viernes, 8 de enero de 2010

Historias de Ewal- Cuando tú me dijiste que te creyera y me mentiste

Bueno, lo prometido es deuda (aunque lo prometí para unas entradas más cercanas). Nos vamos internando más en la historia de Kaili y Kot, y ¡vaya! aquí aparece un personaje muy querido por mí ;D
PD no pongo imagen porque ando con prisa xD
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El dragón alado sobrevolaba el cielo, y encima suya iba una joven de cabellos negros recogidos en una larga trenza. Llevaba encima de su cabeza un pañuelo rojo, y vestía ropas más de hombre que de mujer. Sus ojos miraban con alegría el mundo de “abajo”, aún no se podía creer que estaba volando junto con Kot.
Traspasaron la frontera de Dal, y se adentraron al reino pacífico de Ewal. Todo era de color verde, y a la lejanía; la joven trobadora pudo ver un gran pueblo formado por muchas casas. Llegó la noche, y con él, el frío propio de la temporada. Tuvieron que aterrizar cerca del pueblo, Kaili metió a Kot en su pequeño bolso y se adentró en el pueblo, que más bien parecía ciudad. Habían casas modernas, y por las ventanas se podía ver la luz de las velas.
Aquéllo le daba a Kaili una sensación de cariño. Vio un pequeño banco de madera y decidió pasar la noche ahí. Se tumbó y de su pequeño bolso sacó un mantita. Kot salió del bolso y se abrazó a Kaili. Hacía mucho frío, pero ya habían pasado por cosas peores. De repente, vieron como una sombra se les iba acercando.
Era un hombre mayor, de larga barba y de ojos azules.
-¿Tienes lugar donde dormir?
Kaili se quedó confusa, y tras unos segundos se levantó y le respondió que no.
-Pues entonces vente a mi casa, que dormir en la calle es malo.
Y así hizo la joven. Siguió al anciano a su casa, ésta no se parecía en nada a las demás. Tenía algo especial, que la hacía diferente. Tal vez fuese por su jardín lleno de flores alegres, o por su pintura en la pared que le daba un sentimiento de acogida a Kaili. Llegaron a la puerta y el hombre la abrió con una sonrisa. La habitación principal era de aspecto oscuro, tenía unos muebles que hacían sentir melancolía. A la luz de las velas, Kaili tomó asiento en una silla y el anciano hombre se sentó en la silla frente suya. La joven se toqueteaba los dedos, seguramente el hombre comenzaría a hacerle preguntas, aquéllo hizo que se pusiera algo incómoda.
El anciano soltó un suspiro y dijo:
-Bueno, me deberé de presentar, ya que tú no te has presentado. Mi nombres es Yuipte y tú eres...
-Kaili, señor.
-Bonito nombre Kaili, perdona ahora por mis preguntas pero sabrás que tendré que hacértelas. ¿Cómo una jovencita como tú estaba durmiendo en los bancos de Daoquil?
Concentrándose, la chica preparaba sus respuestas. No iba a mentir a aquel hombre, era muy bueno y amable.
-Verá soy trobadora y he de viajar por todo el mundo. Tras pasar por Dal, decidí parar aquí ya que esta ciudad es muy conocida. Además de que busco algo muy importante para mí...
Kot salió del bolso y desperezándose, se subió a la mesa. En un principio, Yuipte se sorprendió, pero después se relajó. Los dragones eran muy normales por aquel lugar. Acarició con sus arrugadas manos a Kot, quien aceptó ese trato.
-¿De dónde vienes? Llevas ropas extrañas, seguro que no eres ni de Ewal ni de Dal. ¿Acaso has huido de Dicta Bevut? ¿O vienes del reino Cafty?
La chica negaba con la cabeza.
-Provengo de las islas escondidas, lejos de la costa del Desierto Draco- el anciano se sorprendió de verdad- He traspasado todo el mar ya que fui desterrada de mi villa por unos motivos y ahora he de ganarme el pan.
-Comprendo. Por cierto, siento ser cotilla, pero antes has mencionado que estabas buscando algo, ¿puedo saber el qué? Soy muy veterano en Ewal, y aunque no haya viajado mucho puedo ayudarte.
Kaili dudó por unos instantes, tal vez él supiese donde se encontraba aquello que buscaba. Acarició la cola de Kot y susurró:
-La sabiduría eterna...
Varios segundos de silencio, nadie mencionó nada. Yuipte miraba serio a Kaili y tras ese momento de tensión sonrió y preguntó:
-¿Para qué quiere una chica como tú la sabiduría eterna?
-Al hacerme esa pregunta me estás confirmando que existe...
-Claro, ¿cómo no iba a existir? Pero respóndeme.
-Quiero saber del mundo, cómo se formó, todo sobre él.
-Una chica curiosa, cada vez me gustas más. Verás, tal vez esto no te sirva de ayuda, pero tengo cierta información que puedo compartir contigo para ayudarte con tu búsqueda- se aclaró la voz- Comencemos.
Yuipte se encontraba oliendo las flores recién crecidas, la época de recogida de uvas había terminado y acababa de volver a casa de Verne. La joven ciega se encontraba sentada en una silla de madura, sintiendo lo que hacía el chico. Simplemente sonreía, estaba feliz de tenerle otra vez. Además de que había sentido la victoria de Aery sobre el jefe de los bandidos. Eran épocas de felicidad. Mientras olía un tulipán, Yuipte comentó:
-¿Sabes qué Verne?He tenido un sueño mientras estaba en el viñedo.
-¿De qué trataba?
-Estaba sentado junto Aery, uno en frente del otro. Él me sonreír, estaba alegre, como nunca lo había visto. A nuestro alrededor había mucha vegetación, mucho más bonita que este jardín. Se levanta de repente, se dirige hacia mí y me susurra algo al oído.
-¿Has llegado a oírlo?
Mientras asentía, dijo:
-Si, esta vez sí. Me encomendaba una misión. Ayudar a todos los que viniesen a mí en su búsqueda para la salvación de Ewal.
Verne ríe ligeramente, Yuipte la mira confundido. Arranca el tulipán que estaba oliendo, se lo lleva a Verne y se sienta a su lado en el suelo de madera.
-Me recuerdas a un legendario héroe de Ewal...
-¿A un héroe?
-Sí, según cuentan las leyendas, era un jovenzuelo despierto y con mucha imaginación. Provenía de la aldea cercana al árbol Milenario, al igual que tú. Era muy listo, viajó por todos los reinos, recopilando toda su información, historia, tradiciones... Pero todo aquéllo no lo pudo recopilar en su mente, por lo que lo pasó a papel en los últimos años de su vida aquí, en Daoquil. Dicen que los pasó con una pluma de oro y tinta de agua. Las letras resaltaban y brillaban con mucha fuerza. Hubo muchos intentos de robos, por lo que aquel antes joven decidió esconder aquellos pergaminos de sabiduría. Según cuenta la antigua leyenda de Daoquil, lo escondió en aquel lugar donde más guardaba cariño, el árbol Milenario. Sigue estando ahí, esperando a que alguien con la suficiente voluntad como para sacarlo. Esto era un cuento que mi madre me solía contar cuando era pequeña...- dijo con melancolía.
Yuipte se levantó de golpe, y observó el cielo azul. Si Aery le había encomendado aquella misión, significaba que que confiaba mucho en él. Era muy importante para él, por esa razón haría lo que estuviese en su mano para extinguir el odio, la venganza y la guerra en Ewal.
Yuipte terminó de contar aquella antigua leyenda a Kaili. Ella le había estado escuchando con mucha atención. Kot se le subió a un hombro y dijo:
-Entonces, lo único que tengo que hacer es ir al norte de Ewal, ¿cierto?
-Cierto, pero recuerda que aún hay descendientes de los antiguos bandidos que poblaban Ewal que buscan a cualquier extranjero para hacerle huir.
-No permitiré que me hagan nada.
-Te creo, pero ahora es tarde y te ves cansada, así que te acompañaré a tu habitación y te echas a dormir.
El interior de la casa era un poco más grande de lo que Kaili se había imaginado. Estaba la habitación principal, la cocina y dos habitaciones más. Yuipte abrió la puerta y dejó pasar a Kaili. Era una habitación de tamaño normal, con una cama de sábanas blancas, con una pequeña ventana que dejaba ver el trozo pequeño de jardín que se podía ver en la oscuridad. Colgó la vela que llevaba en un pequeño perchero, balanceó un poco pero enseguida consiguió el equilibrio.
-Ya te dejo aquí, ahora descansa- dijo Yuipte mientras cerraba la puerta.
La joven dejó su bolsito en el suelo, del cual sale Kot para inspeccionar en el nuevo lugar en el que se encontraba. Caminaba con pasos elegantes mientras movía la cola dibujando extrañas formas. Encontró su lugar donde descansar. Debajo de la cama se metió y forma un ovillo. Kaili se quitó su chaqueta y se metió en la cama.
Despertó de nuevo en el mismo jardín con riachuelo, se levantó con cuidado y se dio cuenta de una cosa, la flor que se encontraba en ese jardín, había crecido hasta convertirse en un árbol de mediana estatura. Un ligero viento movió sus ramas y las hojas que colgaban de las ramas, cayeron al suelo. Por primera vez, Kaili encontraba la paz cuando observaba aquel mediano árbol. Decidió sentarse y apoyarse en el delgado tronco, en un principio Kaili tenía miedo de que el tronco se resquebrajase pero se sorprendió al ver que aguantaba su peso. Cerró los ojos y comenzó a silbar la canción de la Luna.
La luz que la ventana permitía pasar hizo despertar a la trobadora de su extraño sueño. Se levantó y comenzó a desperezarse. La cama era muy cómoda, hacía tiempo que no dormía tan a gusto. Kot miraba a Kaili desde el suelo, con sus ojos penetrantes.
Salió de su habitación en silencio, calculaba que era muy temprano y la chica no quería despertar a Yuipte. Cuando iba a entrar a la cocina, escuchó unos amargos y tristes sollozos. Al principio, Kaili no se podía creer que proviniesen del anciano, pero cuando se asomó por la puerta descubrió que así era. Ahí estaba Kaili, escondida detrás de la puerta, se sentía triste por el hombre, pero sabía que si llegaba a entrar no sabría que decir. Kot le indicó con la mirada que pasase a intentar consolar a Yuipte. La joven respiró, se armó de valor y de palabras para animar al anciano y pasó por la puerta.
Cruzaba el arco repitiéndose a sí misma las palabras que le iba a decir a Yuipte. Ella le miró con un poco de vergüenza y le preguntó:
-¿Le ocurre algo Yuipte?
El hombre no se había dado cuenta de la presencia de la joven, dejó un papel en la mesa de madera, se secó un poco las lágrimas y con su sonrisa cálida le respondió:
-Nada, son solamente los recuerdos, que vienen de repente... ¿Quieres algo para el desayuno?
Kaili simplemente asintió poco convencida. Yuipte se levantó de la silla y salió de la cocina a comprar algo a las tiendas de Daoquil. Cuando la trobadora se aseguró de que el anciano se había marchado, se acercó a la mesa a leer aquel extraño papel que había hecho llorar a Yuipte. Lentamente, agarró lo que parecía ser una carta.
“Querido amigo Yuipte:
Soy Fer Qel, reina de Ewal y esposa de Aery Giol. Tal vez te Aery te haya hablado de mí en sus visitas a Daoquil solamente para verte. Primero, gracias por todos los buenos consejos que le diste a mi esposo. Ahora voy hacia la verdadera razón de esta carta. He decidido anunciarte de mi esposo, Aery. Murió de una enfermedad muy extraña y aún se desconoce su origen. Los mejores sanadores de Ewal hicieron todo lo que estuvo en su mano, pero aún así Aery no soportó más el dolor.
Agradecería que asistieras al entierro de Aery, que seguramente el hubiera deseado tu asistencia. También me gustaría que asistieras a la coronación de nuestro hijo ya adulto Fert, ya que yo no puedo desempeñar el cargo de reina por culpa de mi estado físico.
Mi más sinceros saludos,
Fer Qel”
Kaili no comprendía la situación, pero una cosa estaba segura. El mejor rey que había tenido Ewal, había fallecido. Sus manos le temblaban, dejó rápidamente la carta en su sitio. Había oído rumores en el pueblo de Dal que aquel Aery fue quien expulsó a todos los bandidos del reino pacífico. Al parecer Yuipte y él fueron amigos, y ahora la reina de Ewal le pedía que fuera a ver el entierro.
Se tocó el corazón, le latía con fuerza. Nunca había sentido ese sentimiento. El perder a alguien importante para ella. Nunca lo había sentido porque lo único importante para ella era Kot y nadie más.
Acarició a Kot y oyó como la puerta de la casa se abre. Se sentó en la silla esperando a la entrada de Yuipte. El ruido de los pasos le indicaban a Kaili que se estaba acercando.
Yuipte pasa por el arco, llevaba en sus brazos una barra de pan y una cesta con varios tomates. Los dejó en la bancada de la antigua cocina, y comenzó a preparar el desayuno para Kaili. Ella le miró con tristeza, no sabía como se sentiría en esos momentos el anciano, pero seguramente estaría triste. Ve como el anciano cortaba en rodajas uno de los tomates y le hizo un bocadillo con el pan. Se lo colocó en un plato de madera, se lo llevó a la mesa y le dijo:
-Aquí tienes.
La chica ensombreció la mirada y le preguntó:
-¿Irás al entierro?
-¿Has leído la carta?- preguntó confuso Yuipte.
-Si... Perdóname, pero debía de saber por qué estabas tan triste.
El anciano se tocó la barba, y tras soltar un áspero suspiro, se sentó al lado de ella. Sus ojos eran azules, tan puros, que Kaili aún no se lo podía creer.
-Debo de ir, él fue quien me salvó de morir en un incendio, además de que después de eso no me dejó tirado. Era un chico muy amable y tolerante, y después se convirtió en un buen hombre que amaba a su mujer. Definitivamente iré.
Kaili cogió el bocadillo y comenzó a comer. Se sorprendió, ya que no esperaba que le gustase. Nunca había probado el tomate, aunque hubiese visto muchos en su aldea natal. Tenía un sabor que le hacía vivir miles experiencias. Tras tomar varios bocados más, comenzó a pensar en ir a acompañar al anciano. Era el primer hombre con el que sentía un sentimiento nuevo, casi paternal, por esa razón quería acompañarlo. Kot se subió a su cuello para intentar coger algo de esa nueva comida, de repente, la chica dejó el bocadillo en el plato y dijo:
-Te acompañaré.
El anciano se quedó anonadado, después sonrió, no le vendría mal una compañía agradable. Se levantó y dijo:
-Entonces será mejor prepararnos, quiero conocer a la reina de Ewal.
“Nunca supe donde te escondías,
hasta el día en el que te encontré.
Ahí alta en el cielo, omnipresente,
con un poder inigualable.
Por esa razón te alcanzaré
y estaré junto a ti siempre.”
Melodía de la Luna, canto III

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