viernes, 15 de junio de 2012

Crónicas de Ewal- El Árbol Milenario (II)



Relid trotaba, trotaba por el bosque dejando llevarse por el viento, por el cantar de los cuervos y por el sonido del agua al caer estrepitosamente contra el suelo. Se encontraba en plena tormenta, pero éso al centauro poco le importaba. Su melena roja como el fuego parecía arder en mitad del agua, sus ojos azules se confundían en aquella noche, parecían dos destellos que se movían y movían. Estaba en la cima de su vida, en pleno éxtasis, y por éso, aceleró el ritmo, llegando a correr a velocidades inhumanas.
Pocas criaturas podían sentir lo que él estaba experimentando en aquellos instantes. Lo disfrutaba al máximo, lo sabía. Estaba feliz, porque había tenido el Sueño. No había sido uno normal, al fin le había llegado el mensaje, su media naranja. Aún así le pareció extraño, puesto que había recibido poca información. Recordaba y recordaba unos cabellos verdes que se confundían con el bosque, estaba cantando, ¿o acaso era el sonido de los árboles? Poco le importaba a Relid, su canción era hermosa.
Había llegado el momento de abandonar su hogar y seguir el camino marcado por el Sueño.

En el otro lado del bosque, Folwas y Hairen estaban cobijándose de la fuerte lluvia por petición del humano. La ninfa estaba acostumbrada a esa fuerza del agua, pero el hombre había insistido tanto que le fue imposible soltar una negativa.
Hairen tocaba los troncos de los árboles, acercaba su oído a ellos y asentía. Escuchaba sus voces, escuchaba sus cantares. Folwas seguía a la ninfa, como había estado haciendo durante los últimos días. Su curiosidad hacia ella había ido en aumento y más cuando se percató de que quizá iba a encontrar objetos preciados durante su viaje. Cuando Hairen hablaba con los árboles, Folwas se apartaba, temiendo que su sola presencia causara interferencias o algo parecido.
Las gotas de lluvia comenzaban a hacer daño a Folwas, quien con su débil cuerpo humano, acostumbraba a estar en lugares con techo cuando sucedían esos fenómenos atmosféricos. Porque él no era un cazarrecompensas corriente.
Puede que por su aspecto no lo pareciera, pero antes de que naciera esa afición suya por la búsqueda de objetos inútiles para la sociedad se encargaba de la economía de un noble, un noble que vivía por el sur, donde todo era hielo. Con una paciencia pocas veces demostrada por los de su raza, Folwas trabajaba y sirvió a aquel noble desde su adolescencia y pronto, su cabeza se acomodó a esos complicados términos, a las complicadas operaciones, a la vida tranquila que poseían los nobles.
Había leído desde pequeño apasionantes novelas de aventuras, pero le aburrían y las leía simplemente para poder mantener conversaciones normales con las bellas jóvenes sirvientas del hogar del noble. Poco a poco, con el paso de los años, consiguió ahorrar un pequeño capital viviendo de forma austera. Se podría decir que Folwas era el segundo hombre más rico de la villa helada. Muchas de aquellas jóvenes sirvientas fueron tras él, tras su pequeña fortuna, sus ahorros.
En la memoria del hombre apareció la imagen de aquella bruja, aquella bruja que le había leído el destino. “Un objeto, dos objetos... Tres objetos. Para cumplir con tu misión necesitarás tres objetos. Necesitarás plasmar todo lo que sabes y más. Necesitarás viajar y aprender. Necesitarás encontrar tu verdadero hogar”. Hacía meses que Folwas no pensaba en aquellas palabras, y desde aquel momento se había dedicado en ir en busca de objetos despreciables, recorriéndose todo el sur y dirigiéndose hacia el norte.
Folwas estornudó por el frío y al fin entró en aquel árbol que les había permitido la entrada. La ninfa lo observó y silbó, silbó una canción que durmió al cazarrecompensas. Poco a poco en su mente se fueron formando palabras, como si en verdad la muchacha estuviera cantando.
Tierra árida, tierra triste.
Tierra con vida, tierra de mi alma.
Me plantaré allí
y moriré contigo.
Cuando Folwas despertó, Hairen ya no se encontraba en el interior del árbol. Estaba fuera, con los brazos extendidos hacia el sol, como si estuviera recibiendo su calor directamente. El hombre la observó maravillado. Con lentitud, Hairen fue adquiriendo una tonalidad cada vez más y más clara, su pelo se asemejaba a las hojas de los árboles y su piel blanquecina parecía haber desaparecido. Ella comenzó a respirar entrecortadamente y volvió a la normalidad.
-Perdona, estaba alimentándome.
Agarró la manta de lana que había adquirido por una estafa y se la enrolló por los hombros, como si de una bufanda se tratara.
-¿Continuamos?
Y los árboles les abrieron el camino hacia ninguna parte, porque después de todo, ellos no tenían idea alguna de su destino. ¿O quizás sí?  
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Sí, parecía que había abandonado el blog, pero ahora que he terminado PAU y tengo un verano por delante, por supuesto que lo voy a retomar!! Espero que disfrutéis con esta segunda parte donde se os presenta a un tercer personaje (ya está formado al trío protagonista). Por otro lado tengo una buena noticia que anunciar (más o menos xD): he ganado el concurso de relatos cortos de la revista de mi instituto... Era la historia de Calles de Londres, y aunque me hace ilusión verla en la revista, me habría hecho más ilusión haber ganado con Conversación entre un caballero y un soldado D: 
¡Saludos!
Espero que todo os vaya igual de bien que a mí :3

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