sábado, 17 de octubre de 2009

Historias de Ewal- El volcán invisible y el padre


Bueno, llegamos a la recta final de las aventuras de Aery Giol... Una historia que terminé con mucha emoción, donde siempre mantendremos en nuestros recuerdos a aquel chico de cabellos azules y ojos violetas enamorado de una bella dama...

En las próximas entradas, historia especial 7.5!

---------------------------------


Dos chicas de aspecto jovial, corrían por uno de los muchos pasillos del castillo de Ewal. Cogiendo con fuerza, llevaban pergaminos doblados. Parecían tener prisa. A una de ellas, la que era más joven, se le cayó uno de los pergaminos. Se detuvo a recogerlo.
-¡Espera Loaw! Tengo que recogerlo...
-Gab, sé que acabas de llegar al castillo, pero por favor, no cometas más errores. La reina necesita estos documentos para sus cuentas.
La chica de nombre Gab se agachó a coger el pergamino caído, cuando de repente, sin darse cuenta se le cayeron todo. Se alteró bastante y comenzó cogerlos con rapidez. Algunos se arrugaron, pero su prioridad era llevarlos a la reina. Abrieron un gran portón y entraron en la sala del trono. Allí se encontraba “ella” sentada brillando con luz propia. Loaw y Gab le hicieron una reverencia, y después le dejaron los pergaminos.
-Aquí está lo que nos ha pedido, los impuestos de Galiot y toda su historia- dijo Loaw algo nerviosa.
Tras entregárselo, Fer comenzó a leerlo y comentó en voz alta:
-Así que han habido desapariciones de chicos jóvenes últimamente... Esto podría ser cosa de los bandidos, creo que tendré que investigar...
-Pero señora, tiene que organizar la fiesta del castillo de Ewal, ya sabe que todos los años se celebra y ayuda al mercado...
-No hace falta que lo recuerdes Loaw, pero prefiero librarme de los bandidos que ir celebrando fiestas.
-¿No se estaba ocupando “él”?
-Tal vez él no sea suficiente en este trabajo...-respondió Fer en señal de tristeza y nostalgia.
-Usted le ama, ¿no es así?
Fer miró hacia ningún punto fijo y sonrió, luego mandó marchar a Gab y a Loaw.
Cuando se cerró el portón tras suya, las dos suspiraron. Esperaban que la reina les regañase por esa conducta tan cotilla, pero no fue así. Se dirigieron hacia sus respectivos trabajos y no mencionaron aquella conversación tan extraña.
Por primera vez en su vida, Yuipte estaba deseando que lloviese. No podía aguantar ese calor. Trabajaba a más no poder, y eso que aún era el segundo día. Soltó un suspiro, tras beber un poco de la bota de agua, comenzó de nuevo el trabajo. A su lado se encontraba Knuj, trabajando con esfuerzo y sin descanso. Llegó el mediodía y decidieron parar para almorzar. Yuipte comenzó a zampar a más no poder, un trozo de pan y queso, con eso era con lo que pasaba el día. Mientras comía, el hombre le miraba con mirada curiosa y decidió preguntar:
-Yuipte, ¿tú no vivirás con Verne Mar, no?
-Si, ¿como lo sabes?
-Intuición, te había visto por el pueblo y como ella es la única que acepta gente desconocida en su casa...
El chico dejó de comer, tenía una duda sobre la adivina que le daba vergüenza preguntarle a ella misma.
-¿Por qué acoge a gente sin hogar?
-Porque ella no es de Ewal, ¿no lo sabías?- preguntó Knuj al observar la reacción de Yuipte- Según dicen las mayores del pueblo, ella proviene de Dal, y la familia Mar la acogió. Parece ser que cuando estuvo viviendo junto con los ancianos lo pasó muy bien, lástima que muriesen... Si... Me acuerdo de su expresión cuando estaba frente a su tumba... Desde aquel momento cambió para siempre. Después vino el momento de su ceguera... También muy trágico. Ocurrió antes de la muerte de Ijial Mar, la pobrecilla no pudo ver el último suspiro de su madre.
El chico comenzó a mirar el suelo. No se esperaba una historia tan trágica de Verne, y ahora él, tomaba su decisión. Haría lo que fuese para sacarle una sonrisa a Verne, lo que fuese... Así tal vez, escuchase las palabras de Aery...
Se levantó de la tierra y cogió la azada. Ahora tenía la determinación necesaria para seguir trabajando, cuando llegase a casa seguramente la adivina estaría contenta.
Lejos de allí, un muchacho de cabellos azules se encontraba apresado en la fortaleza del espíritu del agua. Tenía la mirada perdida y el cuerpo controlado por aquel ente. En ese mismo momento, se estaba llevando a cabo una batalla entre dos de los vasallos de Némesis. Era una habitación que parecía antigua, con un especie de trono y en el centro de la habitación un círculo rojo que marcaba el límite de la pelea.
Sentada en el trono se encontraba Némesis observándolo todo, a su lado de pie, se encontraba Aery. Némesis reía y disfrutaba del combate, en cambio Aery estaba en una fase de semiconsciencia del que no se podía librar. Pasaban otros sirvientes y le dejaban alimentos al espíritu, mientras ésta observaba la pelea.
Los que peleaban era el hijo de aquel campesino contra otro que Aery no se podía recordar. Era una pelea bastante rara, ya que se pegaban puñetazos y demás, pero nunca se hacían ninguna herida mortal.
De repente, Némesis hizo una señal con la mano y el combate cambió completamente de técnica. De sus bolsillos sacaron unos cuchillos bastante cortos y comenzaron a atacarse. Rasguños y heridas en los brazos era lo único que se hacían, entonces cuando parecía que la batalla la iba a ganar el hijo del campesino, el otro vasallo le apuñaló en el estómago.
No gritaba ni se quejaba, simplemente cayó en el suelo desangrándose. Varios sirvientes intentaron acercarse para ayudar al joven, pero Némesis lo impidió.
-Quiero ver como resiste el dolor.
El chico se retorcía en el suelo, se quejaba en voz baja. Un rastro de sangre se iba formando en el suelo. Aery, quien lo estaba viendo todo, salió de su fase de obediencia y corrió hacia él. Un chasquido de Némesis, y algunos sirvientes le agarraron de los brazos y lo tiraron al suelo de boca. Estiró un brazo suyo para intentar alcanzar al joven, no lo consigue. ¿Por qué no tiene la suficiente fuerza?
El espíritu del agua, con una elegancia muchas veces demostrada, se levantó de su “trono” y se dirigió hacia Aery. Él le miró desafiante.
-Eres demasiado rebelde, te mereces un castigo por no hacer caso.
Aery apartó la vista, lo único que le importaba era salvar a aquel chico. Su padre estaba muy preocupado por él y no quería que su padre descubriese que su hijo ha muerto desangrado. Intentó moverse aún más, y cuando se dio cuenta, los vasallos se habían retirado de encima suya. Podía ir a salvarle...
Sintió como algo incandescente le toca la piel de la espalda. Gritó de dolor. Levantó su vista hacia el espíritu del agua. Abrió los ojos, con el agua que había a su alrededor había creado un látigo de agua que a primera vista no parecía muy doloroso. Némesis sonrió malvadamente y antes de soltarle otro latigazo, gritó:
-¡Quiero oírte gritar!
Una explosión ocurrió en esa habitación, e hizo a Némesis parar. Todos miraron hacia el lugar destruido. Una nube de polvo lo rodeaba y una sombra de un hombre se podía observar. Cuando el polvo se retiró, dejaron ver a un hombre de cabellos grises y ojos violeta. Vestía ropa oscura, y llevaba en sus manos una espada muy larga. Señaló hacia Némesis y dijo:
-¿Qué se supone que está haciendo con mi hijo?
-¡Aaaaaaaaaaaah!- gritó Fer.
Los soldados corrieron hacia la reina de Ewal, temían que le hubiese ocurrido algo. Cuando entraron a la sala del trono, se encontraron con una cara blanca como la porcelana, y una carta que caía al suelo lentamente. Uno de los soldados fue hacia Fer, mientras el otro recogió la carta del suelo. No llevaba remitente, por lo que se extrañó bastante.
-¿Qué ha ocurrido mi señora?- preguntó el soldado.
-Me parece que estoy amenazada de muerte... El jefe de los bandidos ha descubierto que mi tío murió y ahora quiere acabar conmigo. Todo lo explica en la carta. Oh, es horrible- dijo mientras se agarraba al soldado.
El otro leía la carta, su expresión iba cambiando con cada párrafo que leía. Tras terminar, le susurró a su compañero:
-Dobla la seguridad en el palacio, ahora sí que no dejaremos entrar a los extranjeros. Envía mensajeros por todo Ewal, para que no hayan quejas. Me parece que pronto tendremos una batalla.
Acompañaron a la joven asustada a su habitación, cuando cerraron la puerta con llave, Fer comenzó a pensar en el remitente de la carta. Se acordó del sueño que tuvo. Su tío asesinado por aquel hombre de ojos violeta... Se agarró el pecho con fuerza. Tenía miedo, no por ella, sino por Aery. ¿Y si un pariente suyo era el jefe de los bandidos? No quería obligar a su amado a acabar con un familiar suyo, pero él parecía muy decidido en acabar con los bandidos.
Su cabeza le dolía, por lo que decidió acostarse en su cama para despejar las dudas que azotaban su mente.
Némesis sonrió al oír la pregunta del hombre. Cogió a Aery del pelo, levantándole del suelo. Pasó un dedo por su cara, marcando su contorno.
-Me pertenece, así que hago con él lo que me apetece.
Y de un momento a otro, Némesis besó a un joven confuso y desorientado. Su alma se encontraba vacía, deseaba salir de allí, volver al hogar que nunca tendrá. El chico cerró los ojos de cansancio y dejó que todo pasase a su alrededor.
Oyó gritos y lamentos, entonces alguien le cogió y lo llevó lejos del palacio del espíritu del agua. Aery esperaba que todos los hombres pudiesen escapar de aquel lugar, ya que sino, él mismo correría el peligro de ir a salvarlos. Ahora sabía el peligro que corrían. La imagen del chico ensangrentado cubrió su mente.

Aery se despertó de repente gritando:
-¡El chico!
Al levantarse tan rápidamente, sintió un dolor en su espalda. Se dio cuenta que la tiene vendada y comenzó a observar su alrededor. No deberían estar muy lejos del castillo de Némesis. Caminó con pasos lentos, pero valientes. Una voz conocida le hizo detener:
-¿Adónde crees que vas?
Aery giró su cabeza sin poder creérselo. No podía ser él. Había cambiado por el paso de los años, pero los ojos violeta seguían ahí. Su rostro parecía entre serio y alegre, esperando la reacción del joven. Aery no sabía qué decir, qué hacer. Las dudas aún asaltaban su mente. Agachó el rostro y susurró:
-Pâa...
Lágrimas cayeron al suelo, y el padre desaparecido abrazó al hijo. El joven, quien no había sentido calor familiar desde aquel incendio, aceptó el abrazo y comenzó a llorar aún más fuerte.
-Si supieses cuánto tiempo te he estado buscando y todo lo que he oído de ti...
-Lástima que sea cierto...-dijo en voz baja el padre de Aery.
El joven se separó de su padre confuso, retrocediendo unos pasos.
-¿Cómo? ¿En verdad eres el jefe de los bandidos?- su padre no contestó, simplemente seguía mirándole fijamente- ¡¿En verdad asesinaste a Mâa y a todos los demás habitantes?!
Al ver que su padre no le contestaba, Aery, desesperado con la verdad, agarró del cuello de la camisa a su padre. Hizo bajar la cabeza de su padre. Sus ojos eran tranquilos, incluso el joven se pudo percatar de un brillo de asesino en sus ojos. Pero ahora a él le daba lo mismo, quería sus respuestas. Quería que las repuestas saliesen de la boca del causante. Movió un poco el cuello de la camisa con fuerza y gritó:
-¡¿Por qué no me respondes?!
Los gritos de Aery hizo espantar a todos los animales del lugar. El peso de la verdad hizo a Aery caer al suelo de rodillas, su padre compasivo, apoyó su mano en su hombro.
-Por eso huí del lugar... No quiero que acabes como yo...
-¿Por qué?
-Ellos se entrometían en mi camino, no lo podía permitir...
-¿Por qué yo sí? ¡¿Por qué?!
-Tu madre antes de morir me hizo jurar que te protegiese, cuando te vi saliendo del poblado, pensé en matarte el último, pero... Aery, necesito tu ayuda para derrocar a la reina de Ewal.
-¿Qué ocurre con Fer?
-Para que no hayan más discriminaciones en este mundo, he de acabar con este mundo de “paz”.
Aery se agarró del tobillo de su padre, y le miró con furia:
-Ni se te ocurra hacerle nada a Fer... Sino...
-¿Sino qué? ¿Matarás a tu propio padre? Vamos Aery, te conozco demasiado bien. Me idolatras demasiado como para poder matarme.
El corazón de Aery no podía soportar todo aquello. Él, que desde el fondo de todo su ser había creído en su padre, lo había defendido delante de uno de los bandidos y ahora toda su oposición a la verdad se vino abajo. Fer o su padre... Tenía que hacer su decisión.
Se levantó poco a poco, con la cabeza agachada. Cuando levantó la cabeza para mirar a su padre, estaba decidido. Iba a proteger a la mujer que quería, a la mujer que deseaba lo mejor para este bello mundo, a la luz de Ewal.
Movió los brazos rápidamente, pero su padre paró su ataque con una sola mano. El viento se movió con furia.
-No puedes utilizar ese poder contra mí, ten en cuenta que fui yo quien te lo enseñó.
-¡Eso ya lo veremos!
Pegó un salto, junta sus manos en un puño y concentró su energía ahí. Llegó al sitio donde se encontraba su padre y cuando iba a dar su golpe, su padre le agarró una de las muñecas y le lanzó lejos de él. Aery cayó de espaldas, muy bruscamente. Creyó haberse roto unas cuantas costillas. Escupió un poco de sangre y dice:
-¿Por qué haces todo esto? ¿Luchar contra un reino de paz? ¿Luchar contra inocentes? ¿Matar a reyes que no han hecho nada? ¡Todo esto por tus caprichos!
Su padre comenzó a reírse, el chico no se lo podía creer, ¿qué le hacía tanta gracia? Al terminar de reír, su rostro cambió de alegría a melancolía.
-Verás Aery, ¿nunca te has preguntado por qué nadie se puede acercar a las Tierras Prohibidas del Norte?- el joven negó con la cabeza- El secreto tras todo esto es que somos unos expulsados de Ewal, unos marginados. Nuestros antepasados por ser diferentes racialmente fueron expulsados de aquellas tierras de “paz” y al no tener lugar a donde ir, fueron hacia el norte, donde nadie los pudiera discriminar. Desde entonces, el antiguo rey de Ewal, Fert Qel hizo una ley en la que ningún habitante de Ewal tenía derecho a acercarse a las Tierras del Norte. Yo quiero que paguen por todo lo que nos han hecho, quiero que sientan el dolor, el frío que hemos pasado.
-¿Y eso lo tiene que pagar su sobrina?
-¡Bah! Todos son iguales, la familia tiene los mismos pensamientos.
Por una parte, Aery comprendió el dolor de su padre, el sentirse discriminado, el sentir que miles de miradas te están observando por ser diferente. Pero todo ser humano podía perdonar y empezar de nuevo, y eso era lo que nuestro joven hizo. Aery, por primera vez en su vida, sintió pena por su padre. Todo su rencor guardado. Se tocó el pecho y dijo:
-Puede que tú no los puedas perdonar, pero yo ya lo hice y soy mucho más feliz así. De modo que para que no destruyas este reino deberé acabar contigo.
El peliazul cerró los ojos y envió toda su energía a sus manos y pies. Echó a correr hacia aquel hombre que ya no guardaba ningún parentesco con él, esquivó los golpes de él y cuando vio un hueco libre, golpeó su barbilla fuertemente, lanzándolo hacia arriba. Su padre no se lo podía creer que pudiese haberle golpeado, no comprendía de donde venía aquel poder. Pero si quería cumplir con su plan, tendría que dejar inconsciente al menos, a su hijo. Los dos gritaron de desesperación y se golpearon fuertemente la cara.
De la nariz, de la boca y de muchas más partes de la cara, comenzaron a sangrar. El chico se levantó como puede, la vista se le estaba nublando, estaba perdiendo mucha sangre. Caminó hacia su padre, ahora tumbado boca arriba inconsciente. Gotas de la frente de Aery caían en la frente de su padre, que no despertaba. Un rayo de luz iluminó a los dos hombres. El joven miró al cielo azul y antes de irse se despidió de su padre:
-Traeré la luz al reino de Ewal, te lo prometo.
Imágenes en su mente aparecieron de nuevo, recordó los buenos momentos que había vivido con él. Sonrió y se alejó de aquel lugar para buscar a Antares.
Contaban antiguas historias de Ewal, que un chico venido de tierras extranjeras, consiguió expulsar a todos los bandidos y reunirse con su amada. Cuentan también, que los dos jóvenes al reencontrarse de nuevo, sus rostros se iluminaron de alegría. Se casaron y fueron los mejores reyes que Ewal jamás había tenido. Aery por un lado, valiente y amable, y Fer por otro, gentil y generosa.
Los dos se encontraban en un balcón, observando la puesta del Sol, cogidos de la mano. Lentamente, giraron sus cabezas para mirarse fijamente. Fer y Aery, ahora juntos y nadie, jamás, los podría separar. Justo cuando el último rayo de luz desapareció, Aery dijo en voz alta:
-Pâa, cumplí mi promesa.

1 comentario:

Adri Lawliet dijo...

AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA

Me siento como si lo hubiera acabado, y a la vez sé que no, que todavía queda un puñado (y ojalá queden muchos más xD).

En fin, que te voy a contar, respecto a tu forma de escribir no creo que te pueda decir nada más de lo que te he dicho todo este tiempo. Desde crónicas de hogwarts eres mi idol-fic particular, mi escritora favorita de historias cibernéticas, ya lo sabes (mi escritor favorito soy yo, que quieres que te diga XD).

Respecto a Ewal y la historia de este chavalin.. ya sabes que me ha costado llegar hasta aquí XD. Tenía consciencia de que eran largos y quería leermelos con calma, para saborearlos del todo. Nunca encontré el momento hasta hace muy poco, que decidí que te devolvería todos los capitulos míos que te has leido leyendome tu Magnum opus (obra maestra) como lo es Historias de Ewal. El personaje de Aery me ha encantado, lo sabes, que me recordó a Altair (de Assassins Creed) y de ahí nació Fabio. Espero hacer de Fabio's Chronicles algo tan grande como Ewal. Porque la verdad es que es una historia genial, no puedo encontrarle defectos, engancha si tienes ganas de leer, te entretiene y emociona. A mi me ha gustado y emocionado, porque como ya te comenté, cuando se me ponen los pelos de punta es buena señal, muy buena señal.

Y nada, me gustaría que los siguieras colgando en el blog, y no dudes que no me atrasaré, los leeré y comentaré desde que pueda en cuanto me digas que los has colgado ^O^.

¡Saludos, amor! *O*