jueves, 8 de diciembre de 2011

Libertad Mágica- Prólogo

Miro el agua, cristalina y pura. Miro el baile de las hojas, verdes y afilada. Camino por aquel sendero que aquel mago había creado para mí, para poder encontrarme a mí misma. Los pájaros dejan de cantar, lo único que se puede escuchar es la canción del viento y del agua. Cierro los ojos y continuo caminando por aquel sendero de piedras irregulares. Abro los ojos y me encuentro con la libertad, mi mundo interior y mi único ser...

Había vivido encerrada durante toda mi corta vida, en una celda oscura y maloliente. Nunca había visto la luz del sol, siempre me la había estado imaginando como una cosa maravillosa que te hace renacer una y otra vez. Mi día a día era el constante sonido del agua caer al suelo, así una y otra vez, hasta que los soldados del rey cerrasen el grifo por la noche para no desaprovechar más agua. Hacía ya unos días que les había escuchado a los soldados que el reino estaba viviendo tiempos de crisis. Yo en aquellos días no me preocupaba, ya que seguiría estando encerrada ahí pasase lo que pasase y sin conocer el pecado que había cometido.
Los primeros recuerdos que tenía era la eterna oscuridad en la que había estado viviendo durante todo este tiempo. Todo era una rutina para mí. Estar ahí postrada en mi celda maloliente, encadenada a la pared y esperando a mi ración de cada día. Tan rutina era para mí, que siempre adivinaba el día de mis castigos, los cuales consistían en hacerme profundas heridas en los brazos y piernas. Después de un largo tiempo de torturas sufridas y profundas lágrimas durante las noches, dejé de sentir dolor en aquellos miembros pero aún así sentía daño en los oídos cada vez que escuchaba a algún prisionero gritar de pavor.
El soldado de aquel día vino para traerme mi pan diario y mi jarra de agua, era lo que había ordenado el rey para mantenerme con vida, o era al menos lo que yo había supuesto. Fue en esos instantes que algo había cambiado en mi dura rutina, mi plato de cada día parecía ser el doble y mucho más apetitoso. Sin preguntar, comí lo que fue un manjar para mí con rapidez, bebí en dos tragos la jarra de agua y se la devolví al soldado. Él me miró con cara de pena, pero sin decir palabra, retiró el plato y la jarra de mi celda y se llevó todo aquello con él.
Fue irse él y llegaron compañeros suyos que abrieron la oxidada puerta de mi celda. Yo con cara confusa seguí sin preguntar nada. Mi hora de comer había terminado y jamás habían venido a por mí, ¿qué era lo que pretendían? La respuesta me vino enseguida cuando uno de ellos abrió los grilletes que encarcelaban mis pies y mis manos. Me las acaricié con delicadeza, hacía tiempo que no estaban libre y el frío de la celda me estaba haciendo daño a aquella parte de la piel. Les volví a mirar con confusión, pero en vez de responderme, me agarraron de mi recién muñeca liberada para arrastrarme hacia una sala alejada de las mazmorras sucias y pobres.
Pude ver a poca gente más como yo, al parecer era una de las únicas arrestadas en aquel horrible lugar. Al ver los rostros famélicos de los individuos que se encontraban dentro, temí parecerme a ellos. No era por el físico, sino por sus ojos, que expresaban unas ganas de morir inimaginables. Tragué saliva, no estaba acostumbrada a esas miradas, ya que siempre me torturaban dentro de mi celda y nunca había salido de mi celda.
Llegamos a una puerta diferente a las demás, como si fuera más grandiosa. Me agarraron aún más fuerte y me llevaron dentro.
-Aquí tiene a la joven, majestad... -fue lo que pude oír.
Me encontré repentinamente en la habitación más preciosa que habían visto mis ojos. Parecía estar hecha por unos materiales desconocidos para mí, resplandecía con luz propia -aparte de las velas que iluminaban la sala- y tenía un olor muy agradable, incomparable a la de mi celda. Y en el centro de la habitación de colores maravillosos se encontraba un hombre de edad mediana, de barba castaña y ojos del mismo color. Por unos instantes me parecieron cálidos, pero momentos después sus cejas se arquearon y mostraron su verdadera naturaleza. Fríos, calculadores y sin sentimiento alguno.
Alzó la mano y golpeó mi fina mejilla. De la fuerza, hizo que me cayese al suelo de rodillas con la cabeza hacia un lado. Me toqué la zona golpeada, tenía unas ganas de llorar enormes, desahogarme por todos aquellos años de aprisionamiento. Pero no pude, porque después aquel hombre me agarró del cuello de mis harapos y me gritó a la cara:
-¡Tu madre nos prometió que si te manteníamos con vida, mi reino seguiría en pie! ¡¿Por qué está sucediendo esto?! ¡Ahora mismo vamos a ser invadidos por el reino enemigo!
Y me empujó hacia atrás con una mayor fuerza que antes. Caí de espaldas y solté un pequeño quejido ante el golpe. Miré a los soldados, quienes estaban de pie, mirando a un relativo horizonte, no pararían a aquel hombre... Después de todo era una prisionera más de aquellas mazmorras.
-¡Pero gracias a eso ya lo sé! ¡Ya nunca más volveré a confiar en una bruja! ¡Debería haberte llevado a la hoguera junto a tu madre! Vosotras hijas del diablo... No merecéis vivir...
Comencé a prestar atención a las palabras de aquel hombre. Mi madre... Nunca había llegado a pensar en que hubiera tenido una madre. En algún momento lo había pensado, pero el sueño se me fue de la cabeza al observar de nuevo en el lugar en el que me encontraba. Había tenido una madre después de todo... Y que aún encima se había preocupado por mí. Salí de mis pensamientos, ya que aquel hombre había sacado una daga de su bota y parecía estar dispuesto a acabar conmigo, su mirada lo decía. Nunca había visto tanta desesperación en un hombre, aunque era cierto que yo había vivido poco la vida. Cerré los ojos, intentando oponerme al daño que iba a sufrir dentro de poco.
Pero nada ocurrió.
Abrí los ojos y me encontré con que otro hombre, que parecía de la misma edad que el otro, estaba sujetando la mano del que me iba a hacer daño fuertemente. Mis ojos se abrieron de par en par, tenía una melena que le caía por los hombros negra como la oscuridad, sus ojos que se encontraron con los míos eran de un verde precioso, el primer verde amable que veía en toda mi vida.
-¡No dejaré que te lleves la vida de la hija de Agatha! -y tras decir éso, soltó la mano de aquel hombre malvado y se dirigió a mí.
-¡Atrapadle! ¡No dejéis que escape ese traidor!
Los soldados se movieron demasiado tarde, ya que mi salvador y yo -agarrada de su gran mano- ya estábamos saliendo de las mazmorras. Todo era oscuro y confuso, como la situación. Entonces de repente, el hombre dijo:
-Tranquila, estamos a punto de salir.
Y fue cuando vi por primera vez la luz del sol. Cerré por unos instantes los ojos por la cantidad recibida, era hermosa, muy hermosa. Caí de rodillas ante la hierba y las lágrimas comenzaron a brotar de mis ojos. Era diferente a mis sueños, mucho mejor podría decir.
Me fijé entonces, en un precioso castillo que estaba detrás nuestra. Era del que habíamos escapado. Tan precioso por fuera, tan siniestro por dentro. Eran como los ojos de su dueño, agradables por un instante pero tenebrosos instantes después. Era alto, hecho de piedra, pero no quise fijarme más en la estructura ya que prefería apartar aquella imagen tan infernal para mí de mi mente y proseguí con mi desahogo.
Sentí daño repentinamente en todo mi cuerpo a causa de aquella libertad tan rápida, aún así me mantuve de pie la mayor parte del tiempo.
El hombre esperó hasta que la última lágrima dejase mi rostro, para después cogerme de brazos y comenzar a correr para salir para siempre de aquel horrible reino. Su pecho era cálido, y el sonido de su corazón era rápido pero acompasado. Caí en el sueño donde allí me lo explicó todo...
-Wrenna me estoy comunicando contigo a través de tus sueños. Sé que tienes mucho por preguntarme, pero por favor déjame contarte lo más importante de todo esto.
“Tu madre, conocida como Agatha la bruja del bosque, fue cazada por la Inquisición pero el rey al saber cuán poderosa era, hizo un trato con ella por el temor a sus poderes tras la muerte. Su trato fue que te dejara vivir a ti, hija de Agatha, hija de la bruja del bosque. El rey sólo cumplió con una parte del trato, ya que conozco en la situación tan penosa en la que has tenido que vivir. Por esa razón ya no podía esperar más y he decidido sacarte de allí.”
“Verás yo era el sirviente más allegado del rey, pero a la vez era un buen amigo de tu madre. El ver en el estado en el que te mantenía el rey… No sabes cuantas veces he tenido unas ganas tremendas de sacarte de allí, pero no podía, todavía no.”
“A partir de aquí, puedes comenzar a preguntarme todo lo que desees…”
-¿Quién eres? -pregunté en mi sueño.
-Tengo distintos nombres… Será mejor que me llames por mi más reciente nombre, Brian el mago.
-¿Entonces no volveré a las mazmorras?
-No, nunca más. Se me olvidó comentarte que hice un juramento con tu madre en el cual, prometí protegerte costase lo que costase.
Después, no me sentí con más fuerzas de seguirle preguntando a Brian, y al parecer él lo notó porque mi sueño se transformó por completo y recorrí mis memorias de mis años anteriores.
Temí adentrarme en la oscuridad que ha envuelto por completo mi vida, pero por sorpresa mía, soñé con una mujer de cabellos rubios lisos y largos. Ella me sonreía y me llamaba por mi nombre.
Sin dudarlo, corrí hacia ella y la abracé con fuerza. No la conocía de nada, pero había una relación entre las dos que sobrepasaba incluso a la muerte. Ella respondió a mi abrazo con otro más cálido aún y después se separó de mí. Alzó mi barbilla para observarme mejor, sonrió y me volvió a abrazar.
-¿Mamá? -dije con un hilillo de voz.
Ella me respondió con una caricia en mi pelo enmarañado.
Entonces, deseé no despertarme nunca. Era feliz. Estaba llena por dentro.
Toda mi vida había dado un giro inesperado, y ahora me había encontrado con una persona que daba por perdida y desconocida para mí.
-Wrenna, trabaja duro a partir de ahora ya que yo te estaré observando desde ahí arriba.
-¿No hay infierno para las brujas como dicen?
-No, hay un gran espacio para todos… Ya que todos somos iguales.
Y abrí los ojos para encontrarme con el rostro preocupado de Brian.
-------------------------------
Se me ha ocurrido enseñaros el prólogo del proyecto de fantasía "secreto" que comencé hará un año y que abandoné en junio de este año. Escribí 12 capítulos, los cuales no abarcan ni la mitad de la historia. ¿Por qué la abandoné? Pues porque sin quererlo, la protagonista [spoiler]se enamoró[/spoiler] y la historia dejó de ser entretenida y fácil de escribir a partir de ahí. No me arrepiento de haberlo escrito, quizás algún día la acabe, pero lo dudo xD
Aún continuo con la historia de fantasía "más oscura" de la que os hablé entradas atrás (incluso dejé un pequeño spoiler). Está parada debido a los exámenes y porque estoy con otra historia (que espero acabar en Navidad), y además que quiero leerme primero unos libros que espero me ayuden a desarrollar mejor esta historia llamada La metáfora del hada.

No hay comentarios: