miércoles, 25 de abril de 2012

Crónicas de Ewal- El Árbol Milenario (I)



-¿Como que me pide tres monedas de oro por esta manta de lana? -Hairen tocó la tela, áspera, pero suficientemente gruesa como para cobijarla del frío-. Como mucho cuesta una moneda de cobre.


-Nos encontramos en una época extraña, bella joven. La mitad del rebaño de mi hijo desapareció, y la mitad de esa mitad murió debido a una plaga y... -el mercader hizo amago de continuar con sus explicaciones, pero Hairen le indicó con una mano que podía callar.

A regañadientes, Hairen sacó su saquito de monedas para colocar dos de oro sobre la mano del hombre. Antes de que se percatara de la falta de una moneda, Hairen agarró la manta descolorida y salió corriendo del mercado. Pudo escuchar sus maldiciones, pero ella pensó que no se podía estar más maldita de lo que ya estaba.

En aquel pequeño pueblo, el físico de Hairen no pasaba desapercibido. Después de todo, las ninfas no salían nunca del bosque, mandaban a sus sirvientes, los duendecillos, para las cosas que necesitaban. Sus cabellos verdes como la primavera, largos, recogidos en una larga trenza, ondeaban al compás del viento como si bailasen una preciosa danza. Sus ojos violetas, curiosos, observaban cada detalle de su alrededor y cuando se fijaba en un ser, parecía como si reconociera su propia esencia. Sus labios blancos, finos, se confundían con el resto de su piel, también blanca debido a su encerramiento en el bosque, acogida por las múltiples ramas de los árboles. Iba ataviada con telas marrones, que conformaban un traje cómodo y apropiado para el viaje al que se había visto sometida.

Continuó corriendo, como si aquel mercader hubiera decidido perseguirla. Mientras corría, metió aquella áspera manta que tanto la iba a proteger de la fría noche en su bolsa de piel. De la poca atención que estaba prestando, chocó contra algo muy fuerte, tan fuerte, que cayó al suelo de culo. Se percató entonces de que no necesitaba correr, no tenía prisa, había que llevar su viaje con paciencia y por éso, sin decir nada, se levantó y se quitó la arena que se había posado sobre su ropa.

-¿Se encuentra bien, dulce doncella? -el hombre le había tendido la mano, pero se había quedado con las ganas de tocar la suave piel de la ninfa.

-Sí, gracias caballero...

-¿Caballero? De eso nada -negó con la cabeza a la vez que se quitaba su sombrero viejo-. Verá señorita, soy un cazarrecompensas. ¿Le interesaría alguno de los productos que le pueda ofrecer? ¿Quizá un arma para hacer caer las hojas de los árboles? -preguntó mientras sacaba una extraña herramienta de un gran maletín.

-¿Y para qué quiero yo que las hojas caigan de los árboles? Me gustan dónde están... -respondió confusa Hairen.

Aquella pregunta pareció descolocar al cazarrecompensas, quien agachó la cabeza pensativo y guardó su extraño artilugio. Luego, volviéndolo a intentar de nuevo, sacó lo que parecía una lágrima de troll sujetada en un círculo de metal. Lo único que pudo hacer Hairen fue soltar un grito de sorpresa, de entusiasmo. Nunca, ni siquiera en el bosque había visto nada igual.

-¿Te interesa, eh? Lo encontré en un yacimiento al sur... Donde todo es hielo y...

-¿Para qué sirve? -lanzó la pregunta a la vez que observaba el objeto desde distintas posiciones. Hizo amago de tocarlo, pero enseguida, el hombre apartó el extraño objeto.

-Cuidado, cuidado... Verás, con ésto... -se colocó la lágrima de troll delante del ojo y éste repentinamente creció. Su ojo, de un color grisáceo, se veía grande, redondo. Hairen no pudo hacer otra cosa que aplaudir, como si todo fuera un espectáculo-. Puedo ver las cosas más grandes... -el hombre agarró una hoja del suelo y colocó el artilugio sobre él, mostrando todos los seres que habitaban en aquella minúscula hoja-. ¿Ves?

-Pero si quiero ver a esas criaturas, ¿no será mejor agacharme y observarlo por mí misma?

El cazarrecompensas se quedó sin habla de nuevo. La ninfa no se había percatado de ello, pero justo estaba haciendo las preguntas exactas para hacer callar a aquel rufián, ya que esos objetos no tenían valor alguno en la tierra que habitaban. Al ver que aquel humano no iba a seguir entreteniéndola, Hairen continuó con su paso tranquilo pero constante, siguiendo el camino que una extraña marca e su brazo le dictaba.

Pronto, el cazarrecompensas acompañado por la curiosidad, siguió desde lejos a la joven, preguntándose, lanzándose miles de teorías sobre su origen. ¿Acaso era una noble? ¿Una danzarina del lago? Lo desconocía, pero deseaba saberlo, no por atracción hacia ella, sino por su espíritu aventurero, que le impulsaba a explorar los nuevos e inexplorados rincones del mundo. A Hairen no le molestó su presencia, simplemente andaba y andaba hasta que salió de toda civilización y salió al prado sin caminos.

La joven paraba en pocas ocasiones para descansar, parecía impasible ante el calor, ante la luz procedente del cielo. Su apariencia no desmejoraba con el transcurso de los días, no como el cazarrecompensas, quien había descuidado su aspecto. Había veces que se quedaba dormido por la noche y tenía que seguir las huellas de la ninfa, descubrirlas entre la hierba y alcanzarla a grandes zancadas. Pero ninguno de los dos hablaban, ya que en realidad no viajaban juntos.

Pasó una semana y al fin el cazarrecompensas pudo sobrepasar a la ninfa de cabellos verdes. Cansado y entre gotas de sudor, le tendió su callosa mano.

-M-Mi nombre es... es.. Folwas -dijo entre jadeos.

-¿Y qué es lo que quieres?

-M-Me gustaría saber que... adonde te diriges más bien.

-¿Es que acaso tu destino no era el mismo que el mío? -preguntó inocente la ninfa a la vez que se quitaba un mechón verde del rostro.

-Soy un... un aventurero, así que si no te importa, me gustaría... acompañarte en tu viaje... -Folwas retiró la mano al ver que la joven no hacía amago de responderle al gesto.

-¿Tienes oro?

-¿P-Perdona?

-Yo me he quedado con pocos recursos y pronto tendré que comprar nuevos... -explicó con una nueva voz, casi hosca, casi como el temporal que se estaba acercando por la zona sur.

Y así fue el extraño comienzo de la relación de la ninfa Hairen y el cazarrecompensas de nombre Folwas. Pasados diferentes, razas diferentes, ¿un mismo futuro?
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Este es el spin-off de Historias de Ewal del que os hablé unas entradas atrás. No llevo mucho, pero viendo que no tengo mucha inspiración para escribir sobre mi vida o reflexiones, he decidido dejaros este spin-off. Sí, cierto, no colgué Historias de Ewal al completo, pero comprobé primero que los capítulos que subí aquí fuera el número suficiente como para entender el spin-off. De todas maneras, esta historia (como su nombre indica) se puede leer sin haber leído antes nada sobre Ewal.
En esta primera parte del spin-off (sí, serán cortas para hacer la lectura más sencilla y para ver si la gente se anima a leer D:) se presentan dos de los tres protagonistas. Una ninfa de la tierra y un cazarrecompensas de objetos inútiles. ¿apuestas para el tercer integrante de este extraño grupo? ¿Más apuestas para la misión que van a emprender?