Era un amanecer triste,
sin vida.
Veia un campo de trigo dorado,
pero estaba seco.
Cuando el viento soplaba ,
el campo de trigo bailaba.
Los árboles robustos,
sabían que era el fin;
ya que, veian llegar
al mensajero negro.
Las piedras, amontonadas,
juntas y con miedo.
Sabiendo que era la hora.
El velo gris, sofocaba,
cortaba la respiración.
Ya ha llegado.
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