguiría él solo su misión. No quería separarse de él, pero por alguna extraña razón lo comprendía. Al pasar por el arco de madera, ven una calle ancha y a sus laterales unas pequeñas casas de madera. Parecían estar muy bien equipadas, y por dentro ser muy bonitas. La gente que por casualidad salía en ese momento, se paraba durante unos instantes para observar a los nuevos visitantes de su pueblo.
Muchas miradas se encontraba Aery, que llevaba la capucha puesta para no llamar aún más la atención. Paró en un lugar donde poder descansar, ató a su caballo al poste y le dijo a Yuipte:
-¿Sabes de algún lugar dónde te pueda dejar?
El muchacho apartó la mirada. No quería quedarse en ese pueblo, no quería darle la respuesta que se sabía, aún así, no quería mentir a su amigo. Suspiró y dijo:
-Dicen que la adivina acoge a gente sin hogar.
-Pues a visitarla vamos.
Yuipte esperó a Aery, y vio como éste se acerca sigilosamente a Antares y le susurró algo al oído. No entendía las cosas que hacía aquel chico, pero no sabía casi nada de su vida, así que poco podía criticar. Caminaron por las calles más pobladas de Daoquil. Aery siempre iba con la cabeza agachada para evitar cualquier contacto ocular y para ocultar mucho más sus cabellos azules. Poco a poco se iba acostumbrando, pero en ese momento le vinieron recuerdos de cuando acababa de llegar a Ewal y se creía que todo era como en su pueblo. Tuvo bastantes problemas al principio por no saber esconderse.
En una calle que parecía estar poco habitada, una casa destacaba de las demás. Mientras que las casas tenían un jardín hermoso, lleno de flores muy bien cuidadas; aquélla tenía un jardín muy mal cuidado y con flores marchitas. Las paredes eran de una madera vieja, como si aquella casa tuviese más años de los que debería tener. Aery intuyó que esa es la casa de la adivina.
No sabía muy bien por qué, pero tenía ganas de entrar y preguntar a la adivina. Tocaron a la puerta y entraron. La habitación principal estaba oscura, algo a lo que los jóvenes se tuvieron que acostumbrar para poder ver a la mujer. Al fondo de dicha habitación, vieron una pequeña luz, se dirigieron hacia ella. Yuipte se chocó con una silla, se sentó en ella. Aery al ver que había otra silla tomó asiento. Una joven de cabellos verdes se encontraba delante suya. Tenía los ojos cerrados, y parecía estar muy concentrada. De repente, abrió los ojos, lo que produjo el susto de Yuipte. Ojos blancos como la nieve, le hizo recordar a Aery.
-Sabía que vendríais- dijo la joven con una voz melodiosa.
Los dos chicos se miraron confundidos.
-¿A qué se debe vuestra visita?
-¿No debería de saberlo?- preguntó con picardía Yuipte.
-Prefiero que me lo digan ustedes.
El joven de cabellos castaños no iba a responder, pero Aery abrió la boca y dijo:
-Debo de pedirle un favor. Cuide de este joven que ha perdido su hogar y a su familia, enséñele a sobrevivir y cuando usted vea que puede vivir solo, puede librarse de él.
Su voz sonaba fuerte y segura, aún así sus manos se movían inquietamente temiendo de que aquella joven rechazase su propuesta.
-Sé lo que ocurre, y sé tus intenciones; Aery Giol- Aery se sorprendió con la rapidez en la que adivinaba- por esa razón acepto tu propuesta.
El peliazul iba a abrir de nuevo la boca para agradecérselo, pero la adivina le detuvo alzando la mano y señalándole.
-A cambio, quiero que me dejes ver tu pasado y tu futuro. Un trueque.
El joven se quedó paralizado, no sabía que hacer. Si le decía que no, Yuipte no tendría hogar y se tendría que ir con él al peligro. Apretó sus puños fuertemente, aquel hombre le estaba buscando, no debía poner al chico en peligro. Suspiró lentamente y asintió. Extendió su mano y la apoyó en la mesa. La adivina tanteó para poder llegar a tocar a su mano. Así que era ciega... pensó Aery. Con sus cálidas manos, comenzó a surcar sus líneas de la mano. Sus dedos eran finos y le tocaban con delicadeza. No entendía porque una joven tan amable, vivía ahí encerrada sin contacto del mundo exterior.
Tras un rato interminable para Yuipte, la adivina apartó su mano de la de Aery. La joven parecía asustada o algo por el estilo. El chico se quedó mirándola confundido, quería saber que le deparaba el futuro.
-Yo, Verne Mar, he visto un futuro muy incierto. Lo que sí he visto claramente, ha sido tu pasado. La verdad es que...
Cuando la adivina iba a contar algo del pasado de Aery, algo a lo que Yuipte estaba esperando a escuchar, el joven de pelo azul se levantó disgustado. Hacía entender que se iba, abrió la puerta y Verne dijo:
-Aquella dama a la que tanto aprecias corre peligro, yo de ti iría a protegerla.
La expresión de disgusto de Aery cambió por completo a una preocupada. Le agradeció la información a la adivina y salió rápidamente de la casa. El chico al cuidado de Verne, no comprendía lo ocurrido. ¿Quién era aquella dama? Quería saberlo, pero temía no obtener respuesta alguna. Decidió mantenerse sentado, con aquella mujer de cabellos verdes. La chica suspiró.
-Sé que deseas saberlo, pero si te lo contase, tu amigo se sentiría ofendido. Lo siento.
Yuipte apretó sus puños. Algún día ayudaría a su preciado amigo en su peligrosa misión, y si no es a él, a otros que quisieran proteger Ewal.
El atardecer se aproximaba. Allá en el horizonte, un joven con su caballo iban al centro de Ewal. Cosas extrañas iban a pasar, y que además, iban a cambiar sus vidas...
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En la próxima entrada intentaré encontrar a Fer ^^

2 comentarios:

Letty dijo...

Pues yo para nada me lo imagino así. Me lo imagino como un tio bueno, valiente y...tio bueno? (pero todo esto, como una persona, no como un personaje de anime/manga. y peliazul, claro ^^ ) En fin, que creo que te comenté lo que me pareció el 3º capi por msn, así que me ahorro los alagos por aquí jajajaja. Bueno guapi, ya hablamos.
Besitos :*

Estoy en proceso del 4º capi, ya te contaré :3

Letty dijo...

DIOS MIIIIO! Coméntenle a esta chica por dios! Con lo que ella se esmera escribiendo esto T.T para solo obtener un(ahora dos) comentario(s) mío(s), ¡que vívora es la gente!

Me veo obligada a recomendar enormemente esta historia, lean el 1º cap.que seguro que se enganchan!

En fin, la pesada de Letty contraataca :(
Besitos :*