domingo, 18 de abril de 2010

Hermanos

Una historia que llevaba en mente varios días y que al final la he pasado a ordenador. Me hubiera gustado extenderme más, pero no quería hacer una historia larga como la de sci-fi, se haría pesada y además tendría que presentar a muchos personajes y evolucionar la trama.
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Aquel día iban cogidos de la mano. Sus rostros sombríos miraban fijamente el suelo como si éste le fuera a dar las respuestas y no los mayores. Ellos dos nunca se habían llevado bien, por lo que les resultaba extraño a sus conocidos verles cogidos de la mano, aunque después de pensar en lo ocurrido lo comprendían perfectamente.
Era un día de invierno frío y por esa razón, ellos dos llevaban sus chaquetones y las capuchas puestas, para que el frío no penetrara en sus pequeñas orejas. Toda la gente estaba reunida en la gran catedral, con su rosetón de cristales de colores y sus ventanales gigantescos. Aquel día era diferente, ni una mota de luz traspasaba el rosetón y no se podía observar la belleza de la catedral a simple vista. Todo estaba iluminado con velas perfumadas. Algunas olían a jazmín, otras a canela, pero a ellos dos no les gustaba que en el entierro de sus padres hubieran puesto aquellas velas, les parecía una ofensa a su muerte.
Aunque fuera un entierro, el silencio no reinaba en la sala. Estudiantes de sus padres lloraban desconsolados por ellos, vecinos cotillas susurraban entre sí preguntándose cómo podía haber ocurrido semejante tragedia justamente cuando mejor llevaban sus vidas y estaban aquellos familiares que nunca apreciaron a sus padres y que solamente estaban en la ceremonia por evitar los rumores sobre su “mala relación”.
Ellos dos se agarraron aún más fuerte de la mano al sentir el aliento fumador de su tío abuelo en su nuca. Había fumado antes de entrar en la catedral, o quizá se había tomado su último cigarro cuando había ido un momento al baño. A pesar de haberse llevado tan mal durante todos estos años, ahora solamente se tenían el uno al otro. A pesar de ser hermanos con una diferencia de 10 meses respecto del otro, nunca habían sentido aquella relación especial que sentían los hermanos, nunca les había unido nada, hasta ahora. Ellos dos sabían lo que les iba a ocurrir tras aquella ceremonia. La hermana de su padre había conseguido la custodia de los dos hermanos, pero no porque fueran sus sobrinos, sino porque el Estado le enviaría ayudas para poder criar a aquellos dos mocosos.
Toda la tecnología del exterior, se perdía en aquella gigantesca catedral. Había una leyenda que contaba que, ningún aparato tecnológico funcionaba en los sitios religiosos, algo que se descubrió tiempo después. Muchos informáticos intentaban encontrar la solución a aquel extraño problema, pero nunca lo conseguían. Ellos dos sabían de dónde procedía aquella barrera anti-tecnología. Lo notaban, lo sentían en su propia piel, un poder tan grande que muchas veces hacía que temblaran. La hermana comenzó a sentir arcadas debido a aquel poder, el hermano no se preocupó para nada por ella, simplemente siguió sujetándole la mano para que al menos supiera que por ahora no se iba a ir de su lado.
El hermano alzó el rostro lentamente al oler el perfume de una alumna de su padre. Estaba delante del ataúd de él, llorando por él amargadamente. El chico siempre se había sentido atraída por ella pero su hermana ya le había dejado claro que no estaban hechos para estar juntos. Aún así, no podía evitar mirarla. Con su delicada mano, dejó una rosa negra en el ataúd y se volvió corriendo al bando donde estaba sentada, junto con sus amigas y sus familiares.
Entonces, sintió envidia por ella y por todo el resto del mundo.
Él no tenía nada. No tenía en quién apoyarse. No tenía con quién divertirse. Solamente tenía una hermana a la cual odiaba profundamente y sabía que el sentimiento era mutuo. Sin embargo allí estaban ellos dos, cogidos de la mano.
Ellos dos temían por su futuro incierto.
-¿Por qué toda la familia está podrida? -era lo que siempre preguntaba su hermana mayor a su madre.
La madre nunca le supo dar una respuesta clara, ya que a pesar de que ellos los odiaran, la madre era incapaz de odiar a alguien quien portaba su misma sangre. Ellos dos en su interior, sonrieron al recordar la imagen de sus padres.
La campana comenzó a sonar repentinamente, anunciando que la ceremonia acababa y con ella, la poca libertad que habían conseguido los hermanos. Ellos dos no guardaban sentimientos bondadosos hacia nadie, exceptuando a sus padres. Ellos dos odiaban al resto del mundo por ser incapaces ellos de quererse mutuamente. Por sus rostros cabizbajos se pudieron asomar unas lágrimas que iban a la misma velocidad a pesar de estar en distintos rostros. Se levantaron del banco, se soltaron de la mano y al notar que les faltaba algo, volvieron a cogerse de la mano.
Se odiaban.
Pero se necesitaban.
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Raro, no?

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