domingo, 11 de octubre de 2009

Historias de Ewal- El espíritu del agua


Y aquí tenemos el sexto capítulo de Historias de Ewal ^^ (y pensar que ya llevo 22 xDDDD) Que puedo comentar de este capítulo... Umm, es un capítulo que cambió un poco mi manera de escribir ya que pasé a describir mal a las mujeres a saberlas describirlas perfectamente XDD (usando la mente de un tío) Espero que disfrutéis ^^

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Aery se encontraba cubierto por vendajes de pies a cabeza. Estaba en la habitación a la cual le había llevado Fer a descansar. En esos momentos, se estaba vistiendo y preparándose para marchar. Se lo había prometido a Fer, y ya había cumplido su promesa. Había asistido al entierro de su tío y además había presenciado la coronación de la antigua dama. Le dolía dejarla de nuevo, pero se prometió a sí mismo volver a aquel castillo y decirle a Fer lo que sentía por ella.
Cuando se convenció que ya tenía todo lo que podía necesitar, se colgó una pequeña bolsa de cuero en la espalda. Miró por la ventana. Sonrió. No quería llamar mucho la atención, así que haría lo que siempre hacía. Saltar por la ventana. Abrió un poco las cortinas y comenzó a inspeccionar la parte de abajo. Esta vez estaba en otra parte de la ciudadela, y no había ninguna carreta llena de paja cerca. Corrió las cortinas. Respiró hondo y empezó a pensar en su estrategia. Miró las sábanas de su cama, y se le ocurrió una idea. Cogió la que parecía más larga, abrió el gran ventanal y la puerta de la habitación se abrió detrás suya.
Él giró la cabeza confundido. ¿Quién sería ahora? Esperaba que no fuese ningún soldado que había venido a detenerle y a obligarle a quedarse aquí. Al mirar hacia la puerta se encuentra con la persona que menos se esperaba. La nueva reina de Ewal le miraba confusa y después miraba intrigada a su bolsa y a la sábana que había cogido. Caminó lentamente hacia él. Ese día llevaba un largo vestido azul como el cielo resplandeciente, y que aún así, no apagaba el poder que tenían sus ojos cristalinos. Cuando llegó hasta él, le cogió de la mano que sostenía la sábana y le obligó a soltarla.
-¿Acaso querías huir?- dijo Fer mirándole fijamente a los ojos.
Aery se sintió como amenazado ante la firmeza de los cristalinos ojos de la reina de Ewal, de repente hizo algo que no había previsto a hacer. La abrazó fuertemente hacia él, sintió el calor de su cuerpo en su propio cuerpo. El olor de sus cabellos a lavanda llegaron a la nariz del joven. Fer se había quedado aún más confundida que cuando había entrado. No se esperaba esa razón por parte de Aery. El abrazo era fuerte, como si no la quisiera soltar, como si la vida estuviese en ello. No sabían cuanto tiempo estuvieron de esa manera, el tiempo a su alrededor transcurría muy lentamente, tal y como ellos deseaban.
El joven de cabellos azules con la pena en el pecho, soltó a Fer con su cara de expectación. Agarró de nuevo su sábana, y cuando iba a saltar por la ventana, le dio un beso en la mejilla a la dama. Pegó un elegante salto y dejó caerse al vacío. El viento era terrible, le golpeaba fuerte la cara. Después de agarrarse a algunos postes que colgaban de las paredes del castillo, cayó de pie al suelo. Se quejó un poco por su tobillo, había sido una caído muy fuerte. Pero el dolor se disipó por la preocupación de ir en busca de su caballo y fiel compañero, Antares. Comenzó a correr tanto como su cuerpo le permitía buscando el establo.
Fer se había quedado boquiabierta, se tocó lentamente su mejilla. Aún sentía el calor del beso de Aery. Tras sonrojarse un poco, salió de la habitación. No le gustaba como se iba el joven, siempre la dejaba sola. Esperaba que la próxima vez que volviera, fuese para quedarse para siempre.
El muchacho llegó al lugar donde habían guardado a su caballo y donde le habían cuidado. Al ver a su amo, Antares relinchó de alegría. Aery le correspondió acariciándole la crin suavemente.
-¿Me has echado de menos?
Entonces, comenzó a quitarle las cuerdas que sujetaban al caballo. Parecía que se había intentado escapar. Por unos momentos, Aery sintió lástima por su caballo, él si hubiese estado en su lugar también habría intentado hacer lo mismo, ir con su dueño, buscarlo sin descanso. Alguien entró al establo, el chico por el susto o por no querer que le descubriesen, se escondió en un rincón del establo. Cogió un montón de paja y se la puso encima. Eran dos hombres y parecían estar hablando de un tema muy serio.
-Lo que le contaba... Mis hijos han desaparecido, y eran los más jóvenes...- dijo uno de los hombres muy apenado.
-¿Pero cómo ha ocurrido?- preguntó el otro hombre extrañado.
-No lo sé, ocurrió hace dos semanas. Ya sabes por donde vivo yo... En Galiot, al oeste de Ewal...
-Entonces, ¿por qué has venido a la coronación?
-Necesitaba vender unas cosas, y pensaba que era un acto de rebeldía por parte de ellos, pero ahora me he dado cuenta que no es así...
-Ven, te acompaño a mi casa para que descanses...
Los dos hombres se alejaron del establo, y del escondite de Aery. Tras asegurar que ya no había nadie, salió de entre el montón de paja y tras quitarse algunos del pelo, comenzó el trabajo por donde lo había dejado.
Un chico de cabellos castaños y aire alegre salió de la casa de Verne. El sol relucía con fuerza y hacía evaporar los últimos charcos que quedaban en el suelo del pueblo de Daoquil. Yuipte respiró hondo y se colgó una bolsa de cuero al hombro. Iba a ir a su primera recogida de uva. Era una tradición en el pueblo. Tras la época de lluvias, había que ir al campo de la parte norte donde todo estaba cubierto por viñedos. Se unió a la fila de hombres que se dirigían hacia ese lugar. Los hombres ya conocían de vista al chico, pero nunca habían hablado con él. Parecía como si le tuviesen miedo por vivir con Verne, la adivina.
Yuipte tenía la cara agachada, a pesar de hacerle bastante ilusión poder ayudar a la adivina, no conocía a nadie y se sentía solo. Cuando salieron del pueblo, el joven se dio cuenta de que el Sol pegaba fuerte con todo su calor. Soltaba grandes bocanadas de aire, entonces vio como algunos hombres del pueblo, saciaban su sed con una bota llena de agua. El joven sintió su garganta seca, quería beber agua.
Uno de los hombres se fijó del cansancio de Yuipte, se acercó a él y ofreciéndole su bota de agua le dijo:
-Pareces cansado, si quieres te llevo en mi espalda.
El castaño le dio las gracias por el agua al hombre de cabellos morenos, pero le dijo que estaba bien, que no necesitaba ayuda. En ese momento, el hombre comenzó a hablar con Yuipte. A contarle cosas de su vida y a preguntarle sobre su vida. El camino de repente, se le hizo más corto y menos cansado, hasta se podría decir que era divertido.
“Necesito saber si son los bandidos”.
El joven de las Tierras Prohibidas del Norte se encontraba montado en su caballo Antares. Había decidido ir hacia Galiot a ir a investigar, no sabía por qué, pero tenía una ligera sospecha de que alguien malvado era el responsable de todo lo que estaba ocurriendo. El caballo grisáceo galopaba a la velocidad del viento, ya que el chico se lo había pedido. No quería parar a descansar, quería llegar a Galiot antes del anochecer, y parecía que lo estaba consiguiendo.
Una pequeña luz salía de entre unas sombras gigantescas. Oyó un grito, lo que hizo que Aery recordase una situación muy parecida que había vivido hace poco; pero esta vez, Yuipte no estaba con él. Cuando llega a unos arbustos cercanos, bajó del caballo y le pidió que se quedase ahí hasta que volviese.
Con pasos cortos, pero silenciosos, fue acercándose al origen de aquella luz y de aquel grito. Vio un campamento improvisado. Una pequeña hoguera junto con varias ramas que hacían de colchón. Detrás de la hoguera, Aery se encontró con un joven más o menos de una edad similar a la de él tirado inconsciente en el suelo. El peliazul rápidamente fue a socorrerle, esperaba que estuviese aún vivo. Cuando intentó despertarle, le preguntó:
-¡Hey! ¿Te encuentras bien?
Se fijó en que el muchacho tenía rasgos parecidos a las del hombre que había visto en el establo. “Debe ser uno de sus hijos” pensó. El chico entornaba los ojos, por lo que Aery puso de nuevo su atención en él. Decidió darle un poco de agua, pero debía de ir hacia donde estaba Antares. Tal vez dejarle solo no era muy adecuado... Se lo pensó durante varios minutos, y decidió dejarle un momento solo, pero iría corriendo.
Fue hacia donde había dejado a su caballo, y tras acariciarle un poco la crin le susurró que tardaría más de lo que esperaba. Metió la mano en una de las bolsas que Antares portaba. Sacó su bota de agua, además de coger unas galletas de avena. Llegó de nuevo al campamento y lo que se encontró lo dejó confuso. El muchacho no estaba donde lo había dejado. ¿Dónde podría estar? Un frío aire se movió entre las ramas de los árboles, lo que hacía que Aery se ponga aún más nervioso. De repente, una sombra se movió en la oscuridad. El muchacho se puso alerta. El chico se había despertado y se encontraba rondando esos lugares. Salió de entre la oscuridad y mostraba un rostro poco normal. Tenía la cara desencajada, los ojos mirando a todas las direcciones y una sonrisa maligna, que hizo hacer retroceder al peliazul unos pasos.
-Un nuevo sirviente para la señora...- dijo con una voz escalofriante el chico.
El joven supuso que le iba atacar ahora el chico poseído por una extraña fuerza, así que preparó su mente. Cuando la despejó por completo, mueve con agilidad las manos; pero demasiado tarde. El chico se colocó detrás suya y le golpeó en la nuca. Había hecho lo mismo que Vam, ¿cómo era eso posible? Sus heridas aún no habían sanado por completo, por lo tanto cayó inconsciente al suelo, dejándose llevar por el chico.
Sintió como le agarraba del cuello de su túnica y lo arrastraba hacia un lugar desconocido.
Yuipte había pasado trabajando en el viñedo durante un día entero. Se encontraba tirado en una manta al lado de Knuj, el hombre que le había ofrecido su bota de agua, estaban mirando el cielo. Aquella escena le hizo recordar cuando estaba con Aery, rió durante unos momentos. Knuj le miró interrogante:
-¿Ocurre algo?
-Nada, simplemente me hace recordar tiempos pasados.
-Ah... Ya veo...
Los dos respiraron profundamente, había sido un día duro, pero habían conseguido sacar una cuarta parte del campo. Si seguían así en tres días podrían volver a Daoquil.
Knuj era un hombre de familia, con su mujer y sus hijos. Durante el trabajo por la mañana, el hombre le estuvo contando a Yuipte anécdotas que había vivido junto a su familia. Aquéllo hizo que Yuipte se sintiese nostálgico. De nuevo ahí se encontraba, tumbado mirando las estrellas que iluminaban el cielo. Soltó un suspiro. Aún sentía esa presión en el pecho, esa sensación de sentir que alguien se encontraba en peligro.
A pesar de que en las Tierras Prohibidas del Norte hacía un frío que podría matar a cualquier extranjero, a Aery le encantaba esa temperatura. Había amanecido nevando, nubes grises poblaban el cielo y los animales aún se encontraban durmiendo. En una de las pequeñas tiendas de tela, salía un chico de cabellos azules y ojos violeta con una sonrisa de oreja a oreja. Su madre también salía de la tienda acompañando al joven. Ella no tenía el mismo color de pelo que él, pero las formas de la cara eran casi iguales. Sus ojos eran de un color tulipán vivo. La madre tenía una cara preocupada, e intentaba agarrar a su hijo de los hombros.
-Aún es muy temprano, ¿por qué te tienes que ir?
-Mâa, estate tranquila, voy a hacer un recorrido con el trineo por los alrededores del poblado- dijo con una gran sonrisa.
Un copo de nieve cayó en la nariz del muchacho. Estaba fresquito. Madre e hijo rieron.
-Mâa, ¿dónde está Pâa?-preguntó Aery.
-Creo que se ha ido con el vecino en busca de la comida-decía no muy segura.
La madre tras apartar unos pensamientos dudosos, besó la frente de su hijo y le puso la capucha de la túnica.
-Ve, pero ten cuidado. Quiero ver tu azul brillante.
Aery le miró confuso, pero decidió irse antes de que fuera demasiado tarde. Aunque los habitantes de su poblado tuviesen los ojos color violeta, él era el único que tenía el pelo azul, algo que era muy raro. Comenzó a correr, y al final del poblado se encontraba su trineo hecho a partir de ramas sueltas que se encontraba en la nieve. Seguía nevando, y Aery seguía jugando en la nieve. A lo lejos, veía a su padre llevando un gran cuerpo, seguramente de un animal.
Va corriendo hacia él, con la misma sonrisa en el rostro.
-¡Pâa!
Su padre, en cambio, no se alegraba de verle. Cuando llegó hasta él y le abrazó, su padre le susurró unas palabras que olvidaría en un futuro próximo...
-Nunca utilices tu poder para el mal, tal y como yo voy a hacer ahora.
De repente, le golpeó con su puño en el estómago. El chico no entendía nada, parecía como si su puño fuese hierro. Escupió sangre y cayó al suelo. No entendía nada de nada. Su padre suelta el cuerpo que llevaba colgado encima suya. Aery abrió los ojos, era el cadáver del vecino. Miraba atónito a su padre, no sabía que decir.
-Sé que nunca me perdonarás...
Algo en la cabeza le cayó, dejándolo inconsciente.

Aery se despertó sudando. ¿Qué había sido aquel sueño? ¿Un recuerdo que había olvidado? ¿O tal vez un sueño que creó su mente para confundirle? Se iba a tocar la cabeza, ya que le dolía un poco, pero se dio cuenta de que no puede. Poco a poco, se fijó en el lugar en el cual se encontraba. Estaba en una habitación que le hizo recordar a sus aposentos en el castillo de Ewal, con la diferencia en que el único mobiliario que había en la sala era una silla, en la cual estaba sentado. Tenía las manos encadenadas, al igual que los pies. Intentaba recordar cómo había llegado a parar ahí, entonces recordó al hijo del campesino.
Estaba confuso, desorientado. Se sentía sin fuerzas. Se acordó de Antares, y sintió pena por él. Le había prometido que regresaría pronto... Agachó la cabeza en señal de derrota. Ahora sí que estaba en un verdadero lío.
La puerta de la habitación se abrió, y por ella entró un ente de lo más extraño. Cabellera azul celeste, como la de Aery; ojos perlados y profundos; cara simétrica y perfecta. Vestía lo que parecía un vestido de agua, lo que hacía que se viesen las partes femeninas. El chico no podía apartar la vista de aquel ser, era como si una fuerza sobrenatural le obligase a observarla para siempre. Detrás suya, iban dos hombres con horribles ojeras, una delgadez extrema y llevaban ropajes de esclavo. Por unos instantes, Aery sintió miedo, tenía miedo de que aquella mujer le hiciera su esclavo. Pero ahí estaba esa fuerza que hacía que todas sus preocupaciones se disipasen al mirar al ser.
Iba hacia él, con pasos elegantes y lentos, casi con ritmo. Los dos hombres la seguían, y en sus rostros mostraban una especie de satisfacción al poder seguirla. Cada vez, el peliazul entendía menos la situación.
El ente se paró justo delante de él, y comenzó a observarlo de arriba a abajo. Cuando llegó a la parte de arriba, sonrió; algo a lo que Aery habría entendido como amenaza si no estuviera bajo el hechizo. De repente, una imagen de Fer le vino a la mente, recordando los momentos que había vivido con ella. Parpadeó, se había librado del hechizo. Ahora se estaba dando cuenta de la situación, la mujer le estaba mirando directamente a los ojos, sonrió ligeramente y dijo:
-Me gustas... Te has librado de mi hechizo...
Aery sintió como de un momento a otro, fue perdiendo fuerzas. Oyó un “quitadle los grilletes”, y sintió sus piernas y brazos libres. Ahora podía huir de ahí y planear la manera de salvar a aquellos hombres. Su corazón comenzó a latirle rápidamente, la adrenalina corría por sus venas a gran velocidad.
De nuevo, los ojos perlados del ser detuvieron a Aery, su cuerpo no reaccionaba, no le hacía lo que él le ordenaba. Sintió como si una fuerza, superior a la anterior, le estuviese aplastando poco a poco el alma. Su respiración se estaba haciendo pesada, pero aún así, aguantaba el porte.
-Aunque creo que de éste no te podrás librar...- siguió diciendo la mujer.
-¿Quién eres?- preguntó entrecortadamente Aery.
-Soy Némesis, o como en esta parte de Ewal me llaman, el espíritu del agua. Y tú ahora eres mi siervo- aquella última frase la dijo despacio, pronunciando cada palabra con fuerza- Sé que tendrás preguntas a mí, pero te responderé las que seguramente te estarás haciéndote ahora mismo. Soy un espíritu antiguo creado por las almas apenadas de las mujeres que vivían en la Ewal primitiva de hace mucho tiempo. Vivo solamente para esclavizar a los hombres, y ahora que he conseguido un cuerpo sólido, estoy cumpliendo mi cometido. Soy la causante de las desapariciones de los hombres jóvenes de la villa próxima a mi palacio, y cuando acabe con todos los hombres de esa villa, seguiré hasta tener a todos los hombres bajo mi poder. Ewal es un reino demasiado machista. ¿Qué será de tu vida? Te estarás preguntando este mismo momento... Pues la verdad, tengo unas ideas muy jugosas para ti... Pero hasta entonces, te contendré con este segundo hechizo que es mucho más poderoso que el que me rodea.
Aery había escuchado todo lo que había dicho Némesis, pero aún no se quería rendir, debía salvar a aquellos pobres hombres. Respiró profundamente y dijo:
-Usted se ha creído que me quedaré aquí quieto, bajo sus órdenes, sin hacer nada. Me parece que eso no puedo dejar que pase, porque en cuanto tenga la más mínima oportunidad de escapar, me iré de aquí.
Intentaba mover sus manos, no le respondían. El espíritu del agua miró al joven en el lamentable estado en el que se encontraba, rió sin esconderse y le respondió alegremente:
-Eres demasiado impertinente... Algo que me gusta... Por eso, irás a cualquier lugar que vaya yo, no te dejaré ni un segundo solo para que no puedas pensar en tu plan de huida- dijo mirándole directamente a los ojos violeta del joven.
Aery iba a responderle, pero otra vez el hechizo surtió efecto. De repente, las piernas que antes no le hacían caso, se estaban moviendo por voluntad propia. El chico estaba confuso. Se levantó de la silla, y le hizo una reverencia a Némesis. A través de sus ojos, el muchacho no se podía creer que estuviese haciendo todo eso. Intentaba oponerse, pero no lo conseguía.
-Ahora nos lo vamos a pasar muy bien...- dijo Némesis riendo, mientras que los hombres le ponían a Aery los ropajes de vasallaje que parecía que tenía que llevar.
El chico se sentía sin fuerzas, como si aquel traje de color blanco le quitara las fuerzas. Además de no poder moverse por sí mismo, no tenía fuerzas para salir del hechizo. El espíritu del agua sonrió de nuevo complacida por el trabajo de sus esclavos, abrió la boca mostrando sus perfectos dientes y le dijo:
-Vamos a presentarte a los demás.
-¡Hey, Yuipte! ¡Despierta!
Los rayos de sol entraban con delicadeza a los ojo del joven, mientras que éste iba incorporándose poco a poco. Creía estar en casa de Verne, pero al ver a Knuj se encontró a sí mismo. Aún estaba en los viñedos de Daoquil , era el segundo día de trabajo. Gotas de sudor caían de su frente, él, asustado respiraba irregularmente. Tras secarse un poco el sudor con un paño, tomó el desayuno junto al hombre. Nadie decía nada, no sabían de que hablar, además de que recién levantados no pensaban bien.
Al tragar su último sorbo de leche, Knuj mira con curiosidad a Yuipte y le dijo:
-Yuipte te he tenido que despertar, ya que parecías estar sufriendo en el sueño que estabas teniendo.
-¿De verdad?- preguntó confuso Yuipte.
Se tocó la cabeza, en verdad no recordaba nada del sueño. Una leve imagen le vino a la mente de repente. Pelo azul y mirada violeta le tendía la mano. Movía la boca, pronunciando palabras que el joven no entendía. Soltó un suspiro, después de todo, al final tendría que pedirle consejo a la adivina.
Los dos se levantaron de su campamento, cogieron sus azadas y se dirigieron al centro del campo. El día les esperaba...

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